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viernes, 18 de enero de 2013

* RECUERDOS Y CURIOSIDADES DE UN MARATÓN

Hace algunos años, cuando uno tenía fuerzas y ganas, me dio por correr. Solitario, quizás con más voluntad que acierto, sin asesoramiento, empecé poco a poco a trotar. Mi primera pechada me llevó desde las Alcaravaneras hasta el mercado del Puerto… Solo hice este recorrido, porque al pasar por la churrería del puerto me pedí mi ración de churros, mi "cafeyleche", trinqué la guagua y al poco, estaba de vuelta en casa: “¡más limpiaito cuerpo!, me dijo, doña Solita, mi madre, cuando llegué… y siguió rezongando a la vez que me miraba de arriba abajo, como queriéndome tomar la medida… ¡¡Y mañana, claro, más de lo mismo!!! 

¡Coño!, aquello me dolió. A la mañana siguiente, antes que despuntara el día, casi a tientas, me empaqueté mi atuendo deportivo y salí calle abajo dispuesto a todo. Hice un largo recorrido hasta la Puntilla y resistí la tentación de los churros… Poco a poco, me fui trazando metas. Hoy hasta la factoría de Lloret y Linares; mañana hasta el Cementerio de Vegueta; al día siguiente hasta el Túnel de la Laja… 

Un día, no me levanté temprano. Me quedé en la cama. Mi madre, preocupada me dijo: “¡ya te apuntaste a rico!... No, es que correr sólo es aburrido… Pues ayer en casa de Conchita, la tiendita de aceite y vinagre, me dijeron que Sindo, un vecino de más o menos mi edad, también salía a correr. Habla con él y juntos se aburrirán menos. Y eso hice… Nuestras diarias carreras eran cada vez más largas… ¡¡Coño!! Un día nos salimos de la isla… 

Pero todo quedó ahí. Poco a poco, el trabajo, los estudios, la necesidad de arrimar el hombro para sacar la amplia familia pa´lante, invitaba a poner fin a mi atlética actividad… 

Sindo, sin embargo, seguía apuntado a bruto y no estaba dispuesto a dejar de lado lo que consideraba apasionante actividad deportiva… Poco a poco fue adecuando su calzado, aumentando su resistencia y fortaleciendo los músculos… Un día me tocó en la puerta: “Voy a participar en un maratón”. Me lo dijo con mezcla de ilusión y nerviosismo… Me añadió: es en Madrid y necesito algo de dinero… Y como los pobres del agua hacen caldo, le tendí la mano con lo que buenamente pude… A su regreso me contaba Villas y Castillos que yo escuchaba con devoción… Sus maratones, en distintos puntos de la península se sucedieron… 

Un día, estando yo en la playa de Las Alcaravaneras recaló por mis alrededores… Lo encontré más grueso y aquella antigua figura de pejín distaba mucho de la actual… ¿Qué te pasa…? ¿Estás enfermo…? ¿Has dejado el deporte…? 

Ya no corro más… Hace un tiempito, me preparaba para ir a Barcelona… Me estaba entrenando como nunca… Me tracé un recorrido duro… Salía de Las Alcaravaneras, subía la cuesta de Escaleritas, enfocaba por Costa Ayala, El Puertillo, me metía por Montaña Cardones… Aquí surgió lo imprevisto… Vino un señor, con atuendo deportivo, se puso a correr a mi lado y cuando atravesamos un lugar oscuro, me sacó una navaja y me desplumó: se llevó mi mariconera, me quitó el calzado deportivo y a duras penas, descalzo, ensangrentado, llegué a mi casa… 

Desde entonces, para este aspirante se acabó mi etapa deportiva… 

Ya pueden ustedes imaginar mi carcajada… 

ALFREDO AYALA OJEDA

jueves, 20 de septiembre de 2012

* DEL GOLPE DE CALOR AL "TEMBLIQUE"...

El pasado sábado, capté unos cientos de fotografías para el blog que comparto con mi mujer Lydia Díaz. Con la suficiente antelación, nos habíamos repartido el trabajo. Ella, con tambor y bucio, (tal como dicta la tradicional promesa votiva) iba acompañada de sus hijas Mar y Yaiza, su madre Guiller, sus tíos Juan Pérez y Edelmira. Iniciaban el recorrido de la Rama desde Montaña Vergara. Yo, iba a la inversa, comencé peinando la zona desde la iglesia de Santa María de Guía en dirección a la Cuesta de Caraballo, a su encuentro… 


Con mi cámara Nikon, “al golpito”, porque uno no está pa´ muchos trotes, tomé distintas fotos de los balcones ricamente vestidos… Largo rato estuve en el frontis de la casa de Los Morenos y saludé a parte de la familia, que tuvo la gentileza de dejarse “afotiar”. 

El calor era intenso y había que tomarse el recorrido, con muchísima calma… Paré, en San Roque, para refrescarme. Compré, en la venta de Violeta, una botellita de agua y unas pastillas sin azúcar, para evitar alguna bajona… En la ermita, en sus escalinatas, se había depositado algunas ramas de eucaliptus que poco a poco, iban desapareciendo por cuantos acudían a este punto estratégico. El ambiente festivo crecía por momentos. Los más pequeños, con su ramito, las cimbreaban en el aire aromatizando los alrededores de la ermita… 

Tras el encuentro con la familia, en las inmediaciones del hospital, con papagüevos y romeros, con ramas, tambores y bucios, emprendimos el camino hacia el encuentro con la Virgen de Guía… Los Mayordomos, se veían impotentes para controlar la gran avalancha humana… En el interior del templo numerosas cámaras intentaban hacer la foto del recuerdo, mientras bucios y tambores, saludaban a la virgen. Los rostros reflejaban esa mezcla de agotamiento y regocijo. 

Ya en la noche, después del festival folclórico, regresamos a casa rendiditos. A mí, que me gusta el boxeo con locura, estaba dispuesto a ver, en directo, por Marca TV, la disputa del campeonato del mundo entre Chavez Jr y Margarito. La hora de comienzo estaba anunciada para la 1, pero el combate terminó a las 5.30. A la mañana siguiente, a las 9h me puse en pie y me preparé para estar junto a la virgen, en su día más señalado. 

Numerosas fueron las imágenes que capté y que Lydia va capturando y publicando en el blog. Numerosos, también, los saludos a los amigos que habían llegado al festejo, desde apartados puntos de Archipiélago…. 

De pronto, rendido por la falta de descanso y de otro lado entusiasmado por querer estar en distintos ángulos, me sorprendió “la bajona”. Con la vista nublada, tambaleante, llegué al lateral de la iglesia, donde estaba ubicada Lydia con la familia. Me senté y sentí que las fuerzas me abandonaban… Lydia, intentó reanimarme despojándome de camisa y secándome el sudor… Me cacheteó buscando mi reacción y me descamisó y descalzó… De pronto, una mano amiga, Alberto Cabrera... Venía acompañado de una compañera médico de urgencias del Hospital Insular… Pinchazos, medidas de glucosa, tensión… ¡¡¡Una coca-coca!!! Dele un buchito… mientras seguían observándome… Rápidamente, el estetoscopio recorrió distintos puntos del pecho y espalda… lo mejor es trasladarlo en una ambulancia hasta el centro… ya está recuperado, pero por precaución vamos a observarlo en el centro…

Todo transcurrió con rapidez…Numerosos amigos acudían hasta el lugar para saber de mí. Me transmitían ánimos… Me trasladaron al ambulatorio en una ambulancia donde me hicieron las correspondientes pruebas y comprobaron que el “susto” había pasado…. 

Pregunté en el centro ¿qué me ocurrió? Y me dijeron que fue un golpe de calor por las altas temperaturas… A las cuatro de la tarde, abandoné el centro y por mi propio pie regresé al corazón de la fiesta… 

Quiero por ello, ante la imposibilidad de hacerlo personalmente, expresar mi agradecimiento a la Doctora Carmen Rodríguez y a sus padres, dos viejos conocidos de Tenderete y Bodegas; al amigo Alberto Cabrera, chaqueta roja del Aeropuerto de Gran Canaria y director del grupo “La Trova”, al médico y auxiliares del centro de salud de Santa María de Guía, al servicio de Emergencias.

Sin embargo, dejaría de ser yo, si a este momento no le sacara esa chispa humorística… En el ambulatorio, cuando entré, me pareció un inmenso ventorrillo. En sus asientos, numerosos eran los que esperaban, perfectamente ataviados con vestimenta tradicional. Algunos familiares, me dijeron que éramos catorce, los que habíamos recibido atención por el “golpe de calor”… Fue como una romería chica, donde afortunadamente, todos pudimos contarlo, aunque el susto quedara en el cuerpo y en el grueso libro de las anécdotas personales.

Con las “temblaeras” un poco más recuperadas, ya sin “temblique”, me "jinqué" un vasito de vino, un trozo de queso de Guía, unas lapas que me ofrecieron en el camino y una ropa vieja que Edelmira prepara como nadie…

Gracias a todos y mis disculpas por si alguien se me quedó en el tintero.

Por cierto, ya Lydia recuperó el color y yo, ya tengo firmeza en las piernas, esas extremidades inferiores que los antiguos llamaban “las temblaeras”.

