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sábado, 27 de agosto de 2016

* MI AGRADECIDO RECUERDO A TENO PÉREZ CRUZ

Éramos unos chiquillos de pantalón corto. Éramos vecinos y compartíamos espacio. Yo vivía en casa de mi abuela Felisa, mi padre regentaba una famosa tiendita que hacía esquina entre la calle del Cuerno y Pamochamoso y él, vivía casi enfrente...
Ni uno ni otro, aventurábamos cual sería nuestro futuro porque eran momentos difíciles... Acababa de finalizar esa maldita guerra entre hermanos y nuestro tiempo transcurría con estudios en el colegio Corazón de María, visitas a las carreras de galgos, en el palacio de los deportes de la época “El Viejo Campo España”, agarradas de lucha canaria, veladas de boxeo, demostraciones de poder y cantos de gallo de riña...
Otras veces, la finca de Valido, nos servía de despensa para trincar algunas piñas de millo para asaderos y barbas de millo para echarnos algún buchillo y aparentar que éramos mayores. También recuerdo con nostalgia aquellas mariscadas con improvisadas fijas para trincar alguna jaca pelúa y algún caboso despistado...
Venían tiempos de cambios... La piqueta del progreso empezaba a cambiar el paisaje y así, sin más, el viejo Campo España se transformaba en la Clínica del Pino; la playa de Lugo se la tragaba la Avenida Marítima y los Arenales poco a poco, los devoraban los Fuentes con su fábrica de ladrillos...
Por cuestiones de economía, mis padres se afincaron en el barrio de las Alcaravaneras y perdí con el amigo Teno, el contacto...
Pero andando el tiempo, en el Rastro, antes de aclarar el día nos tropezábamos con mucha frecuencia. Yo iba a la caza y captura de algún libro interesante y saludaba a Teno, que lo reclamaban los puesteros para ofrecerle algunas fotos viejas que él, religiosamente, pagaba. A veces, rebosando felicidad me mostraba alguna de ellas que, en verdad eran auténticas reliquias... Y poco a poco, no sólo le puso cara al paisaje de las islas sino también, poco a poco, aglutinó un valioso archivo que terminó entregando a la Fedac, para disfrute y conocimientos generalizados...
Teno se especializó en investigación etnográfica y publicó entre otros el valioso y documentado libro “La Vestimenta tradicional en Gran Canaria”, una publicación de obligada consulta...
Teno, con el que conté en distintos programas televisivos como Tenderete, aportó sus conocimientos y magisterio sobre la danza y la vestimenta tradicional... Y nos dejó distintas publicaciones
Teno, se nos fue, sin apenas tiempo para despedirse. Hoy, nos llegó la triste noticia. Es esa noticia, que no quieres nunca recibir porque entre otras cosas, no solo me he quedado sin un amigo de verdad, sino que todos hemos perdido un valioso archivo...

Que Dios te tenga en la Gloria amigo.

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 24 de agosto de 2016

* LOS MOLINOS DE GUÍA DE GRAN CANARIA

Los molinos eran unos artilugios que servían para moler grano y en algunos casos se usaban incluso para sacar agua del subsuelo.
Los que yo voy a tratar en este trabajo se refieren exclusivamente a los que molían granos y que abundaron en Guía durante un largo periodo de tiempo.
Estos ingenios tenían como fuente de alimentación al agua. En la Aldea de San Nicolás existían algunos que se alimentaban de la energía eólica al igual que sucedía en Castilla La Mancha, donde el Caballero de triste figura “Don Quijote” atacó a más de uno lanza en ristre creyendo en su loca imaginación que se trataban de monstruos.
El agua que se servía a estos molinos como fuerza motriz provenía de Fontanales de donde venía canalizada recorriendo una gran distancia kilométrica hasta llegar a nuestros molinos. La acequia por donde circulaba el agua estaba totalmente descubierta lo que propiciaba un cierto grado de evaporación.

