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martes, 10 de marzo de 2020

* LAS COPAS, SON EL DEMONIO...

Cosa rara. Una noche, en la colombina isla de La Gomera, nos fuimos, como siempre, de copas. Estábamos tan "cargaditos" que  la estrecha carretera, por el efecto “copas”, se convertía en autopista con un montón de carriles... Pero eran otros tiempos. Tiempos en los que no había puntos, ni retirada de carnet, ni de esas cosas, que hoy te tienen con el miedo en el cuerpo y te deja la cartera escurría. 

Nos habían invitado para grabar “Tenderete” en La Gomera. Como siempre, para los preparativos, íbamos Nanino, Juan Martínez y yo, pero como eran días de esos, en los que cuadras un puente, pues Santiago Ramos “Chaguito”, se apuntó a la localización. 

Con el trabajo hecho, nos fuimos a casa de Conchita, amiga y cocinera de lujo. Llegar a casa de Conchita, era como estar en casa. Siempre de trato distinguido nos dijo: tengo unas morteras preparadas, por si quieren comerse un potajito... Lo decía con tanta dulzura, con tanto cariño, que ya adivinabas que el potaje tenía que estar de escándalo. 

En honor a la verdad, sabía a gloria. Espolvoreado con un pizco de gofio, una puntita de queso de la zona, era una auténtica bendición... 

Desde Arure, emprendimos el regreso haciendo paradas en todos los lugares donde había algo de luz que significaba que estaba abierto. 

Unas copas, un cachito de queso y a seguir la ruta... Cuando llegamos a San Sebastián, veníamos con el depósito repleto y con la vista muy extraviada y con ganas de llegar al apartamento a descansar... Pero... pero... Nanino, dijo: ¿no me irán a dejar solo?... ¿la última y nos vamos a dormir?  

¡¡Vale!! 

Llegamos a un barcito, amplio, con máquinas de cigarros y tragaperras. La barra hacía como un cuadrilátero. Solo estaba el camarero y un señor, acodado en la barra, con el cachorro tapándole los ojos y un virginio, bien chupaito, entre los labios... 

Nosotros, pedimos las copas y al sentir algo de ruido, el señor con mucho esfuerzo, levantó la cabeza y se bajó del taburete... 

No sé si nos miró o nos midió detenidamente, pero cierto es que hizo un esfuerzo considerable, para abrir los ojos... Tras el esfuerzo, se le puso cara de interrogación... Juan Martínez, leía con detenimiento el precio de los cigarros y el señor después de muchos rodeos le aseguró, señalando a Nanino: a ese señor lo conozco yo... 

Al no obtener respuesta, se vino a mi lado... Yo conozco a ese señor pero no recuerdo quien es... 

Le respondí: Yo nunca lo he visto... No puedo ayudarle... 

El borrachito, seguía con el trasteo y se acercó a Chago... ¿usted, tampoco sabe quién es...? 

¿A quién se refiere...? 

A ese señor “gordito” que está en la barra... 

No; jamás lo he visto, pero por su pinta creo que es de pa´fuera... 

Todas esas preguntas eran sobre Fernando Díaz Cutillas “Nanino”... 

Al borrachito, la cara de Nanino le era muy conocida pero no acertaba a situarla. Lo había visto, pero al verlo en otro escenario se le hacía difícil saber quién era.  

Siguió la noche y el borrachito una y otra vez, se quedaba mirándolo a ver, si lo reconocía... 

De remplón, de buenas a primera, se acercó a nosotros y nos dijo: ¡¡ ya se quién es!! 

Sí... ¿quién es? 

¡¡¡Es el comandante del Ferry Benchijigua!!! 

Durante años, recordábamos una y otra vez la anécdota... 

ALFREDO AYALA OJEDA

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