ALFREDO AYALA OJEDA

jueves, 26 de abril de 2012

* PONME UN RON, QUE CUANDO BAJE TE LO PAGO…

Pepito, es un listillo… Hoy, con el paso de los años, peina canas… Está, quizás, más asentadito, más calmado, pero continúa con sus viejos hábitos y, seguramente, morirá con ellos… “Pepito”, desde que dio sus primeros pasos, se le adivinaba carilla de ruin… De mataperros que en aquellos tiempos, de alpargatas, cartilla de racionamiento, llamaba la atención, pero con el paso de los años, muchísimo más… Pepito, tenía avergonzada a la familia que se veía impotente para encauzarlo por el camino del orden establecido… Algunos íntimos, para calmar a la angustiada madre, ponían a modo de curatodo, la eficaz medicina del tiempo para este tipo de andancio… Otros, veladamente, sentenciaban la amenazadora frase de la época: ¡cuando vaya al cuartel, lo harán un hombrito!...

Sin embargo, a medida que los años transcurrían, la conducta de Pepito se agudizaba. Iba de mal en peor… Pepito, solía decirle a su madre, para disipar su preocupación: “Máa, esto es un estilo de vida” y finalizaba en tono orgulloso: “¡soy un adelantado de la época!”.

Pepito, representa a uno de eso irrepetibles personajes que desde que vio las primeras luces llegó, para vergüenza de sus padres, con el título de “joyita” tatuado en el alma… Pepito, es más hablador que un loro y hasta dotado de un pronto chistoso que le servía para allanar el camino de sus propósitos. Es dicharachero. Tiene, lo que considera una virtud, la habilidad de embaucar a quien le presta oído. Un amigo, atinadamente, decía sobre este particular personaje: “tiene la cara más dura que el culo de un muñeco de los de antes”… y bajo un aspecto de bonachón es de los que aprovechan la buena voluntad de la gente, para sacar el sable de la funda y pegar un “sablazo” al que trinque… “Yo cubro una necesidad, pero no costeo un vicio”, le decía el propietario de la tiendita de la esquina… Otro tendero, que venía escaldado de las artimañas del “colgadera”, solía decirle, sin que nuestro protagonista se inmutara: “tienes una forma de pedir que parece que das”…

Pepito, era como Atila: por donde pasaba aburría hasta el paisaje. Cuando “quemaba” un territorio, cambiaba de “echaero” buscando nuevos incautos… La voz de ¡¡viene Pepito!! corrió por dentro y fuera de la ciudad como reguero de pólvora. Pero la voz había corrido tanto que su territorio cada vez era más estrecho. ¡Coño!, decía: cada día es más difícil “jincarse” un pizco de ron… Pero Pepito, tenía más caparazón que una tortuga boba, parecía crecerse ante las negativas…

Un día, en una tiendita de aceite y vinagre, pegó un tremendo “fiao” y el tendero tenía una calentura de esas de “tres, caballo y perica” porque Pepito, no aparecía a saldar la deuda. Mientras más envejecía los números en la manoseada libreta de los fiaos, más aumentaba la calentura del tendero…

Como eran tantas sus deudas había olvidado una cuenta pendiente y traspasó el umbral de la tiendita de “aceite y vinagre” con una amplia y embaucadora sonrisa… ¡¡ ponme un ron que cuando baje te lo pago!!

Y sin dejarlo caer respondió el tendero: Pepito, cuando bajes te lo pongo…

ALFREDO AYALA OJEDA

sábado, 24 de marzo de 2012

* DE CUANDO LA MAREA, MARCABA LOS TIEMPOS…

Anoche, al filo de la madrugada, cuando las maguas me invaden, necesitaba encontrarme conmigo mismo… Pensar…, reflexionar…, ordenarme interiormente… vagar por viejos recuerdos… Adentrarme… Ponerme en la piel de amigos, compañeros con los que compartí momentos y situaciones, quizás lejanos en el tiempo, pero muy fresquitos en mi memoria… paseos por bochinches, por descampados con Fernando Díaz Cutillas, con el que me sucedieron muchísimas curiosidades como aquella en la que hicimos un alto en el camino, allá por los comienzos de los ochenta… Estábamos en la isla de Fuerteventura grabando uno de los tantos programas de la serie “El Pueblo Canta”, en los alrededores de la casa del folclorista afincado en la isla, Esteban Ramírez de León… Habíamos terminado una de nuestras grabaciones y, tras una ducha reparadora, nos dispusimos a cenar… Nanino, recuerdo, me dijo: han abierto una marisquería en Corralejo: “Casa Juan”, dice que está en un descampado difícil de encontrar a esta hora de la noche… ¿lo intentamos…? La noche era joven y nos pusimos en marcha…

No era por esa época del Corralejo de intenso ajetreo turístico que hoy conocemos repleto de apartamentos y hoteles, despersonalizado… Era, el Corralejo de pescadores… Era el Corralejo que tuve ocasión de conocer, cuando la marea y no el reloj, marcaba los tiempos… Era el Corralejo repleto de intenso sabor a pueblo y olor a salitre…

En una de las esquinas, al sereno, nos encontramos con alguien, que apuraba las últimas bocanadas de un cigarro mecánico… le preguntamos por Casa Juan y le dimos toda clase de detalles… Parco en el decir, nuestro hombre nos dio una explicación a la vez que exacta sorprendente… “sigan por aquí – nos señaló con el dedo—derechito… cuando les ladre un perro majorero que está amarrado, caminen unos cien metros, se desvían a derecha y lo encontrarán”… Y dicho y hecho… caminamos por el “descampao”, ladró el perro, y después de caminar, tras un montículo, apareció Casa Juan.

Nuestra llegada coincidía con el cierre del establecimiento… Juan, su propietario, nos agasajó y nos colmó de atenciones sirviéndonos dos jarras de cerveza, bien tiradas y fresquita… Enhebramos la conversa y poco a poco, en la intimidad, nos dijo: “de aquí no se van sin llevarse entre pecho y espalda unas viejitas fresquitas que me llegaron al oscurecer”… No pudimos resistir la tentación… Juan, poco a poco nos fue sirviendo algunas tapitas entre las que estaban dos productos de la tierra: las lapas y el queso viejo…

La conversación giró en torno a la manera de solventar algunos problemas de conservación de alimentos, como las tocinetas y la elaboración del “queso enterrao”, de que en otro momento les hablaré más detenidamente…

ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 27 de febrero de 2011

* EL RÍO Y EL RISCO, DOS FRONTERAS...

Hoy, entre mis recuerdos y vivencias, me viene a la memoria, aquel encuentro con una poetisa de la isla de la Graciosa que contaba en versos las penas y alegrías de un pueblo. Fue, un encuentro casual en un recodo del camino. Es una historia larga, levantada día tras día,

Con esfuerzos y sacrificios de los pobladores de La Graciosa, inicialmente pastores y por imposición de la necesidad pescadores, tuvieron que adaptarse al medio…

En mi mochila, no solo recuerdos. También, tristeza... Vidas mirando fijamente a mar y al Risco de Famara, a la otra orilla… El Río y el Risco: dos fronteras para dar cualquier paso.

Al Risco de Famara había que llegarse obligado por todo: por la vida y por la muerte: a por agua y a por sal, a vender el pescado y a adquirir los víveres, en busca de socorro, para nacer si el parto era difícil y hasta para enterrar a los muertos.

Ante tanta adversidad, conocí a distintas mujeres de la isla. Mujeres que con su trabajo, han cimentado la historia de todo un pueblo…

Mujeres como Agustina, artesana que trabaja en las vistosas camisas gracioseras; Catalina Betancor, la abuela de la isla; Adoración Curbelo que, a la sombrita, hacía empleitas para confeccionar los clásicos gorros de la isla… Y siempre, con la vista fija en el mar, Inocencia Pérez



POESIA DE INOCENCIA PÉREZ

Tú eres mi isla Graciosa tan bonita y tan pequeña

Que voy a hacerte una cuna para yo mecerte en ella

Y te cantaré una nana con una voz de sirena

Y un dulce sueño te envuelve a la luz de las estrellas.

Y al amanecer te despertará la aurora,

El canto de las gaviotas que son madrugadoras

Y tú entornaras los ojos un poco medio dormida

Escuchando con el alma esa dulce melodía

Que las aves marineras improvisan cada día.

Las olas lavan tu rostro y la brisa lo embellece

Y tú como pequeñita te da miedo y te estremeces,

Y ella con galantería te está diciendo al oído:

"No llores mimosa mía, que entre mis brazos te abrigo".

Yo te pido Graciosa que el día que yo me muera

No me dejes pasar frio, tápame con tus arenas.


La isla de la Graciosa, me dejó profunda huella. Por eso, en otra ocasión contaré la historia de este pueblo con todo lujo de detalles, curiosidades y anécdotas…

Hasta entonces…

ALFREDO AYALA OJEDA

martes, 11 de enero de 2011

* LOS CINES DE "ANTES" Y CURIOSIDADES.


Los cines de barrio, han ido desapareciendo. Casi sin darnos cuenta, levantamos la cabeza y notamos la ausencia de numerosas salas que, casi de un plumazo, ya no están el paisaje. Yo, cuando pequeño, acudía al cine Goya, en el barrio de las Alcaravaneras, a la matiné. Frente al cine, la heladora “La Moderna”, donde Pepito, así se llamaba el dueño que tenía un ojo a la virulé, hacia unos helados de bendición. Al lado del cine, haciendo esquina con la calle de Alemania, Anita “la negra”, vendía chochos, manzanas de caramelo y alquilaba los cuentos: "El Jabato”, “El Cachorro”, “El Guerrero del Antifaz”, “Superman”, etc. No había dinero para adquirir los TBO y esa era la forma que se estilaba para darle rienda suelta a la imaginación.

En el cine Goya, también abría sus puertas para ofrecer al público los “desfiles de variedades”. Un gran plantel de artistas locales subían al escenario para ofrecernos espectáculos dignos: Los timplistas de la época Juanito Valerón y Casimiro Camacho; el showman Félix de Granada, la cantante Solita Ojeda, magos, humor y algún que otro debut como el de Pilarín de España, una chiquilla quinceañera que cantaba canción andaluza.

