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sábado, 16 de octubre de 2010

* LA LUNA DE MIEL EN MOYA

San Antonio de Padua es un santo casamentero. Lo canta distintas coplas y temas de nuestro folclore y lo certifica también la zarzuela titulada “Luisa Fernanda” cuando los jóvenes mozos y las guapas jóvenes miran al altar pidiendo que el verdadero amor llegue con prontitud y hasta dice la creencia que el Santo, desde su altura dibuja una sonrisa cómplice en su rostro a la vez que dice: “Eso está hecho”.

Cuando nos adentramos en la vida y obra de santos y vírgenes, en muchos casos, la palabra que preside y mueve su voluntad, tiene cuatro letras: AMOR. Y, siguiendo por esos vericuetos, llego a situarme ante San Antonio, casamentero él y, además, de patrón del municipio de Moya, de Portugal y de Lisboa, lo es contra naufragios, contra los indios americanos, contra el hambre, patrón de los animales domésticos, de los ancianos, de los pescadores, de las cosechas, de la pérdida de objetos, de la pobreza, de las mujeres embarazadas, contra la esterilidad, y, me causa gratísima satisfacción que, también lo sea de la ciudad de San Antonio de Tejas, que fue fundada en el siglo XVIII por una veintena de familias canarias. Y me produce un grata sensación porque navegué por aquel Rio de San Antonio, que tanto aparecía en las películas y estuve visitando el Álamo, defendido también por familias isleñas.

Así, conociéndolo más de cerca, lo considero a San Antonio, como un abanderado del amor…

La Villa de Moya, parece alongarse al acantilado. Como si se precipitara a saludar a cuantos circulan por las inmediaciones. Moya, si me permiten el símil, es como aquella descripción de la palmera que hacía un afamado jeque árabe: “la palmera es alta, esbelta, pero necesita para sobrevivir, tener la cabeza al sol y las piernas en remojo”. Y, efectivamente, así pasa en la Moya que conocí de jovencito y que atraído por la zona leía y releía que en la cresta de su municipio, gozo de la antigua selva de Doramas que se extendía hasta la majestad sus costas que haciendo frontis con el Altillo, el Roque o Pagador, que aguantaba las embestidas del bravo mar de la zona.

Mi abuelo, procedente de Gáldar me subió en el primer  “coche de hora” -que te dejaba con el triquiteo, el oído hecho polvo-, que me llevó a Moya. Después, por motivos de trabajo ya subía solito a aquellos coches, de morro chato y de color amarillo chillón, de caminar cansino que salían de la capital grancanaria del Camino Nuevo…

Por algunos lugares de la zona del Noroeste de Gran Canaria, el paso de estos coches marcaban el inicio o el fin de la jornada laboral.

Llegando a la Villa de Moya, me apresuraba a degustar un reparador bizcocho “ilustrado”, invento del ingenio de una artesana de la zona que cuando vio que se le habían quemado los bizcochos, pues con una brochita le dio una mano de azucarado blanquecino para salir del apuro. Y, lo que son las cosas, la desgracia, se convirtió en todo un descubrimiento que se mantiene en el tiempo. Pues bueno se “jincaba" uno de esos bizcochos, suspiros o deliciosas truchas, un cortadito y derechito a la Fonda del Pilar, en la que se concentraban los afamados deportistas que tenían en puertas algún titulo que disputar.


Precisamente de esas visitas, cuando yo aún contaba con el pelo oscuro, me reuní para hacer una entrevista, para el periódico El Eco de Canarias, con los notables boxeadores de la época: el espigado Sergio, Montenegro, y el estilista Lelo Suárez, Manuel Santacruz Palenke, preparador, de estos excelentes boxeadores y también de la Selección Nacional de boxeo. Me encantaba acudir a estas concentraciones, por el ambiente que se respiraba. En otras ocasiones, también con Cayetano Ojeda “Kid Tano”, Cesáreo Barrera, García Gancho etc., acudía hasta la Villa de Moya a saber su estado, en víspera de tan importantes encuentros…

La Villa de Moya, por esos años a los que me refiero, estaba de moda. Porque hasta esa fonda, también acudían, era la norma, las parejas de recién casados que elegían el paradisíaco lugar para pasar aquellos breves días de luna de miel. Moya, era lo habitual, lo que se estilaba. La temperatura, ideal… aquellos paseos por la zona de Carretería, Los Tiles, oxigenándose entre arrumacos, tranquilidad, paz…

La verdad que lo siento. Pensaba solo ponerle un pie a la fotografía de estos campeones de boxeo, pero me he extendido un poco más de lo que pensaba.

ALFREDO AYALA OJEDA

3 comentarios:

  1. si señor, yo fui uno de los que paso su luna de miel, en la fonda de moya,en aquel tiempo era la moda.

    rafael

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  2. Ayer, sin más quería hacer un breve recuerdo a la luna de miel en el lugar de moda de los años 50/60. Mezclaba, también, la estancia de boxeadores en la Villa, en víspera de la disputa de importantes combates. Moya, se extiende de cumbre a costa y es uno de los municipios con mucha historia, con hombres emprendedores y una repostería de alto prestigio.
    Pero después de publicar al breve comentario, seguí trasteando en Internet y me encontré con una noticia, publicada en el periódico Canarias7, en el mes de julio que, cuando menos me parece sorpresiva e incomprensible:
    La única industria que tiene el municipio de Moya se va, obligada por las circunstancias, a Santa María de Guía de Gran Canaria. Bizcochos Doramas de Moya SL, no tiene hueco en el nuevo Plan General de Ordenación de la villa, que no ha dispuesto suelo industrial. Ahora esta empresa familiar prepara ya la mudanza a Llano Alegre.
    Los bizcochos de Moya y los suspiros, todo un símbolo del municipio de la Villa de Moya y una industria familiar que da prestigio a la villa y a nuestros artesanos, pronto la veremos en sus nuevas instalaciones en Guía.

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  3. Repasando este escrito sobre la imaginación de la artesana que para cubrir los bizcochos muy hechos, le dio un lustre azucarado, me viene a la memoria que lo que hoy usamos todos: los pantalones americanos, también tienen su historia en la imaginación del comerciante que se había comprometido en hacer una entrega y le faltó tela.
    ¡¡la imaginación al poder!!

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