Los cines de barrio, han ido desapareciendo. Casi sin darnos cuenta, levantamos la cabeza y notamos la ausencia de numerosas salas que, casi de un plumazo, ya no están el paisaje. Yo, cuando pequeño, acudía al cine Goya, en el barrio de las Alcaravaneras, a la matiné. Frente al cine, la heladora “La Moderna”, donde Pepito, así se llamaba el dueño que tenía un ojo a la virulé, hacia unos helados de bendición. Al lado del cine, haciendo esquina con la calle de Alemania, Anita “la negra”, vendía chochos, manzanas de caramelo y alquilaba los cuentos: "El Jabato”, “El Cachorro”, “El Guerrero del Antifaz”, “Superman”, etc. No había dinero para adquirir los TBO y esa era la forma que se estilaba para darle rienda suelta a la imaginación.
En el cine Goya, también abría sus puertas para ofrecer al público los “desfiles de variedades”. Un gran plantel de artistas locales subían al escenario para ofrecernos espectáculos dignos: Los timplistas de la época Juanito Valerón y Casimiro Camacho; el showman Félix de Granada, la cantante Solita Ojeda, magos, humor y algún que otro debut como el de Pilarín de España, una chiquilla quinceañera que cantaba canción andaluza.
Estos espectáculos que gozaban del clamor popular también se celebraban en otros cines, como el Avellaneda, el Rialto, el teatro cine del Puerto, Hermanos Millares, etc.
Mucho antes que todo esto, mi madre me contaba que los asistentes a la sala aplaudían a rabiar, cuando alguna figura importante cantaba en la película. Se ponían en pié y la sonora salva de aplausos se prolongaban en el tiempo, como sucedió con Carlos Gardel o Jorge Negrete…
Poco a poco, con la llegada del turismo, los multicines, la televisión, fueron acabando con estos espectáculos.
Todo esto viene a cuento porque el año pasado uno de los cines importantes de la capital, el Royal, se fue desmoronando por las repetidas embestidas de los tractores. No miento si digo que se me empañó la vista cuando las máquinas dieron sus primeras dentelladas… Porque este cine, como todos supongo tiene la historia de un flechazo entre el padre de la canción canaria, el gran Néstor Álamo y la irrepetible Mary Sánchez… Mary, a la que quiero muchísimo, en Teror, en vísperas de la festividad de la Virgen del Pino, me contó muchas curiosidades de don Néstor, que se divulgaron en una entrevista que le realicé para Televisión Canaria en el 2.009. En nuestra larga charla, Mary me dijo que Néstor fue al cine Royal, donde ella hacía una de sus galas. La esperó en el camerino y alguien le dijo: “Mary, Néstor te está esperando. Quiere hablar contigo”. Mary, nerviosa, en compañía de su marido Tomás Moreno “Maso”, atendió a Néstor quien desde entonces comenzó a crear canciones para Mary Sánchez.
Recuerdo incluso una afortunada respuesta del dueño del cine de Ingenio que en cierto día decidió cerrar las puertas del cine y construir viviendas, cuando uno de los vecinos del barrio observó que los camiones se llevaban los escombros de la vieja sala, le dijo al dueño.
-¿Pero hombre a quién se le ocurre derribar el cine con la historia que tenía?
La respuesta, a modo de pregunta, no se hizo esperar…
-¿Cuánto tiempo hace que no vienes al cine…?
- La verdad, que hace algunos años...
- ¡¡ Pues por eso lo cierro!! ¿Para qué quiero un cine, si no viene el público?
ALFREDO AYALA OJEDA
Cuánta razón llevas Alfredo en tu relato. En San Cristóbal tuvimos un cine hace muchos años. Yo no lo vi pero me lo cuentan mis padres. Ese cine cerró sus puertas para dar paso a uno de los restaurantes mas conocidos en esa época y que hoy tampoco existe: el Bar Milagros. En fin, nuestra historia, que cada día me parece mas fascinante. Un abrazo.
ResponderEliminarRecuerdos infantiles se me agolpan. Brotan uno tras otro. Disfrutábamos en tiempos de "pollillos", con las hazañas de aquéllos heroes: El Capitan Maravilla, con su fracesita: ¡repite mi nombre y te convertiras en el Capitan Maravilla! o aquellas persecusiones interminable del bueno hasta que alcanzaba al malo.
ResponderEliminarNunca entedí el por qué, ademas de la entrada para asistir al cine, habia que abonar el importe de un emblema. Pero si recuerdo que cada vez que terminaba la funcion yo compraba en la Moderna un corte de fresa y nata que llevaba rápidamente a mi madre que lo esperaba como agua de mayo. Despues, a la playa de las Alcaravaneras o a las arenas, cerquita del estadio Insular, para imitar a los protagonistas de las peliculas. Cualquier cosa servia de pistola y el sonido del disparo lo haciamos con la boca.
¡ Tiempos!, ¡Tiempos! infatiles.