Estos espectáculos que gozaban del clamor popular también se celebraban en otros cines, como el Avellaneda, el Rialto, el teatro cine del Puerto, Hermanos Millares, etc.

Mucho antes que todo esto, mi madre me contaba que los asistentes a la sala aplaudían a rabiar, cuando alguna figura importante cantaba en la película. Se ponían en pié y la sonora salva de aplausos se prolongaban en el tiempo, como sucedió con Carlos Gardel o Jorge Negrete…

Poco a poco, con la llegada del turismo, los multicines, la televisión, fueron acabando con estos espectáculos.

Todo esto viene a cuento porque el año pasado uno de los cines importantes de la capital, el Royal, se fue desmoronando por las repetidas embestidas de los tractores. No miento si digo que se me empañó la vista cuando las máquinas dieron sus primeras dentelladas… Porque este cine, como todos supongo tiene la historia de un flechazo entre el padre de la canción canaria, el gran Néstor Álamo y la irrepetible Mary Sánchez… Mary, a la que quiero muchísimo, en Teror, en vísperas de la festividad de la Virgen del Pino, me contó muchas curiosidades de don Néstor, que se divulgaron en una entrevista que le realicé para Televisión Canaria en el 2.009. En nuestra larga charla, Mary me dijo que Néstor fue al cine Royal, donde ella hacía una de sus galas. La esperó en el camerino y alguien le dijo: “Mary, Néstor te está esperando. Quiere hablar contigo”. Mary, nerviosa, en compañía de su marido Tomás Moreno “Maso”, atendió a Néstor quien desde entonces comenzó a crear canciones para Mary Sánchez.

Recuerdo incluso una afortunada respuesta del dueño del cine de Ingenio que en cierto día decidió cerrar las puertas del cine y construir viviendas, cuando uno de los vecinos del barrio observó que los camiones se llevaban los escombros de la vieja sala, le dijo al dueño.

-¿Pero hombre a quién se le ocurre derribar el cine con la historia que tenía?

La respuesta, a modo de pregunta, no se hizo esperar…

-¿Cuánto tiempo hace que no vienes al cine…?

- La verdad, que hace algunos años...

- ¡¡ Pues por eso lo cierro!! ¿Para qué quiero un cine, si no viene el público?


ALFREDO AYALA OJEDA

domingo, 30 de mayo de 2010

* MIS PRIMEROS PASOS EN LA TELE

Yo comencé a trabajar en la Tele, allá por 1.968, por una coincidencia. Estaba en la redacción del hoy desaparecido periódico “el Eco de Canarias”, cuando sonó el teléfono. Buscaban a alguien que pusiera en marcha un magnetofón, copiara “el parte” (1) de Radio Nacional, lo transcribiera en papel y se lo entregara a los locutores para que lo leyeran en los informativos, vamos en los Telecanarias. Era, la televisión que acababa de llegar a la isla, una televisión carente de medios que no tenía teletipo, ni conexión vía satélite y cada emisión parecía más un milagro, que otra cosa.

Pero había una gran dosis de buena voluntad. Las noticias del mundo -las que llevaban un soporte de imagen- se emitían con 24 horas de retraso y los partidos de fútbol podíamos disfrutarlos viéndolos al día siguiente. Pero teníamos que darnos con un canto en el pecho porque, por fortuna, había llegado la televisión a las islas. Pronto se hizo realidad aquel dicho: “lo dijo la tele”, como argumentando que lo que decía la tele era palabrita del niño Jesús.

Allí, conocí un poco más a Pascual Calabuig, hombre fuerte del deporte, a la locutora de moda: Loli Rosales, aquella locutora que se aprendía las cosas de memoria y las contaba a la cámara, sin leer el papel donde tenia el guión; a Marisa Naranjo y fui testigo de los primeros pasos de Paco Montesdeoca, en la Tele.

Conmigo otra persona recogía los demás “partes” de Radio Nacional de España. Se llamaba Lino Chaparro y llegaba a la Tele, allá en lo alto de la Casa del Marino cargando con una máquina portátil de la marca Olivetti. Él, alquilaba esa máquina a la Tele por 500 pesetas… Con eso se da una idea, de la carencia de material que tenia la incipiente televisión. Dos programas, acaparaban la atención: Bonanza y Cancionero y en torno al televisor, nos reuníamos la familia y algún que otro "agregao" que recalaba con el motivo de hacer una visita, que era la disculpa para quedarse a ver la tele. Muchas veces, incluso, vencidos por el sueño y las horas ante el televisor, nos quedábamos dormidos y familia y visita amanecíamos delante de la tele que emitía un chisporreteo de sonido y una imagen repleta de nieve.

Recuerdo, cosa que conté recientemente en Barcelona, cuando me entregaron el Premio Talento 2.009, por toda una vida trabajando detrás de las cámaras… Mi abuelo, vivía en la calle, aunque no se llamaba así la conocían por este nombre, “calle del cuerno”, paralela a Molino de Viento. Cuando yo empecé a trabajar en televisión, como colaborador, le dije: “Abuelo, estoy trabajando en la Tele” y mi abuelo que no se fiaba de nada ni de nadie, se puso a ver la tele. Claro, no me veía. Cuando crucé al día siguiente para pedirle “la bendición”, me dijo: “¡los niños, no son mentirosos!”…

¿Y eso, abuelo?

- Usted me dijo que trabajaba en la televisión y yo ayer, me puse para ver a mi nieto y no lo vi…

Abuelo, es que yo trabajo dentro, y no salgo en imagen…

- ¡Entonces, tú no trabajas en la tele! ¡Tú eres oficinista!

Cualquiera lo sacaba de su error… Además para más Inri, mi abuela que sabia leer le decía: ¡¡ahí esta Alfredito!! Y a él que no sabia,  se le saltaban los ojos y no me veía…

- Felisa, ¿dónde está?

- ¡¡En las letras!!

- ¡¡¡¡¡¡Vete pal ca…!!!!


(1) el “parte” era el boletín informativo de radio Nacional.

ALFREDO AYALA OJEDA

martes, 4 de mayo de 2010

* LOS VERSOS DEL POLLO DE ARRECIFE

Yo conocí al Pollo de Arrecife. Lo conocí de actor, de luchador, de poeta, de tertulia y partida de dominó en el Parque de Santa Catalina. Por eso, porque lo había visto con su burro y su carro por los alrededores del Parque de Santa Catalina cargando maderas y viéndolo manejar los sacos de papas con la misma facilidad que cartuchos de humo, se del tipo de hombre que era.

Lo ví luchar en sus mejores momentos y cuando ya solo era nombre, con muchos años encima y con aquella figura atlética vencida por la flacidez. La última vez que me lo tropecé fue en Arrecife, en la calle principal frente al Cabildo. Estaba sentado en un banco…

-¿Qué pasa Pollo?

Y estirando su espléndida mano, estrechó la mía que se perdía entre la suya… ¡Hola Ayalita!

(Yo era Ayalita. Hijo del desaparecido periodista Antonio Ayala. Él era Ayala, así, rotundo. Parecía darme a entender que yo, todavía, no llegaba a calzar el apellido con respeto. Vamos que me quedaba grande)

Recuerdo, por contar alguna cosilla de las ocurrencias de Heraclio Niz Mesa, que así llamaba el Pollo de Arrecife una vez en el viejo palacio de los deportes de la época de las Palmas de Gran Canaria: “El Campo España”, había acudido muchísima gente a ver la tarde de luchas que tenia como atractivo el desafío a cinco luchas, de ellas las tres mejores, entre el más grande: Alfredo Martín “El Palmero” y el eléctrico José Pulido “Camurrita”.

Eran dos hombres de una talla muy similar, luchadores de verdad, con mañas imposibles. Camurria, más dicharachero, más locuaz. El Palmero, más serio, de menos palabrerío…

El Pollo de Arrecife, atraído por el cartel que se anunciaba llegó al Campo España luciendo un terno oscuro a rayas y una corbata larga y no de pajarita como llevaba en otras muchas ocasiones, cuando se endomingaba.

El encuentro terminó y un atrevido le preguntó al Pollo:

-¿Y la pajarita…?

Y el pollo que era rápido en reflejos le replicó:

USO CORBATA LARGA
Y NO DE PAJARITA
PORQUE SABÍA QUE EL PALMERO
LE GANABA A CAMURRITA…
En otra ocasión, cuando yo era delegado federativo de la Federación de Lucha de Las Palmas, acudí a presenciar y llenar el acta de la luchada en la zona de San Gregorio, Telde, en hora de la mañana y por la tarde, seguía para Ingenio para el campo de Los Molinillos a ver otro encuentro en el que luchaba el Maninidra.

Pues bien, era el regreso después de una larga inactividad de Heraclio Niz. Venia gordo, se le había pasado el arroz pero tenia todavía en su almacén físico alguna reservas del hombre que fue y de sus tremendas revoliás… El Pollo, aún así se quedó en el terrero y su equipo, se anotó la victoria.

