Él, no era un hombre corpulento. Tampoco, un luchador que se plantara en el terrero y decidiera una luchada. Él, simplemente, era un novio de la Lucha Canaria a la que amó y se entregó de cuerpo y alma, hasta los últimos momentos de su existencia... Nunca lo encontré en baja forma y se tomaba los entrenos, con mucha seriedad. Era, de corta estatura, valiente, con corazón de gallo de riña, que se empleaba en el terrero dispuesto a derribar a sus rivales, aunque en la hora de la verdad su deseo no se convirtiera en realidad... Pero justo es reconocer que era un luchador eléctrico, con jiribilla, inquieto, que desde que oía el pito o la voz de ¡YA!, era como si le dieran cuerda. “Para mí la lucha, amigo Ayala, es arriba o abajo. Estudiar al contrario se hace en los blandeos, en los entrenos. A la hora de la verdad, cuando llega el momento del enfrentamiento solo entiendo atacar, armar luchas y dar espectáculo”.
En su época de esplendor, la Federación Española de Lucha, estaba situada en mi casa, en Las Alcaravaneras, en la calle Blasco Ibáñez, 45. Por ella, recalaban árbitros, presidentes de clubes, luchadores y directivos. Allí, conocí a muchísimos luchadores. Y allí, claro estreché amistad con Francisco Caballero “Panchillo”.
También, como mi padre tenía una imprenta, frente mismo al cine Cairasco, en el barrio de San Nicolás, me resultaba cómodo acudir a los entrenos del Club de luchas Vencedor. En el mismito laboratorio del club rojillo, recibí algunas lecciones del campeonísimo Alfredo Martín “El Palmero”... El Vencedor, tenía un equipo parejo y con buenísimos luchadores en sus filas: Alfredo Martín, Orlando Sánchez, Pollo de San Nicolas, Pollo de los Reyes, el Pollo de la Hoyeta, los hermanos Coruña, Pepe Quintana, “Panchillo” y otros muchos.
Yo disfrutaba muchísimo, con aquellos choques entre iguales. Ver a Panchillo, siempre armando lucha, probando distintas mañas, según el adversario, era gratificante...
Le recordé, la última vez que lo vi, en el Paseo de San José, aquellos enfrentamientos con otro artista El Pollo de Sardina o con los bravos hermanos Reyes, Bartolo Correa, Mendoza, la dinastía de los Calabazas, Tarzán, Carlitos Cabrera. Había, en esa época, un amplio semillero de luchadores, que no decidían los encuentros, pero que con su honradez sobre el terreno, despertaba interés entre los aficionados... Me desplacé hasta el populoso barrio de San José, para ver si Panchillo tenía algún pantalón de “mano metida” para el documental etnográfico “Sobre la Lucha Canaria”, de la serie de TVE “Senderos Isleños”... Él, puso toda la voluntad en atenderme y me remitió al hijo de Juanito Mujica y al nieto del Faro de Maspalomas.
Al despedirnos quedamos para vernos y recordar viejos tiempos, pero desgraciadamente, nosotros proponemos y Dios dispone.
Se nos ha ido un amigo. Otro más, que se distinguió por su caballerosidad y entrega a nuestro deporte plástico: La Lucha Canaria.
Descansa en paz amigo...
ALFREDO AYALA OJEDA