Suelo,
con relativa frecuencia, calzarme las ya maltrechas botas, olvidarme de las
prisas, aparcar mi cochito y caminar por las islas, en soledad, subiendo hasta
la cresta de las montañas, al golpito porque uno no está para muchos excesos, o
admirar la hondura de los barrancos. En mis recorridos, me acompaña, una vieja
cámara y mi inseparable block de notas.
A
veces, para recuperar el aliento, entablo la amistosa conversa con gente de la
zona… Gente apegada a la tierra, a sus costumbres y tradiciones que atesoran, como auténticas reliquias,
heredadas de sus padres y abuelos… Gente sencilla, siempre con vestimenta de
trabajo, porque hombres, tierras y animales precisan atención permanente…
Hace
poquito, con todo dispuesto, transité por tierras de medianías. Era muy
temprano y el frío mañanero se hacía sentir. En el ambiente, sonaban incesantes
el repetitivo tintineo de los cencerros… Memorizaba mis antiguos recorridos por
esta zona, donde las ovejas pastan con la cabeza gacha devorando los escasos
brotes que la tierra les ofrece… La oveja, es la escoba de la tierra y día tras
día, barre una larga extensión de terreno… Recordaba aquellos puños de ganado a
los que observé durante largo rato, por la zona de Galeote, Lomo del Palo, Pavón,
Pavoncillo… Por esa época, reinaba la felicidad. Las lluvias habían sido
generosas con estos campos y la sonrisa de los pastores indicaba la abundancia
de esos pastos, que alivian su precaria economía…
Pero
eso es flor de un día. Mejor dicho, “salvar el año”. Hoy, el panorama es
desolador y la crisis ha venido a incrementar los problemas del pastor y su
mundo. Un mundo frágil, casi de economía de cristal, que afecta directamente a
las escasas familias dedicadas al pastoreo en zonas de medianías…. Familias
como Los Mendoza, Los Vega, Los Moreno, Los Gil, que sostienen a pulso la
tradición del oficio más viejo del mundo, tejido por una larguísima trama de
vínculos matrimoniales…
El
pastor, este año, ha sufrido el duro revés del tiempo. Las lluvias, no han sido
generosas y las dificultades aumentan
considerablemente, como se señala en círculos próximos: la sequía, no solo
aquí, también en la península, encarece los precios de la alimentación de los
animales. En este año, la alimentación se ha duplicado. Ha pasado de costar la
tonelada de 95 € a 180… Es un duro golpe
económico para nuestros pastores.
Sin
embargo, en el Caidero de Gáldar, nuestros pastores se sobreponen a las
dificultades. Los momentos de los problemas, cuando se aproxima la festividad
de nuestra autonomía, simplemente se aparcan para disfrutar el momento de unas
fiestas que están próximas a cumplir dos décadas.
El
programa, es intenso pero su día grande convoca en el Caidero, a miles de
personas ávidas de vivir estampas que retratan la durísima vida de nuestros pastores
de ovejas: “La trasquila”, el arreo de ganado, “la trilla”, “la artesanía”,
actuación de grupos folclóricos, degustación de productos típicos, exposición
de perros…
En
fin una de las fiestas inolvidables que se está tramitando para que sea
declarada, bien de interés cultural.
ALFREDO AYALA OJEDA
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