Nos sentamos a almorzar juntos en el restaurante que había en el mismo terrero…Allí el Pollo habló de sus actuaciones, de luchadores y de mil cosas. De pronto, una silueta a contraluz se puso en la puerta oscureciendo el comedor…

Era Loreto, el veterano luchador del Maninidra que en tono "coñón" se dirigió a Heraclio. ¡Ahhhhh!, ¡estas almorzando!… mucho tienes que comer para que no te de unos pencazos esta tarde…

Y el Pollo, volvió a sacar su impronta:

PESO CIENTO Y PICO KILOS
EN BRUTO Y NO EN NETO
¡¡ABRE EL OJO,
QUE TE PARTO EL CULO: LORETO!!
El Pollo de Arrecife, trabajó en varias películas en Las Palmas y en Arrecife… Aquí lo recuerdo, en Tirma, con aquella belleza de Silvana Panpanini y en Lanzarote entre otras, con aquella espectacular mujer Raquel Wells

Y para terminar contaré una más del Pollo de Arrecife…

El Pollo, ya lo había dicho tenía mucha tecla con mi padre. Con el aprendió a hacer sus primeros garabatos de escritura Él permaneció en Las Palmas de Gran Canaria hasta que sacó, en Arrecife una plaza de guardia municipal. Nada más llegar a la isla conejera, se compró uno de esos utilitarios: un seiscientos.

Para mejor comprensión de los que no están al día en la lucha canaria, diré que hace muchos años los luchadores tenían nombre y apellidos. Eran conocidos así: Don Justo Mesa, Matías Jiménez… Más tarde, llegó el distingo del Pollo. El pollo, era el mejor del barrio, del pueblo, del municipio etc.… Y pollo era el hombre que destacaba de la “pollería” (gente nueva o joven)

El coche, flamante, era blanco. Y dentro, el Pollo tenía que ir encogido, porque era una habitación estrecha para albergar a semejante hombre.

El pueblo, sabio en sus aseveraciones, bautizó al 600, con el nombre del huevo… y cuando le preguntabas ¿por qué el huevo?, te contestaban: “¡porque el pollo va dentro!”

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 24 de febrero de 2010

* RECORDANDO A GREGORIO EL GUARDIA

Gregorio, era un guardia único. Gozaba del prestigio y de la consideración de la gente del pueblo. Él, tenía sus inquietudes y su afán de superación. Alternaba, su empleo de guardia municipal con los estudios nocturnos en el Instituto Pérez Galdós, en Tomás Morales…

Numerosas son las anécdotas que se cuentan de Gregorio… pero vamos primero a situarlo en su puesto de trabajo para entenderlo mejor… Él, prestaba sus servicios en el cruce de Bravo Murillo con Triana… Estaba subido en un tacón de unos 40 centímetros de alto desde donde dirigía el tráfico. Era una época en la que todavía los semáforos, no habían llegado a las islas…

Gregorio era divertido y hacia con gracia y prontitud su trabajo… pero los lunes, para él, tocaba llenar la quiniela… y lo hacía de una manera curiosa… aleatoriamente, armaba una carajera con el pito, se bajaba del tacón y se dirigía a cualquier conductor y lo mandaba a parar… entonces, sacaba el block del bolsillo y le preguntaba al conductor: ¿Real Madrid- Español? Y el conductor entre incrédulo y sorprendido le respondía “equis” y así hasta completar los catorce resultados… Así era Gregorio…en otra ocasión acababa de llegar por las islas la revolución: “La minifalda” y las muchachillas nuevitas pues rápidamente se la encasquetaron… las miradas, los suspiros, estaban a la orden del día… pero Gregorio festejaba el momento de una manera más curiosa…Él, cuando veía una muchacha vistosa, con minifalda y dispuesta a cruzar la calle, él paraba el trafico y hacia el gesto a la joven para que cruzara por el paso de peatones, era como si convirtiera el paso de peatones en una pasarela… y ni que decir tiene que los colores se le subían a la joven que caminaba con las piernas temblonas, la felicidad por dentro y la vergüenza por fuera…


Y, cuando se avecinaban las navidades, los conductores y comerciantes de la zona, se acercaban hasta el lugar donde él dirigía el tráfico para regalarle algunas botellas de vino, coñac, gallos, cabritos, turrones…Gregorio era un hombre muy querido, que jamás le faltó el detalle del pueblo cuando las fiestas se avecinaban.

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 10 de febrero de 2010

* ¡¡¡ QUIETAS LAS VACAS AHÍ!!!

... El día que Maestro Salvador “el de Abelardo”, se presentó en el Pérez Galdós…



En el Teatro Pérez Galdós, de Las Palmas de Gran Canaria, un grupo, creado por iniciativa de Totoyo Millares y que respondía al nombre de “Los Gofiones”, irrumpía en nuestro panorama musical anunciando su debut a bombo y platillo… Pocos, ni los mas optimistas, pensaron que andando el tiempo, Los Gofiones se convertirían en el referente de nuestra música tradicional y popular…

Por la época que me refiero, el 3 de octubre de 1.968, en el señorial Teatro Pérez Galdós, un puñado de hombres, con vestimenta “campurria”, estaban en el firme empeño de andar por veredas y caminos; por pueblos y pagos, para encontrar las raíces perdidas de algunos de nuestros temas que nos han dado carácter… El Teatro, estaba de bote en bote… No cabía un alfiler…

Los Gofiones, en los ensayos, estaban que se salían… y eso en la época de penuria que se vivía corrió como la pólvora por la ciudad y por el interior de la isla…

El folclore, en esos años estaba casi en manos exclusivas de la Sección Femenina y venía siendo hora de que toda esa muestra de sentimientos, de identidad, estuviera enmarcada, dirigida y fomentada por otras manos más expertas…

Por esa época, estaba de moda la minifalda y el guardia Gregorio , como ya recordé en otro artículo… La gente moceaba por la calle de Triana, yendo y viniendo desde el barranco Guiniguada hasta el parque de San Telmo, echándole el ojillo a las pibas que caminaban en sentido contrario… Allí, era el momento de suspirar, de enamorar… de buscar compañera “para siempre”…


Triana era un gigantesco suspiro de corazones que buscaban el calor de una compañía y, después de unos arrumacos…

Ese mes de octubre, ya nadie iba a la playa. La temporada con las mareas del Pino, casi terminaba y solo los turistas y unos pocos se atrevían al baño… Recuerdo una anécdota de un vecino de Las Canteras que vio a un turista bañarse en pleno invierno, con un frío que pelaba y olas de altura considerable que se acercó al guardia de la zona y le dijo: “¡saque a ese hombre de ahí!” ¡¡No ve que va acoger una pulmonía!!!

Y el guardia, ya acostumbrado a estos gestos de valentía, de ingleses y suecos, le contestó…

¡¡¡Estos turistas, están locos!!!

Pues así era nuestra isla… de ritmo reposado, sin prisas y con un turismo que cada vez era más numeroso…

Pues volviendo a la actuación de los Gofiones, digamos que al Teatro Pérez Galdós no se va de cualquier manera… allí hay que acudir con el trajito de los domingos, de estreno, bien aseadito y todo eso. Claro que las mujeres jovencitas llevaban la prenda de moda: la minifalda… Era la revolución ver esas niñas, con soltura luciendo su palmito y enseñando sus cimientos…

Los Gofiones, habían invitado, a un personaje extraordinario… Era una de las máximas preocupaciones por uno de los cantos mas tradicionales: “los cantos de trabajo”. Y era una preocupación porque nos habían invadido las prisas y los rápidos cambios a los que estaba sometida la sociedad, ponían en peligro esa costumbre.… Y se trajeron como exponente a una persona de talla… Maestro Salvador “el de Abelardo”…

Todo estaba a punto, el sonido preparado y momentos antes de subir el telón… Maestro Salvador, que se había dado una vuelta por el patio de butacas hasta la calle, luciendo su cachorro, su faja, y su Virginio, llegó alarmado… ¡Don Paco!, ( Paco era uno de los componentes distinguidos de Los Gofiones y el que lo había invitado a estar en el escenario del Teatro), ¡sáqueme de aquí…!

¡¡¡Pero Maestro Salvador!!! dijo Paco…

¿Dónde me has traído? ¿Tú te has paseado por ahí y has visto el escándalo?

El escándalo, eran las mujeres luciendo, con aquéllas breves faldas, las pantorrillas….

Sí y qué, Maestro Salvador… ¡es la moda!

¿La moda?, Esto esta lleno de putas… ¡¡¡sácame de aquí….!!!

Claro, maestro Salvador llegaba de los altos de Gáldar, era el hombre rural extrapolado a los nuevos aires que se respiraban en la ciudad… Se hizo popular por su canto de trabajo “arando con vacas”… andando el tiempo, el programa Tenderete, lo reclamó, también de la mano de Paco Sánchez… Fue la primera vez que alguien interpretaba un canto de trabajo en Televisión Española…


Y, Maestro Salvador, “el de Abelardo”, sorprendió a la audiencia, con su voz y su estilo inconfundible y aquella frase que se hizo popular: ¡¡quietas las vacas ahí!!!...

