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martes, 19 de junio de 2018

* VERSIONES PARA LA CURA DE LA HERNIA

Todavía no se han apagado las fogaleras del día de San Antonio, cuando los chiquillos y galletones, empiezan a trastiar por los alrededores acarreando ramas, muebles viejos, cartones y todo cuanto pueda servir de combustible para alimentar las hogueras purificadoras de San Juan.

Ayer, cuando regresaba de la capital en dirección a la zona norte de la isla, fui divisando distintos montones de materiales viejos que prenderán en la víspera de San Juan.

Pero la noche de San Juan, la más larga del año, da para tanto que muchas de las tradiciones que se celebran en las islas no caben en estos folios.

Baños, fuegos, quemar lo viejo para renovarse, saltar la hoguera, plomo derretido, clara de huevos, los tres papelitos, el rezo de las tres papas “San Juan Bendito, por ser tu día, pon en mi mano la fortuna mía, el lavarse la cara con agua del rocío, baños de cabras y otros animales, apartar las cabras sin comer otra cosa que hierbas hasta el día 24, tomar las nueve olas, bañarse en la playa a las doce en punto, las cabañuelas de San Juan, la danza de las brujas, poner la escoba tras la puerta, preparar los hachitos, en los altos de Icod de los Vinos... En fin son tantas...

Pero a mí me tiene atrapado, por su sencillez, por su fe “La Cura de la Hernia”, en cualquiera de la especialidades que conozco: “El Drago”, “La Higuera”, “La Caña” o la “Mimbrera”. Cada una de estas creencias contadas por gente experta y hecha la practica por personas que venían haciéndolo desde hace muchísimos años....

Domingo Barbuzano, periodista y documentado en esta tradición, cuando hacíamos el programa Senderos Isleños de Televisión Española en Canarias, nos acompañó hasta un viejo drago en la Laguna. Nos mostró el drago, herido por las distintas operaciones sanadoras, sobre la cura de la hernia. Para ello, nos explicó, había que traer al enfermo y colocar, descalzo, la huella del pie y hacerle a lo largo una hendidura silueteando la planta del pie. Esta operación debe realizarse antes de la salida del sol el día 24 de junio.

En Icod de los vinos, en la zona de Las Canales, nos reunimos con Isabel, Juan y María y al oscuro caminamos durante un larguísimo trecho en busca de una vieja higuera. Queríamos estar temprano para que no nos sorprendiera los primeros rayos de sol. Hicimos los preparativos y, rápidamente, Isabel, saco un afilado cuchillo y lo limpió cuidadosamente. Juan y María, con un niño de un año aproximadamente, eran testigos de toda la operación. Llegado el momento el niño puso el diminuto pie sobre el tronco de la higuera para que Isabel lo silueteara... Con anterioridad, Isabel, con su cuchillo, abría la rama de una mimbrera para hacer un aro por donde pudiera pasar la criatura... “Las madres son muy desconfiadas cuando se trata de la salud de sus hijos. Por eso, me doy prisa porque así lo paso por la higuera y después, como refuerzo, por la mimbrera.

En el ritual María y Juan se colocan a uno y otro lado del aro por donde pasa la criatura y le dice:

Juan que me traes

María: un niño quebrado para que me lo devuelvas sano.

Esta operación, se realiza tres veces.

Para confirmar estas variantes viaje hasta la isla de la Gomera, donde tenía noticias que don Juan Santos, tocados de chácaras, artesano del tradicional ramo de frutas y flores, hizo esa practica. Juan Santos, con el que había compartido espacio en romerías y programas televisivos, me llevó al barranco de Arure. En el camino, cogió una rama de “bimbre”, le decía él y empezó a dar sus explicaciones. No solo hace falta para el ritual una Isabel, Juan y María (que no tienen otra virtud que llevar esos nombres de pila). Además, hace falta que las dos partes en la que se divide la rama de mimbre y por la que se había introducido la criatura, hay que sellarla con un hilo carreto uniendo ambas caras y regándolo con un barro finito. Después, cada tiempo, hay que visitar la ramita y cuidarla para que pegue y recupere la vida. Si la rama se sana, la criatura, también.

