
Esa circunstancia le incomodaba enormemente. Le desbordaba. En este sentido, cada vez que alguien interrumpía su interesante conversación, no se andaba con chiquitas sino que despedía al supuesto “pesado” casi antes de que llegara. Para ello siempre utilizaba una técnica similar, pues, cuando el “cometarros” se aproximaba ansioso y dispuesto a hablar sin querer oír (algo muy común en este tipo de individuos), Perico -de forma instintiva- le decía: ¡Que sigas bien! ¡Bueno, bueno! ¡Hasta luego! ¡Adiós! ¡Déle recuerdos a su familia! ¡Que le vaya bien! ¡Hasta pronto! ¡Adiós, Adiós!
Ante semejante escena, el hombre o mujer que venía dispuesto a “volver loco” a Maestro Pedro Ramírez, se quedaba realmente pasmado. Los colores le iban y venían. En muchos casos no sabían como reaccionar; no obstante -por lo general- toda esta retahíla de expresiones definitivas surtía el efecto deseado por nuestro protagonista, ya que poco tardaba el “plasta” en abandonar raudo y veloz la plaza.
Nunca se inventará una mejor forma para combatir o “quitarse de encima” a estos “chupópteros de energía vital” que -si uno los deja- descargan con los demás y recobran su estado de normalidad emocional a costa del nuestro.
ALEJANDRO C. MORENO MARRERO
Yo llegué a conocer a Perito "el tigre" y efectivamente era así, tal y como cuenta Alejandro.
ResponderEliminar