Mayo, es intenso. Asoma para brindarnos un canto de vida, que dispone a hombres y mujeres a la esperanza. En mayo, la naturaleza se presenta con el deber cumplido de dones y cosechas. Atrás, quedan los tiempos de incertidumbres y cavilaciones… mayo, florido, exuberante, nos ofrece todo su esplendor, el verdor de sus campos salpicado de frutos que anuncian la llegada del momento de recogida. Es, por excelencia, la exaltación de la primavera, el prólogo de la llegada del verano atenuada por el refranero: “hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo”… pero mayo, también es fiesta: es la fiesta grande y chica la vez...
Son fiestas de la madre, del queso, de trasquila, de encuentros de carneros, de exposiciones de perros de la tierra, de mayos, de romerías, de santos y patronos, de ofrendas de fuegos, de cruces y finaliza con su día grande: el Día de Canarias...
Cada, barrio, pueblo, villa, ciudad o municipio, se engalana. Las banderitas invitan al festejo, al que nadie queda ajeno. Llega el momento en que nuestra gente se encuentra con su pasado, aunque se viva con intensidad el presente. Afloran las tradiciones y las calles dejan de ser tránsito, para convertirse en fiestas. En ese momento respira el pueblo y se siente protagonista, el que más o el que menos, se echa la camisa por fuera…
Ahora, nos hartaremos de hablar de las excelencias del queso de flor, media flor, duro o semiduro. Muchos lo probarán por vez primera y se quedarán prendados de su exquisito sabor y textura… alabaremos a toros y vacas de la tierra, ganado que solo tienen trabajo, cuando comienzan las fiestas en todos los rincones de nuestra geografía; ganado que, sus propietarios, los tienen de gusto… orgullo, nos arrimaremos a cualquier ventorrillo para que el sonido del timple nos arrumbe recuerdos dormidos… disfrutaremos de nuestros bailes y danzas… admiraremos a los artesanos que trenzan con sus sabias manos, diversos útiles de antaño que hoy han quedado sin uso… recordaremos a nuestros padres y abuelos cuando las cobras hagan sus trillas o aventen el grano…
Las fiestas son eso, una exaltación de lo propio, de nuestra identidad. De lo que nos diferencia de otras comunidades; lo que nos distingue… por eso todos, sin exclusión no solo debemos cultivarlas y mimarlas. También respetarlas y conservarlas…
Todo el festejo, este año, viene envuelto por la fiesta de la democracia: elecciones en libertad. Esa es la fiesta grande, la fiesta donde expresamos y elegimos a nuestros representantes. Es tiempo, también, para recordar a los candidatos que se presentan para ser elegidos o reelegidos, que Canarias hay que vivirla todo el año y no sujeta a un calendario… que hay apostar por “lo nuestro”, sin desmayo. Día tras día.
En estos días, mucho se ha hablado de turismo. De atraer al visitante hasta la zona noroeste de la isla de Gran Canaria. Para ello, hace falta ofrecer atractivos y las diferencias que nos distinguen. No se puede atraer a un turismo de sol, mar y paz. En esta zona hace falta otro tipo de turismo, un turista que camine, que se quede en casas rurales, que visite espacios: Necrópolis, Yacimientos, Cuevas Pintadas y Cenobios, pero también otro tipo de atractivo: folclore, lucha, gastronomía, agricultura y ganadería. Establecer una ruta guiada, para que los visitantes vivan y compartan aspectos que desconoce de nosotros… que disfrutan de nuestras costumbres y tradiciones.
No basta con que los políticos, en campaña, lleven proyectos que al día siguiente de las elecciones se olvide. No, hacen falta realidades, planes y proyectos.
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