Por otro lado, en Lanzarote contacté con una vecina, de nombre Isabel, que había realizado esta practica en distintas ocasiones. En un viaje de localización, quedamos emplazados para una fecha próxima. Pero, siempre hay un pero, cuando llegué con los equipos la señora me dijo que lo sentía pero que no lo hacía porque su nietita le pidió que no lo hiciera porque en el colegio le decían que eso era brujería. Y, claro, me quedé con las ganas.

Pero como uno tiene amigos hasta debajo de las piedras acudí a don Juan Brito, mi catedrático de cultura popular. Y Juan que sabe de lo escrupuloso que soy para estas cosas de la tierra pues me preparó un equipo amplio y me recreó una de aquellas curas multitudinarias que se hacían por aquellos tiempos., El escenario, increíble y la vestimenta de los intervinientes, rigurosa y sencilla:

Foto: Alfredo Ayala en un ritual de San Juan, en  La Laguna, Tenerife

Así lo conté para Andar Canarias y tal cual lo reproduzco:

Alfredo Ayala: Estamos ahora mismo en el escenario donde se celebraba la práctica de la sanación de la cura de la hernia en la caña.

Juan Brito: Sí, estamos en el Barranco del Obispo. Aquí, antiguamente, a principios de siglo, porque esto data del siglo XVIII, se sabe que venían aquí. Había un cañaveral, todo esto era bosque y había cañas muy grandes, porque esa fuente alimentaba a todo el cañaveral.

Bueno, y en las mañanas de San Juan, que era cuando se hacía esto, venían aquí muchas familias, sobre todo de los pueblos del centro, por ejemplo de Teguise para abajo, Mozaga, San Bartolomé, Montaña Blanca... de toda esta parte venían aquí. Y esto era una fiesta, las mañanas de San Juan, a los claros del día, estaba toda la gente aquí. Venían en parrandas, en sus camellos, burros, traían sus viandas, sus cosas caseras que hacían...

Entonces la cosa era abrir una caña, coger al niño y hacían como un arco. Cogían la madrina y el padrino, que se tenían que llamar Juan y María, había una tercera persona que se llamaba Isabel, que era la que amasaba el barro y hacía el hilo en la rueca y el huso para ratear la caña cuando se terminara todo el ritual.

Bien, pues entonces cogían el niño, lo pasaban por la caña diciendo las palabras sanadoras, no sé si lo sabes...

Empezaban: María: “Ahí te va, Juan” – Él dice: “¿qué me das, María?” – Ella: “Un niño roto y quebrado. San Juan y la Virgen María me lo devuelvan sano”. Cuando ya lo tiene Juan en las manos se lo da a ella y dice: “Ahí te va, María” / “Qué me das, Juan” / “Un niño roto y quebrado. San Juan y la Virgen María me lo devuelvan sano”... Así seis veces. Entonces Isabel va hilando su lana, haciendo el hilo y tal. Pues cuando ya terminan los padrinos el niño pasa a otras manos, Isabel coge el barro que ya tiene amasado, lo pasa por la caña... Es decir, coge el hilo antes y lo ratea alrededor de la caña diciendo: “Con este hilo te amarro la vida, con este hilo te amarro la vida...”, hasta que termina el hilo de liarse en la caña. Luego coge el barro y unta toda la caña de abajo a arriba y dice: “Con este barro te curo la herida, con este barro te curo la herida“ hasta que termina este ritual.

Si al año de pasar el niño, la caña no se muere y echa nuevos revientos, está el niño curado. Si no, hay que repetirlo al año siguiente, siempre las mañanas de San Juan.

Hoy, ni Juan Brito, ni Juan Santos, están entre nosotros. Por fortuna, llegue a tiempo a esa cita de urgencias con nuestras costumbres y tradiciones para que futuras generaciones nos entiendan y comprendan mejor.

ALFREDO AYALA OJEDA

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