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martes, 18 de enero de 2011

* CURIOSIDADES Y RECUERDOS


Cuando uno era “pollillo”, hace algún tiempillo, había espectáculos a los que no podías resistirte. Pocos eran lo entretenimientos, jugar a “piola”, al “trompo”, al “escondite”, etc. Pero yo era un privilegiado. Mi padre, periodista deportivo de los rotativos “Hoja del Lunes”, “el Eco de Canarias” o el Semanario Guiniguada, acudía a un sinfín de espectáculos, a los que yo asistía embobado y de buena gana.

A veces, como estábamos cerquita, me decía él ¡El barranco Guiniguada está corriendo! Y yo, salía espalado al "Puente de Piedra”, para ver la cantidad de cosas que el barranco barría, desde la cumbre hasta el mar.

En cierta ocasión, para favorecer a nuestro equipillo amarillo, que las pasaba canutas, montó un desafío que está recogido en el libro que en su memoria publiqué, sobre mi deporte favorito La Lucha Canaria. El espectáculo tendría de todo: levantamiento de arado, lucha canaria, pelea de carneros y un desafío entre el ayer y el hoy: Manuel Marrero “el Pollo de Buen Lugar” y Manuel Suárez “Manolín”.

Para dar ambiente, en el fotingo de don Juan Galindo, de Telde él, con un altavoz en la capota del coche y un montón de octavillas anunciando el espectáculo, salimos a recorrer la isla. En el coche, Galindo que conducía, mi padre, el amigo Reboso, locutor y yo. Por todo el camino se iba anunciando el contenido del programa:

Gran desafío: Manuel Marrero, una leyenda de la lucha canaria frente a Manuel Suárez "Manolín", “el Molowny “de la lucha. ¿Podrá el veterano luchador con la juventud de Manolín?

Además, ¡peleas de carneros! La organización dará 25.000 pesetas a quien logre levantar un arado.

Cuando pasábamos por Tamaraceite, mi padre me mandó a comprar algo para el camino: Trae un papelón de huevos duros, pan bizcochado, agua y un trozo de queso.

Rápidamente, mientras me esperaban en el coche, Salí calle abajo. Equivocado, me metí en una barbería. Le preguntaba al barbero sobre la tienda y me interrumpió un muchachito que con voz tenue dijo: ¡Juanito! – Era el nombre del barbero- Me dice mi padre que le diga que se murió Ricardito, por si gusta acompañar el entierro. Es a las cuatro de la tarde…

Terminó de hacer el comunicado y desapareció del lugar…

Cuando llegué a la tienda, apareció nuevamente el mismo muchacho y volvió a decir el mismo anuncio.

Con el tiempo, comprendí que eran otros tiempos en que la radio, la tele, los periódicos, no llegaban a todos sitios o no existían.

Uno de mis trabajos sobre estos anuncios, me sucedió en la isla de La Palma. Allí, sobre un mostrador, en papel grueso, una esquela impresa: Falleció, fulanito de tal. Sus hij@s.... etc.

Ese anuncio, también aparecía en otras tiendas, bares o centro de paso. Pero no quedaba ahí. Por los sitios de tránsito, por veredas y caminos, haciendo de pisapapeles un piedra sujetaba la esquela permitiendo el continuo flamear para hacerse visible a y todo cuanto pasaba por el lugar la leía y la dejaba nuevamente en su sitio, para que otros tuvieran la posibilidad de leerla y cumplir con el acompañamiento en el momento de la despedida.

En otra latitud, por ejemplo en Tegueste, isla de Tenerife, todo se anuncia a través de un altavoz que va a sujeto a un coche. El coche anunciador, pasea repetidamente por todos los rincones del municipio, anunciando lo mismo una luchada, un partido de fútbol, combate de boxeo, que un fallecimiento.

En otra próxima ocasión, les hablare del “cajón comunal”, un ataúd de propiedad municipal que cumplía la misión de trasladar al fallecido, hasta su última morada.

Hasta no hace mucho existía alguno en la isla de Gran Canaria, pero hoy, que yo sepa, han desaparecido.


ALFREDO AYALA OJEDA

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