Entra en mi improvisado despacho, un rayito de sol… Parpadea el ordenador al que anoche estuve pegado durante largas horas… las pilas, poco a poco, se me van cargando… Me resisto a abandonar la cama y a duras penas recupero mi verticalidad. Ojeo la fecha y compruebo que el día de San Antonio, el casamentero, ha quedado atrás… asomado a la ventana observo que todavía, en la habitación de la vecina una vela está prendida. Seguramente, pienso, remontándome al siglo pasado, habrá elevado sus oraciones al santo para pedirle un hombre de “medio pelo”… Bueno, un buen pretendiente que…
No fume,
Ni beba vino;
Que sea divertido…
Que no pierda el tino…
En San Antonio, se deposita la fe y se pide, con insistencia, la pérdida de la soltería… Una copla, procedente de Méjico, dice, argumentando la desesperación por el paso del tiempo, así:
SAN ANTONIO MILAGROSO,
YO TE SUPLICO, LLORANDO
QUE ME DES UN BUEN ESPOSO
PORQUE ME ESTOY PASANDO…
Modernamente, traducido a la época actual, algo así como “que se le pasa el arroz…"
Dice, una gran amiga mía: Teniendo fe, la tradición se cumple; que San Antonio, es un santo Cupido que cumple siempre las complicadas peticiones amorosas… Basta, me decía con vehemencia, aunque ella es empedernida soltera, con solicitarle la petición amorosa, encenderle una velita y poner, bajo la almohada, una estampita del Santo… Si ese año, la petición no surte efecto, hay que castigarlo, poniendo la estampita boca abajo, como castigo…
Santos, los hay para todos los males y remedios: San Martín de Porres, al que hay que golpear con perejil, si no se cumple los deseos; San Valentín, el moderno invento de los centros comerciales; Santa Rita, que “lo que se da no se quita…” que, de paso, en las elecciones, que se celebraron el pasado día 22 de mayo, el dicho saltó por los aires, porque lo que se dio, se quitó...
Incluso, los cambios son tantos que ya ni el refranero se pone a de acuerdo. En pocos años donde se dijo digo, se dice Diego… Siempre oí el refrán: “hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo” y ahora, le amplían el plazo a la estación veraniega y, aprovechando que los tiempos están tan revueltos se dice: “Hasta San Juan, no te quites el gabán”. Es que a no se sabe, ni la estación en la que se vive… ¡¡Esto es el fin del mundo!! como diría mi amiga la panadera.
Lo cierto es que pasada la festividad de San Antonio, asoma San Juan. En la víspera, nos bañaremos en el mar; haremos las grandes hogueras y quemaremos en ella los recuerdos que pretendemos olvidar; lo viejo arde…cartas que consumirán las llamas; saltaremos las hogueras para purificarnos y haremos nuestras peticiones de amor, esperanza y de renovación… “las tres papas”, “el plomo derretido”, “mirarnos en el agua”, “arrojaremos una bella flor para saber quien la recoge”…
Y en la amanecida, en distintos pagos, los más pequeños serán sometidos a la cura de la hernia en el drago, en el mimbre o en la higuera…
Llegan tiempos de purificación: Fiestas de Agua y fuego.
ALFREDO AYALA OJEDA
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