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martes, 15 de enero de 2019

* DE CUANDO ESTUVE A PUNTO DE GANARLE UN DESAFÍO AL “POLLITO DE LA FRONTERA”…

La lucha canaria, lo saben bien cuantos me conocen, es mi gran pasión. Con ella, mi “esmirriao” y enclenque cuerpillo, ganó algunos kilos dejándome más conforme, que con mi anterior aspecto. Era, flaco como un fideo… Tanto, que por donde pasaba no hacía ni sombra. 

Pero mi padre me dijo una tarde: “vete al Adargoma”, te pones los pantalones y a bregar… Obediente como era, lo que decía el padre era como palabrita del Niño Jesús y tarde tras tarde, desde que terminaba unas clases particulares, en Educación Y Descanso, en León y Castillo, debajo de aquellos dos vetustos laureles de indias, después de recoger de la arena todas las hojas del mundo, me ponía los pantalones. ¡Coño! ¡¡Me gustaba aquello!!. 

Disfrutaba de lo lindo compartiendo con aquella legendaria “fila india adargomista”, colores, sentimientos y los sabios consejos de Juanito Mujica y Buenaventura que en lucha canaria, lo sabían todo. 

Recuerdo, que incluso llegué a formar un equipo, con un dinero que donó, para hacernos el vestuario y pagar a la costurera, la fábrica de caramelos Nublo, de la que eran propietarios, la familia Quintero. Con aquellos ilusionados aspirantes a “pollos”, hicimos nuestra presentación nada menos que en el Estadio Insular. Éramos los teloneros de una monumental luchada a beneficio de la Unión Deportiva Las Palmas, que no tenía dinero ni para pagar a la lavandería. El cartel, era atractivo… Hermenegildo Ramírez “Brazo de Hierro” ofrecía a quien levantara el arado que el levantaba 25.000 pesetas. También en esa luchada, había un desafío entre Manolín “el Molownny de la lucha y el legendario luchador Manuel Marrero, “el pollo de Buen Lugar”. 

Foto: Alfredo Ayala y Alfredo Martín "el palmero"

Yo, agarré con los mejores: con el Palmero, con Manolín, con Lito, con los gemelos, con Emilín padre, con Florencio Méndez… Por la tardecita, cuando sudoroso abandonaba el entreno y buscaba algo para jincarle el diente, fantaseaba: “al palmero es fácil tirarlo”… “si no le doy el hombro y me paso a la izquierda, el Palmero se quedará con la mitad de su fuerza y entonces con una burra, por flojita que sea doy con él en la arena”… “Y a Manuel Suárez, “Manolín”, espero que me toque pa´tras y hurtándole mi cuerpo, hago un giro con la cintura y le mando un traspiés, que besa el suelo”… Tenía luchas para todos. Yo, me consideraba el amo del gallinero, algo así como un quijote de la lucha canaria… Pero la verdad es que yo era malito, malito, malito. Y, además, no aguantaba un cachetón. 

Eso sí… Yo, era atrevidillo y curioso. Todo lo intentaba. Vi al Faro de Maspalomas, levantando el arado y cuando llegué a casa, en el traspatio, trinqué un tronco que estaba en un descampado y, tarde tras tarde, me puse a intentar levantarlo. La verdad que como yo era poquita cosa y tenía mas voluntad que acierto, jamás lo despegué del suelo. Lo mismo me pasaba con los luchadores. Siempre, en el maletero, llevaba un par de pantalones por si se cuadraba alguna pechada. Recuerdo que así, en la playa de Las Alcaravaneras, agarré con Alfredo Martín, “el Palmero” y no viene a cuento contar el resultado… También en la orilla, un guardia popularmente conocido por Machín, me invitó a pegar una lucha. Allí me dispuse y me metió tremendo sacón que mi cabeza dio con la arena mojada y me desatinó… 

Yo tenía una buena amistad con Evaristo Perdomo “ El Rubio”. Nos frecuentábamos, pero un día me dijo adiós y se fue a Venezuela. Allí, al cabo de los años, coincidí con él. Hablamos, claro está, de lucha y hablando, hablando, terminamos agarrando… Bueno no quiero decirles como acabó nuestra agarrada… Mejor sería que lo contara él, pero como falleció y a mí no me gusta contar lo que pasa cuando dos hombres de enfrentan, pues lo que sucede en el terrero, en el terrero queda. 

