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lunes, 13 de enero de 2014

* VÍRGENES VIAJERAS

Hace unos días, con motivo de una visita cultural de auténtico sabor isleño realizada en compañía de mi mujer Lydia Díaz, a la Casa del Capitán Quesada en el municipio de Gáldar, en una de las estancias, mi mirada, como imantada, se cruzó con los ojos de una pequeña imagen de Nuestra Señora del Carmen que en su hornacina, como presidiendo el lugar, reposaba sobre una espléndida cómoda de maciza madera de tea…

Por un momento afloraron recuerdos infantiles y vivencias de una época en la que, una vez a la semana, mi madre Solita Ojeda me decía: “Alfredito, cruza la calle y llévale la Virgen a casa de Olguita”… Mi madre, se despedía de la Virgen, con un santiguao y una breve oración y, casi a la vez, introducía, por la ranura de la alcancía, una moneda de 50 céntimos, de aquellos que tenía el agujerito en el centro. Luego, limpiaba, con muchísimo cariño, el cristal protector y cerraba las dos hojas que la protegían con el ganchito que pendía de unas sus hojas... Recordaba, como si estuviera viviendo el momento que la Virgen, durante la estancia en mi casa, desde que llegaba, se le ponía un cuenquito de cristal, con aceite y se dejaba flotando unas pastillitas de corcho, con su correspondiente pabilo al que mi madre le arrimaba un fósforo para que su luz, de fe, iluminara a la Santa…

La vecina, Olguita, la recibía con el mismo ritual y con el agradecido: “ Gracias Alfredito”

La imagen a la que me refiero de la “Virgen viajera” o “domiciliaria” correspondía a “La Milagrosa”. Cada día, según lo pactado entre las devotas, se establecía una cadena entre la vecindad que día tras día, transitaba por distintos hogares del barrio de las Alcaravaneras llevándose, a rajatabla, el orden establecido… Cuando la alcancía estaba “pesadita” por los donativos, llevaba a la iglesia de la Sagrada Familia… 

En mis continuos viajes por distintos pueblos de las islas, volví a tropezarme con algunos chiquillos que llevaban la virgen de un domicilio a otros… Y otras tantas ocasiones, buceé por distintos lugares buscando el hilo conductor de esta tradición que todavía pervive… Mis lecturas y aproximaciones me llevaron hasta el largo proceso de la desamortización española iniciado allá por el siglo XVIII y que finalizó en 1.924. La desamortización consistía en poner en el marcado, en subasta pública, tierras y bienes en poder de las llamadas “manos muertas” (Iglesia Católica y órdenes religiosas) para que el Estado amortizara títulos de la deuda pública… 

Estas capillitas representativas de distintas vírgenes o santos... San Antonio, Rosario, Inmaculada, Milagrosa, Carmen, etc cumplían con la difusión de la fe y fines recaudatorios que se empleaban tanto en la reparación de las urnas como en obras benéficas…

Afortunadamente, son estampas de una antigua tradición que todavía perviven en nuestro Archipiélago…

ALFREDO AYALA OJEDA

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