ALFREDO AYALA OJEDA

viernes, 29 de enero de 2010

* LOS HUEVOS FRITOS DE "ROQUE FARO"

"Canarias Viva" fue un serie que se emprendió para, además de hacer un recorrido con modernos medios por todos los 87 municipios de las islas, recoger la historia, el arte, la curiosidad, personajes, escritores, paisajes y todo lo que puede dar de si cada uno de ellos…

Recuerdo cómo la mayor de las curiosidades Caleta de Fuste, en Fuerteventura, un tractor, pegadito al castillo, empezaba a remover la arena de la playa para empezar a levantar un amplio recinto turístico que se conocería, como “el Castillo” y tal es la aceptación del lugar que la construcción se remonta desde la recogida caleta de la playa hasta lo más alto de la montaña…

Lo mismo sucedía en otros puntos del archipiélago… En cierta ocasión, queríamos retratar y contar como vivía la gente del Tablao, de Garafía, Roque Faro, Franceses, Gallegos…esa cara más oculta o alejada de la capital de la isla de La Palma. Todavía estaba en uso aquellos encargos que le hacían al chófer de la guagua, en su recorrido desde estas zonas hasta la capital…llévele esto a Juanito, el va a recogerlo a la parada o chófer, cuando esté en La Palma (así llaman a la capital de la isla los que están fuera del casco capitalino), tráigame…

Pues bien nosotros, cuando terminamos una de esas jornadas de grabación, decidimos ir a comer a Roque Faro… la comida suele ser carne de cordero o cabra, alguna sopa y poco más… Pero tiene un sabor de escándalo… así que después de comer el primer y segundo plato pues pedí un postre… No, no tengo nada de postre… mire para la estantería y vi unos duraznos y unas latas de piña tropical y le dije pues póngame un huevo frito… y claro ante la carencia, todos pedimos lo mismo…

Esperamos pacientemente que el hombre abriera las latas y nos trajera el postre…y cual no fue nuestro asombro cuando aparece con una bandeja y seis huevos de gallina fritos…

No hombre no…era esto y esto, le explicamos…pero deje los huevos fritos… los huevos, tenían una pinta del quince… rojos, recogidos, grandes y apetitosos pues no pudimos resistir la tentación y devoramos los huevos con rapidez…aquella yema parecía que había que cortarla con un cuchillo… Y estos huevos de dónde son…y el camarero me dijo, venga pa´cá me señaló fuera del local a través de la ventana y vi un bando numeroso de gallinas que estaba sueltas, escarbando la tierra, buscándose la vida…ese era el sabor y el secreto de aquellos sabrosos huevos.

Después muchas veces más recalamos por la isla...y una de nuestras visitas, era ir a Roque Faro a comernos esos sabrosos huevos de la tierra…

ALFREDO AYALA OJEDA

jueves, 28 de enero de 2010

* BAILE DE TAIFAS

De cuando....
... Marcial López fue a un baile de taifas
Quizás los momentos más divertidos de mi vida los he pasado con Marcial López, majorero él, de ojos grandes y azules, con aspecto casi árabe, nariz aguileña, paletas “aseparadas” y piel cuarteada por el sol. Posee ese difícil arte de la improvisación y un déjame entrar, que ya lo quisiera para sí Aznar. Es un muchacho de buena familia y hasta en sus años mozos tenía unos zapatos de dos colores: blanco y canelo. Todo un lujo para la época en que los pollillos íbamos descalzos o con aquellas alpargatas que por el uso le salía en la puntera un agujero, por donde el dedo gordo asomaba para anunciar que había que pensar en renovarla.

Marcial, vive en Puerto Cabras, en Fuerteventura. Mantener relaciones en la época con el sexo contrario era tarea difícil.

Había que esperar, el nacimiento de alguna criatura para celebrar las velas de parida que duraban ocho días y donde el acontecimiento era celebrado por todo el pueblo. Acudían allí, gente de todas las edades, se jugaba y si había algún timplillo, hasta se bailaba. Entre los juegos de relaciones figuraba el de las prendas y si se usaba el ingenio para llamar la atención de las chicas casaderas, había que consultar con los padres.

Otra de las maneras era estar al día y espera un baile de taifas. Taifas, son tandas. Y se desarrollaba en una habitación que se habilitaba cuando alguien se casaba, en las fiestas del Santo Patrón, al finalizar la cosecha, etc. Etc. Había un mandador que se ocupaba de que en la corta habitación, donde se celebraban las taifas, sólo entraran los varones que cupieran en ese breve espacio. Así, si había dentro de la habitación cuatro mujeres, acompañadas siempre por la madre, sólo podían entrar cuatro hombres. Se tocaban tres piezas y una vez finalizadas, otros nuevos varones sustituían a los anteriores, que pasaban a ocupar de nuevo la cola hasta que les tocara el turno.

Marcial se enteró en Puerto Cabras, que en La Matilla había un baile de taifas. Se puso guapo como el sólo y para no estropear los zapatos se ató los cordones y se los puso entre hombro y pecho. Salió temprano para cubrir caminando los casi diez kilómetros que distan un punto del otro. Fantaseaba por el camino con la mujer de sus sueños y poco a poco cogía cuerpo su juvenil imagen imaginándose al lado de una cría de senos turgentes y redondos, de labios carnosos y estrella cintura. Entre sueños y el sudor del ajetreo llegó al lugar previsto en las primeras horas de la noche. Las notas de la guitarra y el timple se escuchaban desde lejos. Se puso en cola a esperar su turno… cuando llegó, bailó los sones de la tierra. La muchacha con la que hizo pareja parece que no le disgustaba nuestro hombre. Y como el tiempo era corto, había que hacerlo largo cediendo y quitando la arretranca que jincaban las mujeres con la mano puesta en el hombro del varón para hacer de freno y dejar claro que de ahí pa´lante ni un paso.

Marcial, viendo que la cosa era fácil, intentaba subir la rodilla para acercarse a las partes húmedas, pero la criaturita había venido con una faja de tubo, al uso, que impedía el acercamiento pretendido. Marcial sudando a mares. El reloj caminaba deprisa y hasta podía coger un enfriamiento cuando terminaran las piezas del baile y tuviera que abandonar el salón. Pero no había manera. La faja, se resistía una y otra vez y aunque él, con redoblado esfuerzo intentaba vencerla resultaba inútil. Y se acabó el tiempo. Marcial con magua abandonó el salón. La cría le dijo a la madre: “mamá, voy al baño”. Y al baño fue y se quitó la faja de tubo, recuperando la libertad de sus extremidades desde los muslos a la cintura. Marcial fuera esperaba a que el tiempo corriese lo más posible para verse con su amada, ajeno a lo que había hecho su pareja. Le llegó el turno a nuestro hombre que en ese larguísimo descanso le había servido para recuperar fuerzas. Nueva tanda y nuestro hombre encontró la novata mirada de su chica. Los dos se acercaron al centro del salón. Nada más sonar los primeros acordes Marcial buscó la estudiada posición. Y volvió a subir la rodilla esperando vencer a la faja, pero al estar ésta ausente, la rodilla se estrelló con violencia contra el bajo vientre de su pareja. Las fatigas, el desvanecimiento, el rubor, dejó encendida la cara de la angelical muchacha. La madre, rápidamente, acudió a ver que le pasaba a la niña, preguntándole a Marcial, que era el que la sujetaba. Marcial balbuceando, le dijo: ha debido impresionarse al verme; esto ocurre con frecuencia. Y salió eslapado del lugar, antes de que la familia pudiera enterarse de lo ocurrido…

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 20 de enero de 2010

* FUERTE BROMA, CABALLERO

La Unión deportiva Las Palmas, nuestro equipillo amarillo, allá por sus inicios, tenía situada su sede en la Calle Luis Antúnez, en el número 1… La citada calle hace frontera con Ciudad Jardín… Eran unos momentos delicados en los que se carecía de toda clase de recursos…Eran tiempos en que no se tenía ni pa´pagar a la señora que lavaba la ropa del equipo… La situación inicial, era tan penosa que el teléfono del club estaba situado en el populoso bar Vigo, frente mismo a la sede…


Un poquito más abajo, haciendo esquina con León y Castillo, otro barcito muy popular, el de "Pancho Monea”, tenía una actividad intensa y una clientela que podíamos decir “fija”. Pancho Monea, era un hombre con mucha chispa… había sido futbolista y gozaba de consideración entre los asiduos…

En el bar de Pancho Monea se estilaba jugar partidas al subastao y al dominó… allí, por turno, las sillas del bar era como camas de los submarinos…se levantaban unos y se sentaba otros…vamos que el asiento no se enfriaba nada más que cuando Pancho cerraba… Entre los habituales, estaba Cirilo… Cirilo era, el mirón…ese clásico que al jugador no le gusta que esté cerca, que todo lo sabe, aunque no largue palabra…Cirilo solo con un gesto aprobaba o suspendía el acierto o el error del jugador… Y ¡coño!, ¡¡eso jode!!

Pero Cirilo, como humano que era, también descansaba…vamos que se daba sus cabezaditas… para ello, llegado el momento, le daba la vuelta a la silla y usaba el respaldo de la silla para apoyar los brazos y, sobre ellos, inclinaba la cabeza… Entonces, ronquido va y ronquido viene que exasperaban a los que allí estaban… Un día, un gracioso tocado con esa capilla de mala "milk", decidió gastarle una broma a Cirilo, para acabar con tan desagradable situación… habló con los que estaban en el bar y todos asintieron…

La cabezadilla de Cirilo, hay que decirlo, tenía una duración inglesa… empezaba a la hora en punto y terminaba 20 minutos más tarde… Era tan puntual que la convocatoria de su cabezadita parecía que eran citaciones que le enviaban desde el Juzgado… Al despertarse miraba su “longines” y con un gesto, aprobaba la cabezadilla.

La broma consistía en cerrar las puertas del local, apagar las luces, no fumar, ni encender mechero o fósforos y seguir jugando a oscuras como si nada pasara…

Y claro, llegado el momento, con Cirilo dormidito, se cerraron las puertas, el local se quedó más oscuro que el sobaco de un cuervo y las voces seguían: “no… si tú te doblas, a mi no me dejas salir… eso me pasa por jugar con quien no sabe….en la otra mesa…¡envío!, en fin las voces más elevaditas para sacar a Cirilo de la profundidad del sueño…. Cirilo se despertó… con los ojos de par en par, no veía un carajo mientras seguía escuchando a los demás que la partida se desarrollaba con normalidad…

El corazón de Cirilo se movía como un flan y cada vez se aceleraba más…no daba crédito a comprender lo que pasaba… de pronto, rompió su silencio….

¡¡¡¡SOCÓRRANME!!!!, ¡¡¡¡AUXILIO!!!! ¡¡¡POR FAVOR, ESTOY CIEGO!!! ¡¡¡SÁQUENME DE AQUÍ…. ¡¡¡RÁPIDO, UN MÉDICO!!!

