Estábamos
haciendo todos los preparativos para grabar uno de los tantos
programas de “La Bodega de Julián”, allí en el improvisado
plató natural de Julio “El Tiznao”, en La Padilla Alta, en la
cueva que me simbolizaba las entrañas mismas del municipio de
Tegueste. Era una tarde-noche cruda, de esas que no se olvidan.
Llovía insistentemente, con fuerza. Ninguno de los componentes del
equipo de montaje estaba a la intemperie. Mejor dicho, todos
estábamos en la pequeña cocina, buscando el calorcito de los
fogones, apurando un vasito de vino de la zona... De pronto,
aguantando el aguacero apareció Raúl Trujillo González “El de
Ventoso” elevando la voz y pidiendo un vaso de vino y pincho...
Venía escurriendo…
Yo
no sé ponerle edad a la gente pero yo creo que Raúl estaba, por ese
entonces, picando los ochenta. Traía, bajo el brazo, un saco donde
guardaba, celosamente, numerosas cañas para obsequiar a amigos y
conocidos. Tenía en su mano un callo enorme que reflejaba la
cantidad de parrandas vividas y disfrutadas. Cabeza despoblada,
sacudiéndose... Pero estaba animoso:
“Si
hay que cantar, aquí estoy. Me siento en una esquinita, me ponen una
jarrita de vino, un poco de “conejo volador”” (Conejo volador,
no era otra cosa que pollo al salmorejo)...
Para
mí, todo el que llegaba a ese improvisado plató televisivo era como
un pariente que regresa a su isla tras un larguísimo viaje de
ultramar... Por eso, ni la copita de vino y el poquito de conduto o
ayanto, no podía faltarle. Yo soy así. Mi hogar. la Bodega de
Julián y Tenderete, para mi era como la casa del pueblo, el trato,
la conversa y el vino entre amigos era como nuestra tarjeta de
presentación... Dándole un toalla para que se secara, le dije:
Ventoso, (apodo por el que era conocido en la isla por haber sido
medianero en la finca Ventoso, en Santa Cruz de Tenerife...) Voy a
intentar traer al “Mosquito”, apodo de otro incansable
parrandero, timplista él y de nombre Sixtito, también conocido como
Bocanegra...
Antonio
Acosta “El Puncha”, en cierta ocasión, le hablé de estos dos
personajes: Sixtito y el Ventoso. Quería tenerlos a los dos,
juntitos en La Bodega... Sixtito, debutó junto al grupo Araguaney
haciendo, en su actuación, su clásico malabarismo con el timple:
tocando con el instrumento en el cogote, dándole vueltas... Sin
interrumpir el ritmo, con caída incluida, desde el suelo... Fue
espectacular... El de Ventoso, sin embargo, con su improvisación y
su inseparable caña cantó junto a lo más florido de nuestro
folclore, en aquel programa que se me ocurrió invitar a los 32
distinguidos solistas que denominé “Ellos”, “Ellas”, “Ellos
y Ellas”... La copla se la dedicó a Sebastián Ramos “El
Puntero”...
Y
aquí los tienen. Los dos juntitos, inseparables, unidos por los
aires de la tierra... Y ese estribillo: “Así están los lagartos/
en las paredes/ soñando con las piedras/ y no se mueven”
Hoy,
días después de su fallecimiento he querido recordarlo tal como
era: “Un torbellino”.
Descansa
en paz amigo Raúl Trujillo González “El de Ventoso”.
ALFREDO AYALA OJEDA
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