Funcionamiento de la estructura del molino


El agua que circula por la acequia (que es bastante abundante) entra con fuerza en el caidero, que consiste en una tubería de 30 cm de diámetro y de 12 a 15 metros de altura y cae sobre unas paletas poniéndolas en movimiento y mediante un eje de transmisión hacen que se muevan unas ruedas o rotores estos a su vez le imprimen un movimiento circular a dos enormes piedras redondas superpuestas cuyo peso de cada una oscila entre los 500 y 600 kilos que rozan entre sí siendo este rozamiento con más o menos presión entre ellas los que muelan el grano más fino o grueso según así lo requiera el cliente. El grano se introduce entre las dos piedras “moledoras” a través de un pequeño conducto conectado entre estas y la “torba”, que es donde se introduce el producto a moler (maíz tostado, trigo, cebada, centeno, etcétera…. Debajo de las pesadas piedras hay un depósito en forma de pirámide invertida con una abertura al final de la misma que es por donde sale el producto molido, sea gofio o harina.
El agua procedente como he dicho de un naciente de Fontanales, después de ser utilizada como fuerza motriz en los molinos de Guía, que comenzaban en el de La Palma en las medianías de mi pueblo y finalizaban en el de Orihuela en el lomo de la carretera hacia Gáldar y allí alimentaba al de Bartolito seguía su curso hacia otros lugares donde terminaba embalsada.
Los molinos de agua subsistieron en Guía durante muchos años, incluso compitieron con el llamado “Molino de fuego” de Faustino García del Pino, denominado así por utilizar la electricidad como fuerza de alimentación.
Esta acequia que transportaba el agua citada que movía a los molinos ubicados en mi pueblo nos servía a mis amigos y a mí de diversión ya que la misma al pasar por dentro de las fincas que regentaban Paco Ayala y Francisco Miranda, hacíamos una balsa o muro de contención dejando el agua de circular y allí nos bañábamos.
Recuerdo que un señor de la montaña de Gáldar, llamado Virgilio que era el encargado del mantenimiento de la acequia, cuando notaba que el agua mermaba venía a por nosotros, ya que nos conocía bien porque éramos reincidentes y nos perseguía por medio de las plataneras.
El mantenimiento de los molinos de agua no era muy complicado, solo requería una limpieza exhaustiva de sus diferentes piezas; las que si requerían un cuidado especial eran las dos enormes piedras circulares, ya que había que picarlas con frecuencia para que la superficie de ambas se mantuvieran muy “rugosas” para que así pudieran moler bien, pues si estaban lizas no hacían bien su trabajo. La persona que estaba especializada para llevar a cabo este picado de las piedras era mi tío Camilo García Ossorio, herrero de profesión y que utilizaba una “picareta” para realizar este trabajo.
Al cobro de la molienda se le llamaba “makila o maquila”. Los precios no eran muy elevados y oscilaban entre los 25 o 30 céntimos/kilo.
En el término municipal de Guía existían seis molinos de agua; el de La Palma, La Laja, el de Luisito, el de Paco Roque, el de Lolita Tovar y el de Orihuera.
Félix Rodríguez Falcón era el propietario del molino de “La Palma que estaba ubicado en el lugar conocido con el nombre del citado lugar y se encontraba por encima de San Juan. Félix tenía además un pequeño comercio donde vendía: pan, latas de conservas, agua, cigarros, y también embutidos. En muchas ocasiones cuando iba con mi padre a coger pájaros canarios del monte, solíamos abastecernos de provisiones allí.
El callejón del molino es la prolongación de la calle Luis Suárez Galván, y al fondo del mismo camino de la Cañada y de las Boticarias se encontraba el molino de “La Laja” que era propiedad de Florencio Galván, atendía a numerosos vecinos de la zona moliéndoles su gofio y harina.
Por debajo del molino anteriormente citado, camino hacia San Roque, estaba situado el de “Luisito”, que era una persona muy querida y estimada por todos sus vecinos a los cuales servía todos los productos que salían de su ingenio, que tenían una gran calidad y que aparte de gofio y harina también producía “frangollo”, que consistía en maíz poco molido con el cual se hacían platos típicos del lugar, y muy reconocido en toda la comarca noroeste.
Una vez que el agua salía del molino de Luisito seguía hacia latitudes más bajas de la periferia de Guía. Atravesando el barranco de un lado a otro en un amplio canal; caminaba inexorablemente hacia otros molinos que se encontraban bastantes más abajo. Esta canalización recorría la parte alta de una finca que regentaba un tal Vicentito, que era una persona muy violenta que tenía su vivienda al lado de la acequia cuando esta “allanaba” en un lugar conocido por el “salón” donde tenía su finca los Saavedra.