Foto: Alfredo Ayala y Francis Pérez "Pollito de La Frontera"

Y así, andando, andando, un día me tropecé con Valentín en el municipio de La Frontera, isla de El Hierro. Me dio numerosas explicaciones y hasta se puso en posición, para explicarme como en un momento de calentura autóctona el hombre salía al terrero a vengar la derrota del pariente… “se anudaban una faja en el muslo y al grito de ¡¡conmigo!!, se ponía con los brazos cruzados sobre el terrero…” Valentín, profundo conocedor del viril deporte, puso sus conocimientos, al alcance de uno de los luchadores más terribles: Francis Pérez “El Pollito de la Frontera”, como lo bautizó mi estimado amigo José Manuel Pitti… Tras la charla, seguí con mi cámara y mi libreta andando por el municipio… Unas voces, me llamaron la atención. Venían del campo de luchas… Me acerqué a curiosear… Allí estaba “el Pollito”, entrenando. Subía los escalones con un muchachillo subido a la espalda y sudaba la gota gorda… Hizo un alto y nos saludamos afectivamente… 

Tras el saludo le dije: “Francis, yo he agarrado luchas y desafíos con numerosos luchadores… Hoy, me gustaría agarrar contigo” 

Francis, me miró sin dar crédito a lo que estaba sucediendo… ¡¡tú estás loco!! 

Lo atajé… A mí me gustaría que aceptaras. Yo tengo en el coche – siempre los llevo – unos pantalones… Refréscate y espérame unos segundos y no medimos… 

Al poco, regresé con los pantalones puestos… 

Yo creo, que Francis pensó que era coñas mías. Pero cuando se tropezó con la realidad se sorprendió… 

¡¡vamos a terminar con esto!! 

Lo piqué: Todo el que tiene culo, tiene miedo… 

El pollito, me doblaba en peso y estatura…La imagen era el retrato vivo de la esencia de la Lucha Canaria: “el grande y el chico”… 

Lo agarro en la bocapierna del pantalón y el pollito, confiado, se queda con el cuerpo momio… 

¡¡Agarra como un hombre, coño!! 

El Pollito, me levanta de la arena, me revolea pero no hay manera de que me venza en el aire y cuando me pone el pie en tierra, me fui de pardelera dando con él en tierra… 

Él, no se creía… Me miraba y no daba crédito a lo sucedido… Encorajinado, de un brinco se puso en pie… 

¡¡Agarra aquí…!! 

Tranquilo… no te precipites… 

Agarró encochinao. Salía con tanta fuerza, como la que tiene un toro cuando sale del toril… 

Nada mas dar la mano en la espalda, atacó con todo su poderío por toque pa´tras… Yo lo esperaba. Lo vi venir… Por eso, le hurté el hombro, solté mi mano derecha y la llevé hasta el antebrazo, tiré de él y le puse un traspiés que dio en tierra con sus huesos… 

¿quieres seguir, le dije…? 

¡¡Ven aquí, verija!! Agarra… Venga, agarra… 

El pollito, tenía un poder desmedido… Tiró de mí, me enderezó, me montó en cadera… Yo, le cambié la cabeza, dejándolo descolocado, casi sin fuerzas y con una burra bajita, el Pollito se tambaleo y empezó a desplomarse… 

En ese preciso instante, mi mujer me dio un toque: “Alfredo, despierta que vas a llegar tarde a la tele”... 

Joder, --le dije- un pizco más y le gano el desafío, al Pollito de la Frontera…. 

ALFREDO AYALA OJEDA