
Recuerdo cómo la mayor de las curiosidades Caleta de Fuste, en Fuerteventura, un tractor, pegadito al castillo, empezaba a remover la arena de la playa para empezar a levantar un amplio recinto turístico que se conocería, como “el Castillo” y tal es la aceptación del lugar que la construcción se remonta desde la recogida caleta de la playa hasta lo más alto de la montaña…
Lo mismo sucedía en otros puntos del archipiélago… En cierta ocasión, queríamos retratar y contar como vivía la gente del Tablao, de Garafía, Roque Faro, Franceses, Gallegos…esa cara más oculta o alejada de la capital de la isla de La Palma. Todavía estaba en uso aquellos encargos que le hacían al chófer de la guagua, en su recorrido desde estas zonas hasta la capital…llévele esto a Juanito, el va a recogerlo a la parada o chófer, cuando esté en La Palma (así llaman a la capital de la isla los que están fuera del casco capitalino), tráigame…

Esperamos pacientemente que el hombre abriera las latas y nos trajera el postre…y cual no fue nuestro asombro cuando aparece con una bandeja y seis huevos de gallina fritos…
No hombre no…era esto y esto, le explicamos…pero deje los huevos fritos… los huevos, tenían una pinta del quince… rojos, recogidos, grandes y apetitosos pues no pudimos resistir la tentación y devoramos los huevos con rapidez…aquella yema parecía que había que cortarla con un cuchillo… Y estos huevos de dónde son…y el camarero me dijo, venga pa´cá me señaló fuera del local a través de la ventana y vi un bando numeroso de gallinas que estaba sueltas, escarbando la tierra, buscándose la vida…ese era el sabor y el secreto de aquellos sabrosos huevos.
Después muchas veces más recalamos por la isla...y una de nuestras visitas, era ir a Roque Faro a comernos esos sabrosos huevos de la tierra…
ALFREDO AYALA OJEDA
Qué buena la anécdota Alfredo. Yo recuerdo que en la misma isla, La Palma, hace ya unos cuántos años, fuimos a almorzar a un bar en Los Llanos y se nos ocurrió pedir un poco de ali-oli. Nuestra sorpresa fue que no lo conocían. El camarero con cara de asombro, nos preguntó que qué era eso. Claro, era entendible porque aquí en Gran Canaria estaba empezando a hacer furor esa milagrosa receta. Ja, ja.
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