Claro las risas aparecieron y el descojono fue tremendo…las luces se encendieron y, dicen las malas lenguas que Cirilo, jamás cambió la posición de la silla ni se pegó ninguna cabezadita más en el bar de Pancho Ponea…

ALFREDO AYALA OJEDA

miércoles, 23 de diciembre de 2009

* EL PRIMÓN


En todos los barrios existen personajes que parecen descolgados de un cuadro. Y claro, Costa Ayala, no iba a ser una excepción. Esos son los dominios de dos personajes populares. Uno de ellos es Vicentillo. A Vicentillo, vamos a decir, le falta un hervor. Roza casi el 1.57, una dentadura “aseparada”, una mirada feliz y noblota y coronado por un disco duro donde archiva un sinfín de canciones. Sólo con un refresco, Vicentillo se pone en marcha, simula distintos instrumentos y canta a destajo. No le puedes pedir que te haga tal o cual tema. Él canta a su antojo. Cuando le parece, dice: “me estoy quedando ronco y no puedo seguir cantando”. Entonces es el momento justo de invitarlo a otro refresco. Una Cola, una Mirinda, es gasolina suficiente para que, mirando al tendido, explaye.

El Primón, es otro personaje. Quizás con doble personalidad. Lo conocimos en un vivero de la zona. Allí, altivo, escondido debajo de un sombrero, sudando a mares por la alta temperatura del invernadero, atiende arrogante y distante a cuantos se acercan. Siente un mimo exquisito por las plantas ornamentales y es un trabajador de esos que sueña todo empresario. Parco en el decir, tieso como un palo y mirada desafiante contrasta con ese desdoblamiento de personalidad cuando llega el momento en que finaliza su trabajo. Es entonces, desde que termina de asearse, cuando se conoce a su otro yo. El sombrero que lucía cubriendo su bien poblada cabellera, lo lleva ahora a medio lado; su tiesa figura se engoruña y arqueado desanda el camino, en busca de algunos pizcos de ron que le endulcen lo que resta de la tarde-noche. Al Primón lo conocen bien por la zona y su recorrido es inalterable. “Yo siempre hago el Tres Caballo y Perica”—ese símil que usa, como jugada segura en el envite, define su recorrido habitual—

Su seriedad en el trabajo contrasta ahora, con su chispa humorística, con su pronto. Ya cuando llega al último bar viene desplomado, totalmente arqueado, la mirada perdida, pero la lengua totalmente afilada para repeler las bromas que le gastan los asiduos.

Una noche, en una de esas correrías nocturnas, el dueño del bar se disponía a cerrar las puertas de su establecimiento. Había previsto en sus planes sentarse cómodamente en su sillón frente al televisor y seguir las incidencias de la final de la copa de Europa de fútbol. Echaba en falta al Primón que, cosa rara, y quería huir antes de que apareciera para que no le jeringara sus proyectos. Sabía, para sus adentros, que le iba a jugar una mala pasada al Primón, pero el fútbol, era el fútbol y de la misma manera que los aviones se esperan en los aeropuertos, los partidos importantes se esperan delante del televisor. Se dispuso a apagar las luces y echar la arretranca a la puerta… Sabía que si el Primón llegaba y lo trincaba cerrando que estaba obligado a largarle los lingotazos y adiós partido de fútbol… Sólo le había dejado caer la puerta metálica cuando una voz le sorprendió, en plena faena…

¡Coño, plegando velas tan temprano…! Hay una brisa suave, se puede navegar a todo trapo, una luna brillante que no hace falta ni encender las luces y usted recogiendo… ¿qué pensaba…? ¿Dejarme al garete…?

El dueño del bochinche, medio caliente por tener que alterar sus planes, le contestó contrariado y en tono irónico:

- No son horas, Primón…

- Pos sí que está bueno esto. El dueño de un bar rechazando a un cliente fijo… Seguramente, le sobra el dinero.

El propietario, viendo que la conversación podía eternizarse, subió la puerta a la vez que le decía con cierto cabreo sordo:

- ¿Qué le pongo al señor…?

A lo que nuestro personaje replicó:

- Al señor, le pone usted una vela, a mi me pone un ron.

ALFREDO AYALA OJEDA

lunes, 14 de diciembre de 2009

* GORRÓN Y CUENTA NUEVA

Eran dos amigos inseparables. Pululaban por las calles de aquella plácida ciudad de los años cincuenta, en un recorrido habitual, entre el Bar Polo, mercado de Las Palmas y el casino.

Ambos, eran dos personajes de aquellas ilustrativas tertulias, donde se analizaba la actual situación de la isla, la política, las letras, etc. Eran también, amantes de jincarse los piscos. Uno era muy tacaño, y el otro no andaba boyante de dinero.
En cierta ocasión, esas penurias, los llevó a tener un encuentro dialéctico desacostumbrado...

-¡coño!... ¿tú no pagas nunca...?
- Verás... Tengo miedo de llevar dinero encima. De esta manera, si algún ladrón me asalta para robarme, de mi no saca ni una peseta.
- ¡claro!, así..., a ti no te asaltan, a mí sí. Y encima yo corro con todos los gastos... Tú,  a beberrequiar, y yo, a pagar. Esta, querido amigo, es una situación que obliga... Después de tantos años de estar contigo, sin verte el más mínimo detalle, hoy quiero tomar una sabia decisión, que debí adoptar hace mucho tiempo. Me voy al bar Polo, a tomarme unos vinos, si tú quieres ir, hazle frete a tus gastos.

Y de esa manera, los dos llegaron al bar... Uno se fue a la barra y el otro ocupó posición en una mesa. El dueño del bar, extrañado por ese divorcio, preguntó al que estaba atracado en la barra.

- ¿Qué le pasa a tu compañero?
- ¡Que es un colgaera...!

El dueño del bar, le afeó su conducta, invitando a que reinara, nuevamente, la cordura y se restableciera la armonía. Pero nuestro hombre, aqunque por momentos parecía ceder, mantenía el tipo...

- Es que llevo toda la vida, pagándole las copas y a él no se le ve, ni siquiera la intención de pagar.

Nuevamente, el dueño del bar, lo atajó:

- A mí, me da tristeza, verlos separados, ustedes que siempre se han llevado bien... Acércate a él, que yo esta noche, invito a las copas, y hagan las paces...

Nuestro hombre, a regañadientes, dio media vuelta y se acercó hasta la mesa, donde estaba su amigo, le extendió la mano y le dijo:
- "Gorrón y cuenta nueva"

Es una historia, de ayer y de siempre....

ALFREDO AYALA OJEDA

sábado, 28 de noviembre de 2009

* ¿QUIÉN LO FORNICÓ A USTED?, PARA QUE ME FORNIQUE A MI

De cuando... a Andrés le preguntaron y a usted ¿quién lo fornicó?

Segundina es una mujer de las de siempre. Viuda desde muy joven, conoció a un matrimonio amigo mío Andrés-Julia, y rápidamente intimaron. Ambos se contaron sus problemas y necesidades. El matrimonio demandaba alguien responsable que velara por los intereses de la familia y Segundina, ofrecía sus servicios a cambio de ayuda económica. Y como cada uno tenía lo que le faltaba al otro, sellaron el pacto… Más de veinte años de existencia dura esta transación comercial. Andrés y Julia, constituyen un matrimonio excepcional y Segundina que es abnegada como una madre, no se queda a la zaga. Son, desde el inicio de la relación como una familia. Todos se respetan y partiendo de esa base es fácil que reine la armonía. Segundina es lo que podríamos llamar, a estas alturas de la vida, en la que todo son triquiñuelas: una joya.

Segundina es como el barómetro de la calle. En ocasiones Andrés conversador y dicharachero como él solo y que sabe darle a las sobremesas un calor especial y que quiera a Nina como el que más nos comentaba como lo corrige y sentencia cualquier conversación: “ayer la tele dijo…”, como si todo lo que la tele diga vaya a misa. Y Andrés, calla…

Segundina, es de esas mujeres que cuando niña acudió al colegio y los padres, por necesidad tuvieron que interrumpir sus clases para que trabajara y echara una mano a la casa. Confunde las palabras, y le pega, con frecuencia sus patadas al diccionario.

En cierta ocasión, el matrimonio estaba almorzando, acababan de llegar de su trabajo y se disponían a degustar los platos que amorosamente Segundina les había preparado. Segundina, sin más preámbulo se dirigió a Andrés.

. Don Andrés, ¿me gustaría que me dijera quien lo fornicó a usted para que me fornique a mi?

Don Andrés, sorprendido, pero acostumbrado a estas preguntas a bocajarro, replicó: ¿qué está diciendo Segundina?

. Sí, hombre… Aquí no estuvo el otro día un hombre a fornicar y echó unos polvos para matar las cucas.

El matrimonio no pudo contener las carcajadas y Don Andrés, le aclaró: El hombre que vino aquí, lo que hizo fue fumigar, que equivale a echar insecticida para eliminar a los insectos; usted me pregunta por fornicar y fornicar es hacer el amor.

Don Andrés, ¿usted me entendió? Pues no, hay palabra mal dicha , sino mal comprendía….

Y así es Segundina….

