Cuando Guedes, en el centro del campo, acariciaba el balón, levantaba la cabeza oteando el horizonte, Gilberto I, emprendía su galopada por la banda, sabedor que el Mariscal* de campo le haría llegar el balón, en condiciones ventajosas para perforar la red del equipo contrario.... Guedes, zancudo, brillante, de fútbol fácil, se doctoró en el Insular y su fama se extendió dentro y fuera de nuestro fragmentado territorio.