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domingo, 3 de octubre de 2010

* UN REPASO A LA ISLA DE EL HIERRO

Canarias, es sin duda, una de las regiones folclóricas más importante del mundo. Geográficamente ancladas en el Atlántico, puente entre continentes y con un clima de bendición, cuenta con una situación de privilegio. Parada y fonda en ruta hacia el nuevo mundo, por aquí pasaron y dejaron su impronta las más diversas culturas.

El constante trasiego de hombres, animales, plantas y semillas, convirtió a las islas en depósito de un tesoro de incalculable valor. Muchas de estas pequeñas joyas llegaron a las distintas islas y en ellas tomaron carta de naturaleza y, en algunos casos, permanecen casi intactas.

Ico Arrocha, el genial solista lanzaroteño, dijo en cierta ocasión: "El archipiélago canario, es como un racimo de uvas; todas iguales y distintas a la vez". Cada isla, tiene su caracter. Su toque personalísimo. Su manera de expresión. En unas, los instrumentos de cuerdas, tienen larga andadura; en otras, pitos, chácaras y tambores, señalan la diferencia.

El folclore herreño, tiene un sello especial. La autenticidad de los tocadores, la verdad de sus voces y la pureza de sus bailarines, siempre, siempre me han cautivado. Los cantos de trabajo, constituyen una de las reliquias de nuestro folclore: Arando, moliendo, cogiendo higos, segando, cortando hojas, espantando cuervos o ajijides, aglutinan con el arrorró las páginas de un ayer cercano.

Hace algunos lustros, tuve ocasión, junto al desaparecido compañero Díaz Cutillas, de recoger para la serie de TVE-CANARIAS "EL PUEBLO CANTA", algunos aspectos de alto valor etnográfico. En esa cita con la tradición, teníamos el firme propósito de grabar un capítulo donde no sonara ningún instrumento musica. Nos pusimos manos a la obra. Reunimos un nutrido grupo de hombres y mujeres que aún trabajaban en las labores del campo de la misma manera que lo hicieron sus padres y abuelos. Nada había que ensayar. El papel, era el mismo que interpretaban en el campo un día sí y otro también. Ellos serían intérpretes y protagonistas de su propia vida. El escenario lo habíamos elegido en el entonces disperso y casi desierto municipio de La Frontera, en la zona de Tigaday.

Lentamente, fuimos recogiendo cada una de las manifestaciones: "Moliendo", se acompañaba con la fricción de dos piedras molineras que el solista, daba ritmo a conveniencia; "Segando", en larga fila, en encorvada posición, con voces como Benito Padrón, Oroncia, Carmen; "Arando", genialmente interpretado por Fernandito Padrón; "Cogiendo higos", con Carmen la de Clorindo y Benito Padrón. Fue toda una experiencia, recoger en sonido, la verdad de aquellas voces y adornarlas con imágenes de estampas irrepetibles...

Andando el tiempo, como director de programas de corte etnográfico-folclórico, como "Senderos Isleños" o "Andar Canarias", "Tenderete" o "La Bodega de Julián", abordé temas como "Margareos", "Loas", "El Santo", "Arrorró", "Meda", el desaparecido "Flaire o Fraile", "Mudanzas", etc. Mi devoción por el folclore herreño, unido al profundo amor por la isla, me convoca a desplazarme a la cita puntual con Nuestra Señora la Virgen de Los Reyes.

"La Bajada", es momento sublime. En esos casi 40 kilómetros de recorrido que separan La Dehesa de La Villa, es cuando aflora la auténtica y verdadera personalidad del pueblo herreño.

He tenido la fortuna de permanecer en la isla días antes del acontecimiento. Reconozco que me cautiva y enamora, vivir el intenso latido de La Bajada. Respirar junto a nuestra gente en esa mezcla de sudor y fervor. Previo a La Bajada, un estado febril, parece presidir la víspera del día grande. En plazas o en la intimidad de los hogares herreños, suenan pitos, chácaras y tambores de manera incesante. Chicos y grandes, hombres y mujeres, no regatean esfuerzo. Le restan tiempo al tiempo, al descanso, para estar afinaditos, llegado el esperado momento.

Todos se afanan. Se repasan gorros, se fijan los adornos con plumas, plastina, papel seda o prendas; se disponen y alisan las anchas bandas de colorines; se repasa la blanca vestimenta, salpicada del rojo protector; se endulzan con parra o vino las flautas traveseras de loro, plástico o metal; se tensan tambores y se renuevan las cintas de las chácaras y la alargada figura del pastor, ligada de por vida a la Virgen de Los Reyes, cobra protagonismo.

La danza, simula el movimiento de un rebaño de ovejas. Los bailarines, andan y desandan el camino; avanzan y retroceden; tejen y destejen, incesantemente, mientras el pastor, con su hastia, impone el respeto despejando el camino para facilitar las evoluciones de los danzantes.

Cada uno, desde su particular atalaya, aporta su contribución al festejo y las manifestaciones más arraigada. Tal es el caso de Miguel Ángel Rodríguez, con el que hace años estreché lazos de amistad, cuando tenía en mi plan de trabajo el firme propósito de grabar la eclosión de los huevos del famoso lagarto herreño. Nos atendió con exquisita cortesía. Andando el tiempo tuve distintos encuentros con él. Hablamos de su Hierro natal y mi admiración por la isla. En cierta ocasión, hace ahora más de un lustro, me comentó la intención de hacer una densa publicación sobre el pito herreño y La Virgen de Los Reyes.

- Amigo, le dije en tono conciliador y sin intención de desanimarlo: Para publicar, hay que estar loco. Hoy, he tenido la ocasión de leer, detenidamente, su documentado trabajo. En su lectura me encontré con nombres de viejos amigos, artesanos, tocadores; numerosos recuerdos y momentos irrepetibles...

Cuando terminé la reposada lectura, me salió la exclamación: ¡¡Bendita locura!!

ALFREDO AYALA OJEDA

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