Somos poco dados a reconocer méritos; también a realizar alabanzas a personajes que, de una manera u otra, han estado sujetos a nuestro paisaje. Hace algún tiempo que en este blog que lleva mi compañera Lydia Díaz y que, dicho sea de paso, es el más leído de cuantos se dedican a etnografía y folclore, me puse como meta glosar, a mi modo, a los personajes populares. Con algunos de ellos tuve amistad, o por lo menos, conocimiento de sus andaduras. Así lo hice con Lolita Pluma, con El Cañadulce, con Andrés “El Ratón” y hoy, con una de las leyendas del carnaval de Gran Canaria: Santiago García “El Charlot de Las Palmas” o “el callista”, como le gustaba que le llamaran.
Actualmente vivo en Ingenio Blanco, un pago del municipio grancanario de Santa María de Guía de Gran Canaria. Mi empadronamiento, es reciente. Sin embargo gozo de una plácida estancia y disfruto, desde hace un largo tiempo, de las costumbres de las tradiciones de este paradisíaco lugar. Cada día, cuando salgo de casa o regreso, por la zona de San Roque, espero el saludo de un amigo con el compartí muchísimos momentos gratos: Santiago García “El Charlot de Las Palmas”. A veces, detengo mi coche y contemplo su imagen sedente, apoyada en arqueado bastón y la cabeza cubierta con su inseparable y afectuoso bombín... Era, entendía, una fecha señalada y quería estar cerca del amigo que nos dejó para siempre, aunque perdure su recuerdo, hace dos lustros. Me urgía saludarlo. Compartir el momento, tal como hacíamos en nuestros encuentros carnavaleros... Por eso, casi sin pesarlo, paré mi coche para estar a su lado. No pude resistir la tentación y lo besé de la misma manera, que una madre besa a su hijo cuando regresa de ultramar. Creo que desde el cielo, dibujó una sonrisa. Una sonrisa, la misma que siempre llevaba puesta. Una sonrisa que enternecía… una sonrisa, amplia, generosa, tal como él era. Tal como lo recordaba.
Santiago García Díaz, el callista, así le gustaba que le llamaran, lo conocí en la redacción del desaparecido periódico “El Eco de Canarias”. Era un hombre bueno. Amigo de sus amigos y siempre dispuesto a estrechar la amistad… En su consulta, me arregló un callo que me tenía por la calle de la amargura. Era un callo que dolía como una hipoteca, a consecuencia de aquellos zapatos “puntúos” que decían que era la última moda… Mientras me aliviaba, hablamos de su tema favorito: Los carnavales. “creo que desde chiquito, me he sentido atraído por los carnavales. Siempre, aún en la época de la prohibición, allí estaba corriendo los carnavales.”, me dijo…
Después, allá por el setenta y pico, cuando empezó a levantarse la prohibición, no faltó nunca a ningún acto del carnaval para regalarnos con su pantomima Charlotiana, con gestos tiernos tanto para agasajar al niño, sacando un caramelo de su bolsillo, cómo la delicadeza de entregar una flor a una bella dama. En ese gesto, no solo estaba retratado el Charlot; también estaba Santiago García. Para mí, siempre fue un algo más que un colaborador extraordinario. En los programas que monté sobre los carnavales de Las Palmas, allá en la orilla de la Playa de las Canteras, siempre, en su afán de ayudar y atenderme, llegaba antes que todos. Llegaba vestidito y nunca, ni en la intimidad, dejó de hacer su clásica pantomima Charlotiana.
En cierta ocasión, recuerdo que le pedí a la casa Mercedes, un coche antiguo, de lujo, de los que tenían en exposición. Quería, además de llevar a la Reina del Carnaval, una joven preciosa y merecedora de todos los piropos, que apareciera nuestro Charlot en el paseo y que al detenerse el coche, le abriera, en gesto caballeroso y gentil, la puerta. Santiago, me dijo cuando la vio: “¿Qué hago yo con esta mujer…? Muy fácil, Santiago: ¡¡arréglale los pies!! ¿Tú no eres callista?... Se rascó la espalda con su bastón, se destocó, movió su bigote y sacándose su pañuelito, sacó brillo a la manecilla del coche.
Muchos años estuve haciendo el especial del Carnaval en Las Canteras para Televisión Española. También en la Plazoleta de Milton, en retransmisiones, en pasacalles o en actos de entrega de premios. Santiago, nuestro Charlot, siempre estuvo allí. Y es que el carnaval para Santiago, era mucho más que la vida.
Este año se cumple el 10 aniversario de su fallecimiento y recuerdo aquella tremenda despedida el día de su último “adiós”. Fue un momento inolvidable, Comparsas, murgas, amigos, se pusieron su vestimenta carnavalera para hacer el mejor pasacalle de cuanto recuerdo.
Carnavaleros de siempre, los que mantienen viva la llama de la pasión por nuestro carnaval estaban allí, para mostrarle el afecto, la consideración y el respeto a un hombre que se entregó de cuerpo y alma a engrandecer nuestro carnaval…
alfredo muy bonito lo que le has dedicado a charlot yo todos los dia paso por la pagina hasta dos veces para ver todo lo nuevo besos y un buen trabajo, buen trabajo lydia
ResponderEliminarPRECIOSO QUE LINDO !! LO LEI Y ES UNA MARAVILLA, BESOS
ResponderEliminarEmotivo artículo Ayala, me emocioné al leerlo yo tuve la oportunidad de conocer al Charlot de Las Palmas y era una persona dulce ahora que se cumplen años de su muerte poca gente es la que lo recuerda.
ResponderEliminarGuiense
Amigo guiense, son las prisas las que nos devoran, obligan y someten. La amnesia colectiva se ha apoderado de nosotros. Ya no queda tiempo para recordar a nuestra gente ni, tampoco, a reconocer los méritos.
ResponderEliminarun abrazo.
Se me saltan las lagrimas al leer este relato!!! Que grande era el Charlot de Las Palmas!
ResponderEliminarQue viva el Charlot de Las Palmas
Amiga mía, es el corazón y el sentimiento compartido con el Charlot, el que me inspiró para escribir estas líneas. Gracias anónimo.
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