Esta es
una historia que escuché, afinando el oído, en la barra de un bar
del municipio de Gáldar. La contaba, a voz en grito y con todo lujo
de detalles pantomimos, un hombre de avanzada edad que daba la
impresión de haber regateado, con dribling cortos, los reveces que
le daba la vida en tiempos no muy lejanos...
Así,
comenzó el relato: “Él, era un viejo perrero. Tenía pareja fama
de entendido y tramposo. Conocía al dedillo el ambiente que se
movía. Nunca lo vi dar un paso en falso. Sabía navegar, con
repiquetes incluidos, por los intrincados caminos del trueque y las
triquiñuelas... Tenía una gran pasión: los poderosos perros de
presa canario y los podencos.
Iba
siempre, endomingaito, con su chaqueta de hilo, gastada por el uso y
tocado con un viejo y descolorido sombrero de fieltro. En la
bocamanga de la chaqueta, una franja negra, de luto, que llevó de
por vida por el temprano fallecimiento de su joven madre.
Él, se
había criado y educado en la universidad de la calle y al decir de
la vecindad era mas despierto que el hambre... Su fama de profundo
conocedor de perros de la tierra se extendía a lo largo y ancho de
toda la isla. Para cualquiera, tener un perro criado y cuidado por
Juanito “El Talento”, era un artículo de lujo. Cuando Juanito
buscaba el perro adecuado para que cubriera a un hembra joven ya se
apresuraban los amigos para apalabrarle los cachorros.
Un día,
desde el otro extremo de la isla, se acercó hasta los dominios de
Juanito un, llamémosle “cliente” que quiso endulzarle el oído
con una rociada de elogios. Pero Juanito, esta de vuelta. Los ojos
del cliente se había clavado en un vistoso ejemplar, serio que tan
sólo con ojearlo imponía respeto. Juanito, lo atajó: ¿desea
algo...?
-Si,
vengo desde el sur y me han hablado tanto de sus perros que he venido
dispuesto para comprarle uno de sus ejemplares.
- ¿uno cualquiera...?
- No. Quiero ese que tiene una estampa envidiable.
- Usted lo quiere para pelearlo?
- No, balbuceó el cliente...
- Mis perros, respondió Juanito, no los vendo para que peleen. Yo los cuido mucho y, precisamente, ese que quiere yo no lo vendo. Le puedo ofrecer ese otro... Y Juanito, resuelto, le mostró otro ejemplar abardinado, con carácter...
- ¿ y cual es el mal que tiene este “bicho”?
- ¡¡ El mal, lo tiene a la vista!!
- Convencido el cliente, arrancó con su perro.Pocos días después regresó el cliente dispuesto a tener unas palabritas de tono subido con Juanito. Venia caliente, encochinao...
- Juanito, me engañó usted... El perro que me vendió está ciego. No ve un carajo.
- Sereno, pausado, Juanito le dijo. Yo no engaño a nadie. Yo le dije, cuando usted me preguntó: el mal lo tiene a la vista. Que usted no entienda de perros, es otra cosa...
ALFREDO AYALA OJEDA
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