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domingo, 5 de febrero de 2012

* A MI AMIGO PEPE “EL CONEJERO”…

Hace un tiempito, me llevé una gratísima sorpresa. Un amigo de infancia había regresado de Venezuela y teníamos, desde hace tiempo, concertado un encuentro para comentar el trato que nos ha dispensado la vida.


Para mejor comprensión y situar al lector, diré que en Las Alcaravaneras, barrio en el que nací y me crié nos conocimos en aquellos juegos infantiles de la época: el trompo, escondite, futbol, carreras de sacos, calimbre, piola y otros muchos. Pero en su traspatio, en la intimidad, hacíamos nuestros pinitos probando fuerzas con un viejo y astillado tronco. En esos años infantiles, nuestra imaginación nos permitía, aunque éramos unos birrias de críos, sentirnos “Faro de Maspalomas” y rivalizábamos en esas demostraciones de poder.

Un día, la familia de mi amigo decidió buscar un futuro más esperanzador y emprendió rumbo a la Venezuela generosa, donde ya estaban instalados algunos familiares que los animaban a iniciar la aventura de la emigración. De la noche a la mañana, vendieron vivienda y pertenencias… Ilusionados por el dicho “cinco años, una fortuna” salieron del puerto de La Luz rumbo a La Guaira.

En uno de mis numerosos viajes a Venezuela, intenté localizarlo, pero sus continuos desplazamientos a Maracaibo frustraron nuestro encuentro. En cierta ocasión, estuve en Venezuela unos seis meses por motivos profesionales y, ¡por fin! nos encontramos. El tiempo transcurrido no había hecho merma en aquella infantil amistad. Atrás, habían quedado los pantalones cortos y algunas canas delataban los años transcurridos… Estaba casado y tenía dos hijas. La situación no le iba muy bien y me contó que, después de tres décadas en Venezuela, acariciaba la posibilidad del regreso…

Juntos, con su familia, recorrimos distintos ambientes caraqueños. Hablábamos sin parar. El tiempo era escaso y pretendíamos recuperar los años perdidos… Solo estuvimos juntos ese día. Sus ocupaciones se lo impedían. Un intenso abrazo, con los ojos empañados y queriendo quitar importancia al momento, fue nuestra despedida…

Al tiempo, en solitario, llegó a las islas con la intención de afincarse para siempre. Peregrinamos por distintos lugares… Sin éxito, ocupé a distintos amigos… Pero no hubo forma de encontrar empleo estable. Su mujer, gallega, si logró trabajo en Galicia y claro, para tierras gallegas partió donde está felizmente establecido.

Un día, sorpresivamente, mi amigo, llegó a Las Palmas. Yo no lo sabía. Me telefoneó y me dio una tremenda alegría. ¡Tienes que llevarme a algún bar que tenga tollos, sancocho y pulpos! Y nos fuimos al barrio de Guanarteme, donde los preparan de escándalo… Unas cervezas, pa´refrescar el gaznate y mientras hablamos de nuestras cosas, sacó de su maletín un objeto que venía cuidadosamente envuelto. ¡Es para ti!. Lo llevo guardado desde hace muchísimos años. Me lo regaló mi abuelo, pero me hace ilusión que seas tú quien lo guardes o lo disfrutes…

Lo desenvolví cuidadosamente… Me llevé una sorpresa mayúscula: ¡coño! Un cuchillo canario… venía protegido por su funda de grueso y generoso cuero y el mango dejaba ver la artística y artesana confección de sabias manos isleñas. Delicado y laborioso trabajo en la que sobresaltan veteados de plata que contrastan, armónicamente, con el suave color del cuerno de cabra o macho holandés y jaspeos de marfil… ¡coño, te has pasado!

No. Primero por la amistad. Segundo porque yo no lo disfruto. Mi abuelo cuando me lo regaló me dijo: la hoja de este cuchillo es de las vías el tranvía: ¡La Pepa!. Fue un obsequio de un herrero al que le hice un trabajo de carpintera para sacarlo de un apurillo y como gratitud me dio este cuchillo que ya no uso porque con esto de los años ya no voy a la finquita que tengo en Tenoya… Ahora, es para mi nieto.

Y yo, como las cosas deben estar en su sitio exacto y tu sabrás valorarlo en su justa medida hoy quiero regalártelo…

Y mira por donde. Yo que no conocí la “Pepa” por cuestión de edad (cuando la “Pepa nació (1.942) yo era un proyecto y cuando finalizó su vida (1.944) yo estaba envuelto en pañales), me encuentro sorprendido por esta reliquia…

Le conté los múltiples leñazos que me habían ocasionado las resbaladizas vías del tranvía. Una de ellas, cuando repartía los periódicos ingleses en la céntrica Triana –zona por donde nunca transitó la Pepa- . Iba, pistosillo, en mi “motito” recién comprada (una terrot) con mi camisita remangada, luciendo musculito, pa´impresionar. De pronto, decidí hacer una exhibición y girar para cambiar el sentido de dirección… Pero ¡oooh, fatalidad!… la rueda, al contacto con los raíles del tranvía resbaló y salí disparao… la moto detrás y quedé casi sepultado debajo del fleje de periódicos… Las jovencitas empleadas que esperaban para entrar al trabajo, recuerdo que me recogieron y me hicieron la pregunta habitual: ¿te has hecho daño? Colorao como un tomate… avergonzado… Mi respuesta, nerviosa y ridícula fue, poniéndome en pie: “No; yo siempre aparco así”…

Nos reímos del disparate, que adornamos con otra serie de curiosidades de tiempos idos…

A veces, cuando me levanto, me deleito ante la repisa del recuerdo como queriendo revivir o quizás detener, el paso el tiempo… Hoy, un valioso detalle más, enriquece el rinconcito donde conservo los más preciados recuerdos sentimentales… El “naife”, cuchillo canario, es el eslabón de la gruesa cadena que une artesanía, historia y una amistad duradera…

Un abrazo sincero amigo mío…

Nota: “los raíles, si bien los usó la “Pepa”, se instalaron inicialmente para el uso tranvías anteriores a finales de 1.800”. La Pepa, nunca pasó por la calle Triana. Su recorrido, finalizaba en El Frontón, esquina con Colmenares, frente al Banco de España.

ALFREDO AYALA OJEDA

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