Cambian los viejos modos acomodándose a los nuevos tiempos… Quizás por eso, duele ver como formas de vida, fiestas, costumbres y tradiciones languidecen o van desapareciendo.
Afortunadamente, defensores de lo propio, de lo auténtico, de lo que nos distingue, supieron en el momento justo, proteger la tradición dando un paso al frente. Así, pasó con la “Danza de los Enanos”, cuando desde otros puntos de las islas quisieron calcarla. El palmero, elevó la voz y todos sin excepción lograron el objetivo: “Quien quiera ver la danza de los enanos sabe que su localización y escenario está en la isla de La Palma dentro del programa de las fiestas de la Bajada de la Virgen que se celebran cada cinco años.
También el pueblo herreno movió ficha. Los bailarines del Hierro, hasta no hace mucho eran invitados de lujo en distintos programas festeros. Ellos, acompañados por pitos, chácaras, tambores, abrían las fiestas en distintas partes de nuestro archipiélago. Era, una actuación plena de fervor que todos esperábamos. También en programas televisivos, mostraban sus danzas. Al poco, hicieron un cambio: solo se danza en presencia de vírgenes y santos. Y ahora, recientemente, con cordura, tienen el firme propósito de ejecutar sus bailes solo en su isla.
Otras veces, entristecido, he sido testigo de distintos muestreos culturales etnográficos/folclóricos, donde como si de un batiburrillo se tratara, invitan en un mismo escenario a compartir espacio a “Los Carneros de Tigaday”, “Los indianos”, “Los Diabletes de Teguise”, haciéndoles un flaco favor porque al sacarlas del su contexto quedan empobrecidas.
Pero hay cosas que jamás cambian. Que se mantienen inalterables con el paso de los años. Resistiendo, casi manteniendo un desafío con las modernidades… Tal es el caso del “Voto de Vergara”, en el municipio de Santa María de Guía, en el Noroeste de Gran Canaria, que se celebra el tercer fin de semana de septiembre. Una promesa heredada, transmitida de generación en generación y sostenida en el tiempo. Un tiempo que empezó a contar cuando la fiebre amarilla diezmaba la población. Al tiempo, los míseros campos de medianía se vieron arrasados por otra plaga: “El cigarrón berberisco”… Corría el fatídico año de 1.811. Desde entonces, ha transcurrido más de 200 años y aquella promesa votiva realizada a la Virgen de Guía, continúa transmitiéndose de padres a hijos.
En casa, en la intimidad, desde que pasan las fiestas de nuestra Señora del Pino, se hacen todos los preparativos… Se repasan las vestimentas tradicionales, se endulza la boca del bucio, se requintan tambores y entre todos se acuerda “el qué llevar” para mantener el cuerpito de los grandes y pequeños de la familia, así como a cuantos pasan a saludarnos.
Hoy, todo está dispuesto. Preparados para vivir, en familia, una de las fiestas mejor conservadas de Canarias: “La Fiesta de las Marías”. Una fiesta que sostienen en peso los Mayordomos, figura imprescindible para su conservación y pureza.
La cita, el próximo sábado en la Montaña de Vergara, a las cinco de la tarde. Numerosas son las guaguas que hacen el recorrido para trasladar desde distintos puntos a los numerosos hijos del municipio y visitantes. Después, a la hora en punto, con una rama en la mano, algunas adornadas con los sabrosos frutos de estas tierras de medianías, al son de tambores, emprenden el camino, (unos seis kilómetros aproximadamente), al encuentro con la Virgen.
El domingo, el día grande, con el paseo de las carretas y bestias que van a participar en la ofrenda, la romería y la procesión. Numerosas parrandas de la isla y otras venidas desde apartados lugares, se dan cita en la fachada de la iglesia. Impresiona, la salida de la Virgen a la puerta de su hogar, que es recibida por un desgarrador sonido de tambores y el zumbido de centenares de bucios…
Sin duda unas fiestas de altísimo valor etnográfico, que se mantiene en el tiempo… Las Marías, no es una fiesta cualquiera. Es, algo así como un encuentro con nuestros seres queridos. Un encuentro, con el recuerdo de los propios del lugar, que en 1.811 lucharon por defender sus campos, familias y animales. Por eso, cuando descendemos de Vergara, con un mato de eucaliptus, poleo o pino; con un ramo adornado con los más bellos frutos, nos reafirmamos en la veneración de un pueblo por su virgen… y cumplimos con la promesa realizada por nuestros antepasados.
ALFREDO AYALA OJEDA
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