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domingo, 23 de abril de 2023

* A LA MEMORIA DE “A. PALMADA”



Por: Alfredo Ayala


Siempre, en casa de mis padres, se vivió con intensidad la Lucha Canaria. Incluso, en tiempos en que las riendas de las distintas modalidades luchísticas dependían de F.E.L., la Federación de Las Palmas, estuvo establecida en mi domicilio, en Las Alcaravaneras, en la calle de Blasco Ibáñez, 45.  

Foto: Dionisio Brito, Manuel Marrero, Antonio Ayala y Alfredo Ayala.

Pero mucho antes, cuando teníamos nuestro domicilio en la calle Ángel Guimerá, en el barrio de Arenales, yo estaba más flaco que un podenco y mi padre vió en la lucha canaria la manera que mi cuerpito se desarrollara. Una tarde, me llevó a la sede del decano de la lucha “El Adargoma” ubicada en Educación y Descanso, en la calle de León y Castillo y entró por aquellos enormes salones y saludó a tres leyendas de la lucha, tres hombres irrepetibles y respetados: Buenaventura Benítez, Juanito Mujíca y Pepito González.  Después del saludo, mi padre les dijo: “Aquí les traigo este pollillo para ver si con el ejercicio, recupera algo de peso y lo hacen un hombrito y, después, Maestro Ventura, si aprende a lo mejor tengo en casa un luchador y todo… Yo contaba por aquel entonces unos diez añitos… 

Gané algunos kilitos y debuté, temblando como un flan, el Estadio Insular aquel mismito día en que Manuel Marrero “Pollo de Buen Lugar” y Manuel Suárez “Manolín”, con un estadio Insular a rebosar, agarraron un histórico desafío en el tiempo que se podía titular como el “Ayer y el hoy”. Marrero, superaba los cuarenta y Manolín estaba en su mejor momento. 

Yo seguía muy vinculado a la lucha, incluso me desplazaba en un pirata a las luchadas que se hacían en Telde, Agüimes, Ingenio o la rutas norte: Arucas, Guía, Gáldar. Mi padre, Antonio Ayala, firmaba sus crónicas de lucha con el seudónimo “A.Palmada”. Tenía una pluma ágil y sus crónicas encendían la llama de la pasión en el ambiente luchístico. Era, Jefe de deportes del Eco de Canarias y en ocasiones, cuando la Unión Deportiva Las Palmas, no tenía dinero, ni para pagar a la señora de la limpieza, organizó algunos espectáculos que aliviaron las arcas del club.  

Muchas de sus anécdotas están reflejadas en un libro que publiqué en su memoria, tras su fallecimiento repentino, en 1.973. Un libro ya agotado en el que recoge, la unificación del reglamento, historia de grandes luchadores, anécdotas, curiosidades, etc.  Hoy, con motivo del agasajo o homenaje que se le va a rendir en el Centro Comercial Las Arenas el amigo Pedro Reyes, he creído conveniente recordar una breve historia con sabor isleño que publicó el 3.11.54 en el Eco de Canarias: 

“Pepe González (Funcionario del Banco Español de Crédito), era un muchacho ocurrente, dicharachero, servicial, correcto que gozaba de la estima de quienes le trataron por su manera afable y humilde. 

Suya es la anécdota que se cuenta entre los aficionados a la lucha. Una vez luchaba Pepito González y había ganado por burra, lo llamaron de la grada, como es habitual, para premiarle y un conocido y veterano aficionado le dijo, al tiempo que le daba una peseta… 

-Toma; para que le compres alfalfa a la burra. 

Y Pepito, con esa repentización que le hizo popular, replicó presto: 

“Eche un duro ahí, mano; no sabe que la alfalfa ha subido una barbaridad…”