ALFREDO AYALA OJEDA

martes, 17 de noviembre de 2009

* "TARFAYA" MI PERRO

Mi casa, cuando pequeño, era un Arca de Noé. Tenía una cabra, más bien una "jaira", porque hay que saber distinguir entre cabra y jaira. Jaira, es la cabra que se tiene en la azotea o en el traspatio de tu casa. La "Jaira", así con mayúsculas es como una parte de la familia. Ella tiene trato familiar. Se alimenta de las sobras de la casa y necesita los mimos de los componentes de la familia. la jaira, se selecciona de entre las mejores cabras del ganado porque ella tiene la finalidad de suministrar la leche a la familia. Incluso, recuerdo que mi madre me decia cuando la cabra estaba descompuesta: "Alfredo, lleva la cabra al médico" y allí iba yo con mi cabra dos calles más lejos a dejársela a Fabianito, que tenía un macho con unos cuernos enormes y un pestazo horrible que era quien la curaba, sin medicinas ni nada...

También tenia tres palomas, una de ellas estaba viajada de Tan-Tan y de Villa Cisneros... quiero decir que teniamos pocos animales, pero mi favorito era mi perro: Tarfaya, nombre que le puso mi padre, que hizo el servicio militar cuando la guerra en el Sahara...

Mi perro era de esos que hoy se conocen cómo “mil leches”. Mi padre, le hizo una caricia en la calle y el perro lo siguió hasta casa donde comió, bebió y descansó. Desde entonces se quedó en casa. Era de color blanco y algunas manchas canelas. Todos los días, jugaba con él en mi barrio de Las Alcaravaneras, dónde nací. Subíamos, cuando salía del colegio por aquellos arenales, atravesábamos las jaimas (casetas) de los moros que allí tenían temporalmente, y alegres íbamos de un lado para otro.

Tarfaya, mi perro, era obediente y listo como el hambre.

Eran esos tiempos donde se tenía permanentemente la puerta de la calle abierta, con un gancho y llegaban por allí los vecinos a pedir o darte algo… Cierto día, una de esas vecinas, en tono alarmado, gritó: “¡Alfredito!, ¡Alfredito! ¡Qué se llevan a Tarfaya…!

Salí, todo lo rápido que pude y ví trasponer al camión con mi perro dentro: eran los perreros… Los perreros, hacían pasadas por todos los barrios para coger a los perros abandonados… Hacían una labor de limpieza a la sociedad, pero mi perro estaba limpito, lo cuidábamos como uno más de la familia. Al poco, apareció mi padre… le conté el caso y no dudó en salir a buscar el perro… bajamos toda la calle y cogimos la guagua hasta el mercado de Vegueta… Allí mi padre tenía una amigo y nos llevó directamente hasta el túnel de la Laja ( hoy devorado por el progreso)… El amigo Nicolás, por lo que yo entendía o tenia experiencia en este tema… y calmaba nuestra impaciencia…

Llegó el oscuro de la noche y nos tuvimos que marchar de allí, con la intención de volver al otro día… mi padre, desde temprana hora, me levantó de la cama: “vamos hijo”, y de un salto estaba lavado, vestido y dispuesto… en la puerta, nos esperaba el coche del amigo Nicolás.

Pues vamos pa´llá…. Llegamos al Goro (muros redondos levantados con piedra seca) y allí no había ningún perro, ni nadie… nos sentamos encima de una piedra y a descansar…Al poco, apareció un muchacho que nos dijo: algún perro de los de ayer era suyo”, preguntó.

Yo, le respondí: “si, era mío”.

Y nos respondió: pues anoche los tiraron a todos a la Mar Fea… la Mar Fea es un lugar peligroso con mucha corriente, que tiene una cueva en la cual, las olas golpean con violencia en ese encrespado mar…

No me lo creía. Lloré, lo que no estaba escrito. ¡Mi perro! ya no lo vería más.

Entonces, desandamos el camino. Y regresamos a casa.

Qué tristeza me invadía. Y desde aquélla infancia creía que aquello, si no era el fin del mundo, se parecía mucho… no almorcé y era tremenda la angustia que tenia… Tarfaya lo era casi todo para mí; era mi amigo inseparable…

Pasaron dos días y una mañana, tempranito, casi sin fuerzas, arrastrándose, llegó a la puerta de mi casa… Venía, el pobrecito maltrecho: cojeaba y tenia un ojo que parecía se le iba a salir del casco… Mi padre estaba en casa y salimos corriendo al viejo Campo España, donde se ejercitaban numerosos galgos… allí le hicieron las curas y aunque perdió el ojito yo veía a Tarfaya como el perro más bonito del mundo…

ALFREDO AYALA OJEDA

sábado, 14 de noviembre de 2009

* DE CUANDO LA U.D. NO TENÍA...

... ni para pagar a la lavandera.

Yo siempre fui muy padrero. Buscaba, cualquier ocasión para estar con mi padre. Una mañana, me dijo quieres ir al campo conmigo, que tengo que preparar un espectáculo de lucha para beneficio de la Unión Deportiva Las Palmas, rápidamente, me puse el pullover y me subí al coche...recuerdo que en Tamaraceite, paramos y en plena carretera, en un bar compramos un papelón de huevos duros y un puño de sal, para aguantar el camino... allí, en Cambalud, nos vimos con el “Pollo de Buen Lugar”, estuvimos probando unos carneros para "la pelea de Carneros"... que mi padre quería incluir en ese espectáculo. Recuerdo que, como si fuera una pluma, Manuel Marrero me levantó y me puso sobre la barandilla del lugar donde estaba un rebaño de ovejas.

Pues quién me iba a decir que andando el tiempo, este encuentro escrito con todo lujo de detalles lo entregaría en el Cabildo para que lo publicaran (1.975). Dos años después de la muerte de mi padre.

Por eso digo que, esta historia que hoy entresaco de esa publicación, es tan real como la vida misma. Así como también es real que la Unión Deportiva Las Palmas, aquel club que nació de la unión de otros cinco club de la isla, no tenía ni para pagar a la lavandera...

"Manolín" y el pollo de "Buen Lugar" agarraron un "desafío".

La Unión Deportiva estaba atravesando una dura crisis económica porque por lo visto los gastos de mantener al equipo eran mayores que los ingresos y se iniciaron recolectas, tómbolas, bailes, festejos, etc. para recabar fondos con destino a las arcas del club representativo. Pero una luchada de aquella época con precios módicos y escasa asistencia ¡qué podría significar económicamente que pudiera servir de algo al fin que se perseguía? Pensé que había que hacer algo que se saliera de lo normal, un espectáculo con base en la lucha, pero que tuviera más atractivo. Y me dediqué como primera providencia, a hacer un guión. Incluía en el "peleas de carneros". "juego del palo", "levantamiento de arado" y la luchada. Pero todavía me parecía poco atractivo para movilizar la masa. ¿Que podría ser?

De repente me vino a la memoria la fama y el prestigio de Manuel Marrero “Pollo de Buen Lugar" que ya estaba retirado de la lucha. ¿Querría Manolo colaborar con esta luchada? ¿De qué forma? No lo sabía, pero había que hablar con Marrero. Y hacia allá nos fuimos, Dionisio Brito, mi hijo Alfredo y yo.

Pasamos por Cambalud, donde trabaja Marrero y no lo encontramos. Estaba en su casa, en Buen Lugar. Marrero, nos recibió sonriente, pero intrigado. Creo que estaba pensando: "¿qué querrá este Ayala de mí?". Y se lo dije. Y me respondió.

-Yo estoy viejo ya; soy un carcamal. ¿Dónde voy yo a luchar?

Le argumenté a Marrero, le puse por delante el nombre de la Unión Deportiva y fue cediendo. Marrero no quería tomar parte en la lucha corrida; encontraba que ya no podía ponerse en forma para una empresa de este tipo y se resistía (tenía razón).

Le salí por caderas

-¿y un desafío Manolo?

Lo pensó mejor.

- ¿un desafío...? ¿Con quién?

Yo lo llevaba estudiado

-¿qué te parece con "Manolín"?

"Manolín", Manuel Suárez era entonces el luchador de más cartel, el que estaba de moda.

-No hombre, ese un chico joven y fuerte, que además sabe luchar. ¿Dónde voy yo ahora a ponerme en la pista con ese muchacho...?

Pero yo adiviné que le estaba gustando la idea.

Mira Manolo, con un chico como "Manolín", que sabe luchar, que es airoso, tú puedes hacer un gran papel. No te digo ganarle, porque no es fácil, pero no te va a sorroballar. Y si me apuras un poco...

Se fue animando y salió su punto de luchador; de gran luchador.

-Pero para ello yo tendría que entrenarme mucho. ¿Y con quién me entreno?

Muchacho, en Arucas, con Pepe Araña ¿no?

Bueno ya cedido Marrero en más de un cincuenta por ciento, yo lo daba por hecho. Pero Marrero quería que se contara antes con su jefe, y con el mismo Araña. Fuimos a ver a su jefe, que le pareció bien la idea, después de preguntar a Marrero si estaba dispuesto y no iba a hacer el ridículo; y luego vimos a Araña en Arucas.

-Si hombre yo hecho una mano con Manolo Marrero. Este se pone en forma enseguida (Araña era de un optimismo encantador)

Y todo, por lo que respecta a Manuel Marrero, quedó decidido... Había que hablar con "Manolín". Le expuse mi teoría y con alguna resistencia, aceptó. Todos lo hacían por la tierra, porque estaba de por medio la Unión Deportiva Las Palmas. Y se concertó el desafío, se fijó la fecha y empezamos a perfilar detalles.

Yo vine entonces a ver a Manolín, pero sin saber ni siquiera por donde atacarle, porque yo entendía que era una papeleta difícil y muy delicada proponerle un choque con Manuel Marrero "Polo de Buen Lugar", en el que él no tenía nada que ganar y si mucho que perder, aunque en el deporte, no ganar o perder, ni pierde ni gana porque lo importante - a pesar del tiempo- es participar.