El agua antes de introducirse en el molino de “Paco Roque” era utilizada por una serie de señoras que allí lavaban sus ropas, sábanas, etcétera…..En este lugar existen hoy varias construcciones deportivas e incluso allí se está construyendo el edificio principal de la Universidad Portuguesa “Fernando Pessoa”.  
Dejando atrás este lugar donde hacían sus labores las lavanderas, el agua se introducía en una tubería de 30 cm. De diámetro que formaba parte de la estructura del “caidero” (caída de agua) que con una altura de más de 12 metros caía con fuerza sobre las paletas del molino que eran las que le imprimía a los rotores el movimiento necesario al resto de los mecanismos del mismo. Generando la suficiente energía para llevar adelante su trabajo que era moler los diferentes granos. Este molino citado era el de Paco Roque, que estaba ubicado en la cuesta inicial del camino que va a Ansofe y a la Montaña de Guía.
Paco Roque vendió su molino a Pedro Jiménez “conocido como Pedro el de los Andenes”, padre de Bonifacio y Pepe, que estudiaron en el colegio Santa María de Guía. Este ingenio también lo trabajó y lo regentó Antonio Godoy.
Todavía hoy sigue en pie el edificio que albergo el molino de Paco Roque que habita un tal Barroso de Agaete, que lo ha convertido en un pequeño museo.
A unos 250 metros del molino de Paco Roque en dirección hacia Guía, se encontraba el molino de “Lolita Tovar”. Era un ingenio pequeño, pero que tenía una numerosa clientela y hacia un gofio de excelente calidad, lo que le dio una reconocida fama en toda la comarca.
El agua deja atrás el molino de Lolita Tovar y sigue avanzando hacia otros ingenios, atraviesa nuevamente el barranco mediante la utilización de un canal, que utilizaban los residentes de Ansofe y la Montaña, cuando estaba corriendo el barranco, para pasar de un lado a otro descalzándose y remangándose los pantalones hasta que años más tardes se construyó el puente de dos ojos, siendo alcalde Juan García, gobernador civil José García Hernández y presidente del Cabildo insular Matías Vegas Guerra.
La singladura de esta agua procedente de un naciente de Fontanales, que después de recorrer bastantes kilómetros en dirección a la zona baja del norte de la isla termina al menos en Guía en el molino de “Orihuela”, que estaba situado en el lomo, en una entrada que había a la derecha del mismo en la dirección Guía-Galdar. El citado molino estaba ubicado en el margen izquierdo del barranco de Las Garzas. Al igual que el de Lolita Tovar era un establecimiento pequeño, pero hacia un buen gofio y sus clientes eran los vecinos de la zona.
Orihuela era un buen hombre muy apreciado por cuantos le conocíamos, cojeaba un poco y era pescador profesional, todos los días iba a vender pescado a las medianías, utilizando para ello un burro de su propiedad.
Cuanto aquí he expuesto, es en síntesis la historia de los molinos de agua que existieron en mi pueblo y un fiel exponente de la variopinta grandeza que siempre acredito al mismo, donde destacaban distintas facetas: artísticas, musicales, deportivas, festeras, etc..., que auparon a mí pueblo al ranking del que formaban parte las ciudades más importantes de Canarias especialmente por sus valores culturales y artísticos. Donde figuraban entre las más destacadas, La Laguna, Hermigua, que juntamente con Guía eran las más alabadas en las diferentes historias que se escribieron del Archipiélago, entre estas posiblemente la más importante como es la de Viera y Clavijo.
Mi pueblo ha ido perdiendo su constatada categoría y hasta sus símbolos prehispánicos, que según los criterios de muchos historiadores son obviados, aún siendo los más importantes de cuantos existen en Canarias, ¿Quiénes tienen la culpa?, sin lugar a dudas los moradores de mi pueblo que desde hace algunos años no le exigen a las autoridades que defiendan los intereses de nuestra querida ciudad, exigiéndoles al Cabildo y al Gobierno de Canarias que colaboren y le ayuden a salir del marasmo y el catatónico en que se encuentra. Les llamo desde aquí la atención a mis paisanos para que luchemos juntos y llevemos a Guía al lugar que le corresponde y nunca debió perder.
Me gustaría decirle a Antonio Morales y Carlos Ruiz, presidente y consejero de cultura del Cabildo de Gran Canaria, por si lo ignoran, que en Guía se encuentra el monumento arqueológico más importante de Canarias según escribió José de Viera y Clavijo en su Historia de nuestro Archipiélago, denominado Cenobio de Valerón, conocido por las Cuevas Canarias, y en sus inmediaciones esta el Tagoror del Gallego y el Morro, que sin lugar a dudas deben tenerse en cuenta y atender sus necesidades de mantenimiento y adecentamiento y no obviarlos desde la Casa Palacio, como lo hizo en su momento Larry Álvarez que publicó en el Canarias7, un mapa cartográfico donde aparecían los asentamientos arqueológicos de Gran Canaria menos los pertenecientes a Guía, y que ahora quienes gobiernan en el mismo publican en la prensa a bombo y platillos unos presupuestos para adecentar todos estos enclaves pero una vez más olvidan los que existen en mi pueblo. Y para terminar recordarle a Fernando Bañolas que si es un buen guiense defienda si es necesario con acritud las excelencias de su pueblo, que cuenta en su haber con cosas muy interesantes como puedan ser, el Camerino de la Virgen, la Casa-Museo de Néstor Alámo, las obras de José Luján Pérez y otras, como ser la cuna del Canónigo Gordillo (José Gordillo y Ramos), que presidió en 1.812 las Cortes de Cádiz, que aprobó la Constitución del 19 de marzo del año citado, conocida como “La Pepa”, del poeta Bento (Rafael Bento) y de otros grandes personajes de la música y la cultura. Ya es hora de que mi pueblo salga del ostracismo en que se encuentra, y somos nosotros los guienses donde quiera que nos encontremos, los que tenemos que luchar con ahínco para que así sea.

JUAN DÁVILA GARCÍA