En el pueblo del Pinar
tenemos una gran virtud
todavía conservamos
la Fiesta de la Cruz.
“Vestir la Cruz”, es
una vieja tradición que se refleja en el “pique” que sostienen, desde antiguo,
los pueblos de Taibique y Las Casas, en el nuevo municipio de El Pinar, en la
isla de El Hierro. Hace algunos años,
tuve la fortuna de vivir con los grupos que visten la cruz, todos los
entresijos de los preparativos. Me resultó plausible y gratificante compartir
el riguroso secreto en que se llevan todos los preparativos. Incluso, al caer
la noche, con la finalidad de evitar “tentaciones”, una persona se convierte en
celoso guardián custodio de las valiosas prendas cedidas para adornar la Cruz.
Cuenta la tradición que, hace muchísimos años, vestir las
cruces del Pinar era cosa de los barrios Taibique y El Gusano, pero al empezar
el barrio de Las Casas a realizar su cruz, desapareció la del Gusano.
La responsabilidad de “vestir la Cruz”, recae en las
mujeres. Son ellas las que diseñan y elaboran los diferentes pasos encaminados
para embellecer la Cruz.
Vestir la Cruz, ha ido evolucionando. Antiguamente, La Cruz,
se vestía con flores, con frutas, con lazos o con tarjetas postales. Sin
embargo, fruto de la emigración, con la llegada del poder económico de los
indianos, los antiguos adornos fueron sustituidos por joyas: cadenas, medallas,
anillos, pendientes, etc.
Las joyas se solicitan entre la vecindad. La petición corre
a cargo de un amplio grupo de jovencitas se encargan de pedir durante días, en
la calles o puerta a puerta. Ellas, llevan una libretita en la que por medios
de dibujos describen la filigrana de orfebrería de cada una de las prendas.
También le anudan una hebra de hilo de colores para evitar confusiones en el
momento que, una vez finalizada la fiesta se devuelvan a sus propietarios. El
hilo y el dibujo son como acta notarial que se da fe de propiedad.
Pero las tradiciones a veces cambian y se acomodan a los
nuevos tiempos. Antiguamente, también, las portadoras de las cruces eran
solteras y vírgenes, y de boca en boca corría la leyenda que al año siguiente
las cuatro señoritas, contraían matrimonio. Hoy no, hoy las andas de la cruz la
llevan cuatro mujeres y pueden ser solteras, casada o viudas.
Vestir la Cruz, es un ejercicio pensado y meditado durante
largo tiempo. La Cruz, tiene aproximadamente un metro de altura. Se forra con
tela y poco a poco, una vez seleccionadas las joyas que servirán de adorno, se
equilibran a uno u otro lado. A veces, yo fui testigo, una joya que pendían del
cuello de una vecina, las chicas le pidieron esa prenda con la que estimaban
compensaban la Cruz. La donante, sin pestañear, la cedió.
Con las cruces vestidas cada una, acompañada por los
bailarines danzando al compás que marcan las chácaras, pitos y tambores, se
encaminan hasta el pino Granadillo donde las cruces, por primera vez se
ofrecen, de manera comparativa, a los ojos de cuantos acuden al lugar. Después
de la santa misa, las cruces, junto a la virgen de la Paz se procesionan y
terminan en la plaza Grande del Pinar, donde la fiesta logra su máximo
esplendor. En ese momento se ofrece a los visitantes, quesadillas, queso
herreño y vino de la tierra y se aprovecha el momento para que los visitantes
se hagan algunas fotos junto a las Cruz para el recuerdo.
También, algunos gallos tapaos, aprovechan la presencia de
Pitos, chácaras y tambores para dar rienda suelta la imaginación y empezar una
porfía con una sabrosa Meda, un aire que está a punto de desaparecer.
ALFREDO AYALA OJEDA
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