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domingo, 10 de febrero de 2013

* LA NEGRA TOMASA

Soy, muy afectivo… Muy, amigo de mis amigos con defectos y virtudes. Creo, saber distinguir entre amistad y admiración. Embargo hay muchos, muchísimos, que se dimensionan, que son amigos y admirables ejemplos de entrega… 

Vienen a cuento estas líneas porque cada año, durante algunos lustros, compartí trabajo y fiesta con un personaje irrepetible: Víctor Díaz “La Negra Tomasa”. A Víctor, el hombre, el amigo, lo conocí al soco del muelle de su ciudad natal. Varias veces lo contraté para distintos trabajos televisivos… Fue mi amistad con Víctor, como un encuentro afortunado… Nuestra amistad quedó sellada por el respeto… Y cuando suelo recalar por la isla nos fundimos en un largo abrazo… 

Víctor, es un caso único. Con él, sentadito en la calle Real, tuve largas conversaciones… Él, es como un resumen de los festejos palmeros: “Luna de Valencia”, “Enano” de largos mostachos y puntiaguda perilla y “Negra Tomasa” de gracia provocadora, de sueños prohibidos, rumbera, teatral, retratando o encarnando el sueño indiano de la Cuba idealizada… 

Cuando pretendía contar en imágenes la vida y obra de Víctor Díaz o “La Negra Tomasa”, me comentó en el atrio del Ayuntamiento, en el momento de “La Espera” el amigo Antonio Abdo: “Si no existiera Víctor y su personaje “la Negra Tomasa”, habría que inventarla… Víctor, es la fiesta… O María Victoria Hernández: “Es la Negra Tomasa, la encarnación de un sueño… Verla llegar enfundada en alambicados ropajes de suprema parodia, encajes, blonda tocada con increíble pamela, es como retomar el ayer del indiano. Aquellos indianos que acuñaron la frase: “cinco años de emigración, una fortuna”… 

Hoy, mientras los participantes preparan sus vestidos y hacen acopio de “polvos de Talco”, escucho a Compay Segundo en su versión de la Negra Tomasa: “ESTOY TAN ENAMORAO DE LA NEGRA TOMASA /QUE CUANDO SE VA DE CASA QUE TRISTE ME PONGO… ¡AY!..., ¡AY!... ¡AY! 

Y aunque se me pone el cuerpito bailongo, la nostalgia me invade… 

Porque desde temprana hora, a oscuras, amanecía, después de la clásica vuelta por la calle Real, llegaba a la esquina de la vivienda de Víctor, momentos antes del comienzo de la ceremonia de la transformación… lo recuerdo, en su casa desde que nacen las primeras luces, sentadito sometiéndose a las horas de maquillaje y prueba del vestido… La visita de una nube de gráficos que quieren tomar esa instantánea de los preparativos y amigos o curiosos que se agolpan en la puerta o se alongan a los muros para disfrutar el momento… 

Victor, es único. Irrepetible. Anda el hombre en la frontera de los 70 años… Pero cuando se avecina el gran día de los indianos, renace la ilusión y se siente rejuvenecer… 

Un abrazo amigo. 

ALFREDO AYALA OJEDA

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