"Manolín", se resistió, pero le gustó la idea. Él iba a ser - aunque ya lo era- el centro de atracción de todo el mundo del deporte. Le decíamos entonces por aquélla época, como elogio máximo "El molowny de la lucha" Y fiando también en que podría con el veterano campeón, pero más por hacer un servicio a la causa deportiva, me dijo que sí. Bueno, no me dijo que si sino que ya me contestaría, pero yo adiviné que diría que sí. Le apremié para que se decidiera lo antes posible y al día siguiente, con su calma, con su acento de hombre reposado, muy tranquilo, pero cogido en las redes de la ilusión, me dijo:

-Vamos a sentarnos para hablar de eso.

Nos sentamos en la terraza del ya desaparecido Campo España de León y Castillo y yo me puse en guardia, pues aunque tenía confianza plena en las reacciones de Manolín, que fue siempre un caballero, no sabía por dónde me iba a acometer.

Nos sentamos

¿Qué pasa "Manolín? ¿Dispuesto ya?

-Bueno, hombre; vamos a hablar primero. Ya sabe que la gente hablando se entiende, ¿no?

Pues sí hombre, hablemos ¿qué quieres saber?

Se sonrió, me miró y muy amable me dio a entender, con un ligero gesto que esperaba que yo hablara.

Mira Manolín, -le dije-

-Que sí, que es verdad. Pero ¿vamos a hacer un desafío o una exhibición?

Bueno yo creo que hay que presentarlo como desafío ya que va a hacer una agarrada de cinco luchas, pero en realidad no va a pasar de exhibición. No obstante, haremos lo que tú quieras.

-No, no; yo ya digo que voy a colaborar y lo que usted haga bien hecho está.

No se habló más. El objetivo previo estaba cubierto.

Por supuesto, que no tardé en comunicarle a Manuel Marrero la conversación con Manolín y su deseo de que se trataba de una exhibición y no desafío, tal cual se entiende por desafío... A él le pareció muy bien y todos quedamos de acuerdo.

Recuerdo que Manuel Marrero me preguntó: ¿está muy fuerte Manolín, y yo le dije "eso ni se pregunta". Manolín" estaba pasando el mejor momento deportivo de su vida y se mostraba irresistible, máxime para pegar con un hombre que ya estaba entradito en años.

Foto: Dionisio Brito, Manuel Marrero, Antonio Ayala y Alfredo Ayala, concretando el desafío entre Manuel Marrero y Manolín.

La primera parte estaba lograda. Los nombres de Manolín y Marrero iban a figurar en los carteles con grandes caracteres, todo encaminado a reunir en el Estadio Insular a la mayor cantidad de público buscando la finalidad principal: recaudar fondo para el club representativo, que pasaba una época de penurias como no se recuerda otra.
Yo sabía que el Faro de Maspalomas, por aquellos tiempos andaba muy mal en lo económico y no quise comprometerlo con una actuación benéfica en la que estaba previsto que nadie cobraría una perra, pero quería meter en el espectáculo una demostración de poder con levantamiento de arado. "El Faro" era un fenómeno en esa especialidad, pero estaba visto. Nadie dudaba de su facilidad para poner el arado en el aire con reja y todo y ello quitaba incertidumbre que es la palabra mágica para crear un clima de expectación en torno a cualquier manifestación. Ideé que fuera Hermenegildo Ramírez, el famoso “Brazo de Hierro", el que se ocupara de ese número, pero Hermenegildo no había levantado en su vida ni una caña de pescar... Hablé con Gildo y se lo dije- Se horrorizó porque no tenía ni idea de lo que había que hacer, pero por su parte...

-Bueno tú estate tranquilo que yo te aviso para ir a Telde que el Faro te enseña a levantarlo.

Y así fue. Nos encaminamos a Telde una tarde, acompañado del directivo de la Unión Deportiva Las Palmas, don Salvador Cuyás Díaz, don Dionisio Brito. Vimos al Faro, le hablamos de lo que se trataba y aunque salió el prurito del más fuerte, se presentó con gran voluntad de servicio a enseñar a Hermenegildo. Nos fuimos a un cercado y allí se hicieron las primeras pruebas, con un arado de mentirijilla.

Quedamos emplazados para otro día y volvimos pero ya con arados de mayores dimensiones... Pepe, "El Faro", se pegó con los tres y con el último, uno enorme, le puso hasta la reja... Hermenegildo no podía... Pero había que hacer el intento. Y en San José encontró un arado más pequeño y se ejercitó.

Ya teníamos otro número montado. El espectáculo se estaba culminando.

Cómo la tenía el consentimiento de los clubs Adargoma y Rumbo para hacer la luchada solo había que reforzar a uno de los bandos con algún puntal de Tenerife, nos fuimos a buscarlo y fue Ramón Hernández el que se encargó de ir a Tenerife para hacer la gestión y la de encontrar a dos hombres especializados en la vecina isla, expertos jugadores de palo.

Quedaba un número de poder atractivo: las peleas de carneros. Manuel Marrero, nos ayudó mucho en este aspecto y gracias a él pudimos conseguir seis carneros dispuestos a cabecearse.

El objetivo se estaba cumpliendo. Pero quedaba la trastienda.

La trastienda es la parte más delicada de todos los espectáculos. Y en razón de esta trastienda hay muchas veces en las que se tiene que transigir con ciertas cosas que a uno no le gusta hacer. ¡Pero ocurre cada cosa...!.

El desafío o a exhibición estuvo a punto, varias veces, de suspenderse, aunque seguí anunciando a bombo y platillo sin dar un paso atrás. Manuel Marrero en una de las veces que nos vimos allá por Casablanca, que es donde vive Manolo, me dijo que de los primeros entrenamientos estaba partido. Pero me puso la carne de gallina cuando me afirmó casi rotundamente que no "estaba dispuesto porque iba a hacer el ridículo". Yo veía que todo el castillo se venía abajo con estrépito. Y yo no quería fracasar en lo que entendía que era una organización perfecta y que podía ser el gran espectáculo.

No le hice mucho caso, dejando correr el tiempo cuando estábamos a quince días de la lucha. Pero me quitó el sueño de tal, que yo daba más vueltas en la cama que un molinillo. Y le daba vueltas a mil soluciones, sin encontrar ninguna aceptable. Entre otras razones porque el lanzamiento estaba hecho, el taquillaje, del que se encargó la Unión Deportiva, a la venta y las localidades vendidas en más de un 25 por ciento.

-Oiga - me dijo Manuel Marrero- que ese muchacho me va a tirar como un saco de papas; y yo no quiero que mi nombre se vea pisoteado...

Yo tampoco sé como está de fuerte ese muchacho y sin agarrarse de un hombre nunca se sabe lo que este puede dar.

Era una insinuación...

Bueno pues hicimos todo lo que creíamos que debíamos hacer para que no se estropeara lo mucho y bueno que ya estaba hecho y en ese aspecto fue Manolín el que facilitó la realización.

Pasó la tormenta.

Yo en mi afán de interesar a la gente en el espectáculo, creyendo que el Faro de Maspalomas no iba a intentar nada, anuncié que Hermenegildo, el hombre más fuerte de las islas, iba a levantar el arado y que la organización iba a dar un premio de diez mil pesetas a cualquier espectador que levantase el mismo arado que levantaba Hermenegildo.

Foto: Hermenegildo Ramírez, haciendo una demostración de poder

¡Pa´ qué fue aquello!

Aquel mismo día por la noche fue "el Faro de Maspalomas" al Campo España a verme. Venía en son de paz, pero yo sabía de sus intenciones. Empezó por saber si era verdad lo de las diez mil pesetas. Le dije que sí, aunque yo sabía que no. Y me respondió:

-se lo digo porque en Telde hay un cochino, así como yo, de San Antonio que va a venir, y ese levanta un arado tan grande como el de Hermenegildo.

Lo vi venir

Si ese cochino así como tú, eres tú mismo dile que digo yo, que no se moleste porque no va a sacar nada.


Hablamos y el Faro se tomó unas copas que yo invité, al salir me dijo.

-¿a qué hora empieza eso?

Para toda la gente el domingo a las cuatro de la tarde; para ti el lunes a mediodía....

No sé si me entendió, pero se rió...

Yo sabía que se proponía el Faro de Maspalomas y le corté la retirada... Me hablé con Camurrita, tan magnífico luchador con buenísima persona, y le puse en antecedente.

"Desde que Hermenegildo levante el arado, tu entras en el terrero y te lo llevas pa´la caseta.
Enseguida me preparas una pareja de luchadores y que salgan a luchar...

Camurrita cumplió aquello al pie de la letra, pero desde las tres de la tarde, una hora antes, los porteros me estaban mandando recados de que el Faro de Maspalomas estaba allí, en la puerta, con un arado y dispuesto a entrar.

La orden fue tajante.

Ni él ni él arado pueden entrar: que lo entretengan. Y así fue. Una vez que Hermenegildo hubo levantado el arado y estaba bien escondido. Me llegué a la puerta y vi a Pepe el Faro que me estaba haciendo señas desde la calle.

-¿Qué pasa Pepe?, le dije, haciéndome el nuevo...

-¡Que no me dejan entrar!

-¿Cómo que no te dejan entrar? ¡Pasa hombre!

Y entró con la mujer. Pero cuando entró ya no había nada que hacer porque yo había adelantado el levantamiento del arado, saltándose el orden del espectáculo para que no hubiera ni la más remota posibilidad de que el Faro pudiera intentar nada.

Después me preguntó Don Salvador Cuyás que, qué hubiera hecho yo si el Faro hubiera entrado a tiempo.

-Sencillo, don Salvador: suspender el número del levantamiento del arado por indisposición de Hermenegildo...

Por: ANTONIO AYALA