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domingo, 17 de febrero de 2013

* CARENCIA DE SAL CANARIA

Con esto de estar jubilado, uno tiene tiempo para casi todo… Por la noche, me organizo, me programo, preparo los bártulos y a la mañana siguiente, sin sometimiento del reloj y según cuadre, porque nadie me empuja, me dedico a visitar museos, bibliotecas, leer o visitar lugares para refrescar historias de un pasado cercano… 

Hace unos días, al golpito, giré una visita a distintos supermercados. Reposadamente, -las prisas no son buenas consejeras- me paré en una de las tantas estanterías. Buscaba, en cada frasco, en cada envoltorio, los productos isleños. Créanme a pie juntillas que estuve revolviendo y preguntando en cada uno de estos amplios comercios en afanosa búsqueda de un puño de sal. La sal nuestra. La sal que se cultiva en nuestro Archipiélago. Fue, una búsqueda inútil… Sorprendido, apesadumbrado, abandoné cada uno de esos establecimientos sin conseguir mi objetivo… 

No di con lo que buscaba… Pero como soy muy cabezota y me negaba a desistir del empeño, pregunté en esas tienditas vecinales de “aceite y vinagre”. Tampoco la encontré…De regreso a casa pensaba: ¿para qué se reconstruyeron y pusieron en activo distintas salinas en Canarias?... Pegué a tirar de la hebra de mis recuerdos. De tiempos al que la memoria no alcanza… Recordaba cuando llegar a Lanzarote y visitar su capital, era encontrarte con numerosas salinas que bordeaban el perfil de la isla… 


Recordaba que a finales de los ochenta, con un reducido equipo, el programa “Senderos Isleños”, de Televisión Española en Canarias, en valioso intento de inmortalizar en imágenes, paisaje y paisanos, empezamos a documentar las salinas que se estaban desmoronándose… Las del Janubio, las primitivas de Bañaderos, El Carmen, Teneguía, las del Río, las más antiguas de Canarias, situadas al pie del impresionante Farallón de Famara y tantas otras… 

Era la sal indispensable para la vida… Único medio fiable para conservar alimentos en épocas remotas… Una inmensa riqueza detentada por el poder dominante en cada cultura… También, elemental medida para evaluar trueques y asegurar un comercio flexible. La sal, durante muchos siglos, se usó como forma de pago para satisfacer tributos… Hoy, usamos el vocablo “salario”, como definición de este hecho. 


Recordaba, en mi visita a Lanzarote… intensa la actividad en torno la sal… Desde el aire, se me antojaba Arrecife maga idealizada… su traje de lava, rematada de blancos encajes… El trajín de camiones y camionetas repletos de sardinas, que salían desde el muelle, perseguidos por una nube de gaviotas que puntuales a la cita, pirateaban las sardinas… Las salazones… Pero llegó el turismo y estos espacios fueron devorados por modernos edificios… Y Las salinas, las de siempre, poco a poco se fueron desmoronando pasando, en un abrir y cerrar de ojos, del esplendor del ayer, al olvido de hoy… 

Pero ante tanto deterioro las salinas, a comienzos de los noventa empezaron a recuperarse. Apareció el proyecto Regis y las salinas se pusieron en funcionamiento… 

Siempre pensé que esta gruesa inversión, además de constituir un atractivo para cuantos nos visitaban y mantener viva la cultura de las salinas también se explotaría, para el consumo de cuantos vivimos en estas islas… 

Pero no. La sal, nuestra sal, fresca y ecológica, debe interesar bien poco… 

En fin, otro nuevo despropósito. ¡Uno más! 

ALFREDO AYALA OJEDA

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