Tiempo hubo en que los amigos de lo ajeno, llegaban a las pensiones a hospedarse con una maleta llena de crin. Durante su breve estancia descocían los colchones, le sacaban la lana y la sustituían por crin. Como crin se conoce a esa cabellera que lucen algunos animales en la parte posterior de su cuello y, también, a los filamentos elásticos, flexibles que se obtiene de las hojas del esparto y de ciertas algas y musgos que se emplean en labores de artesanía para rellenos.
Pues en esa época, la lana era valorada y apreciada cosa que aprovechaban los cacos para hospedarse en paradores, pensiones, hostales, para vaciar los confortables colchones la lana, sustituirla por crin, meterla en la maleta y abandonar el hotel sin llamar la atención.
Tener un colchón de lana, era un lujo. Yo, de pequeño, en el patio de mi casa, junto a la familia, mi madre, periódicamente, descocía los colchones y sacaba aquellos ovillos de crin apelmazados para esponjarlos y dejarlos más suaves.
Pero aquello, claro, eran otros tiempos. Hoy, la lana, en nuestras islas no tienen valor. Tampoco, por el escaso valor, hay cacos que se dediquen a estos menesteres…
Incluso recuerdo, que en una de las tantas trasquilas a la que he asistido. Los pastores empezaron a amontonarla en un lugar señalado para hacerle entrega, decían, a un responsable saharaui que la transportaba hasta Tinduf para confeccionar prendas de abrigo. Pero a la trasquila siguiente volví, para vivir el momento de esa ayuda mutua entre pastores y familiares. Allí, seguía la lana, amontonada, sucia por el paso del tiempo…
También recuerdo a una mujer entradita en año, que esperaba pacientemente que trasquilaran a una de las ovejas, negra como la noche, para llevarse el vellón de lana que necesitaba.
Pero de una manera u otra, los pastores continúan asistiendo a las pelas o trasquilas. Son, los pastores, como de otra raza y cuando llegan los primeros días de la primavera acuden a distintos lugares para pelar a su ganado y despojarlos de su traje invernal. En lugares como en La Gomera, los pastores las pelan para que abandonen los altos de la isla y bajen de las alturas, a zonas más cómodas que gozan de mejor temperatura. Así el ganado, en semi libertad, dependiendo de la estación, está en los altos o busca otros bocados de hierbas más secas en las orillas de los montes.
Es tiempo de trasquila. Tiempo de celo en que los carneros, buscan cubrir a las hembras y pelean para derrotar a los competidores.
En la España peninsular, las ovejas siempre tuvieron un importante valor. Asociaciones de pastores y ganaderos, creado por ellos mismos y elevado a institución oficial autónoma por el rey Alfonso, en 1.273 y que gozaron de protección hasta 1.837. La consideración de las ovejas creció considerablemente con la aparición de la merina que se calculaba que los grandes rebaños castellanos, extremeños y aragoneses llegaron a un número próximo a los 20 millones de cabezas. La raza, según los estudiosos, llegó a tener tal importancia que llevar fuera del país a ejemplares vivos se castigaba hasta con la pena de muerte.
Pero ahora, en las islas, es tiempo de trasquila, de pelas y desrabao. Tiempo de poner en práctica ese código de ayuda mutua entre pastores. Tiempos de hoy por ti y mañana por mí…
Bueno y como los pastores son, para mí como de otra raza, les dejo algunos dichos o refranes:
Unos llevan la fama y otros escardan la lana.
Canta la rana, y no tiene pelo ni lana.
Ir por lana y volver trasquilado.
Unos tienen la fama, y otros cardan la lana.
Hay quien mea en cacharro y no suena y quien mea en lana y truena.
ALFREDO AYALA OJEDA
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