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lunes, 11 de enero de 2010

* DE CUANDO PERICO “EL TIGRE” EMPLEABA LA DIPLOMACIA

Sabido es que D. Pedro Ramírez Estévez, cariñosamente conocido por Perico “El Tigre”, fue durante muchos años un asiduo personaje a las tertulias que cada día bien temprano tenían lugar en la Plaza del municipio de Santa María de Guía. Era un hombre muy extrovertido y alegre. Bromista. Amable, educado y profundamente respetuoso con sus conciudadanos; sin embargo, todo cambiaba cuando se encontraba conversando de lo cotidiano con algún amigo y alguien le venía a “dar la tabarra”.

Esa circunstancia le incomodaba enormemente. Le desbordaba. En este sentido, cada vez que alguien interrumpía su interesante conversación, no se andaba con chiquitas sino que despedía al supuesto “pesado” casi antes de que llegara. Para ello siempre utilizaba una técnica similar, pues, cuando el “cometarros” se aproximaba ansioso y dispuesto a hablar sin querer oír (algo muy común en este tipo de individuos), Perico -de forma instintiva- le decía: ¡Que sigas bien! ¡Bueno, bueno! ¡Hasta luego! ¡Adiós! ¡Déle recuerdos a su familia! ¡Que le vaya bien! ¡Hasta pronto! ¡Adiós, Adiós!

Ante semejante escena, el hombre o mujer que venía dispuesto a “volver loco” a Maestro Pedro Ramírez, se quedaba realmente pasmado. Los colores le iban y venían. En muchos casos no sabían como reaccionar; no obstante -por lo general- toda esta retahíla de expresiones definitivas surtía el efecto deseado por nuestro protagonista, ya que poco tardaba el “plasta” en abandonar raudo y veloz la plaza.

Nunca se inventará una mejor forma para combatir o “quitarse de encima” a estos “chupópteros de energía vital” que -si uno los deja- descargan con los demás y recobran su estado de normalidad emocional a costa del nuestro.

ALEJANDRO C. MORENO  MARRERO

domingo, 10 de enero de 2010

* GALLOS DE RIÑA

¡¡¡ ARRIBA EL TELÓN!!!

Muchos días y noches, acompañé a destacados cuidadores de gallos de pelea. Durante ese tiempo vi a pollitos que sólo ponerse de pie, con los ojos cerrados, empezar a mostrar su instinto de pelea… incluso hablé con un famoso boxeador teldense que combinaba sus combates de boxeo con el cuidado y el entreno de los gallos.

El gallo rasga el alba..., hiere la madrugada. Es como clarín del día anunciando que la vida es lucha. Pero lucha limpia y entre iguales. Porque el gallo es gladiador: desde el amanecer busca siempre al mejor entre sus rivales, y ante éste sobrevive o perece. Así le hizo la naturaleza. La gallardía de su perfil, su animado plumaje, su gesto retador, que incluso desafía al aire... hacen que la estampa del gallo sirva de modelo a ideales de valor, independencia y libertad.

El gallo de pelea es un valiente corazón que no rehúye su destino. Nadie podría obligar a pelear a un animal tan fiel a su instinto. La naturaleza sabrá por qué hizo al gallo tan luchador y temerario.


Parece ser que la variedad jerezana estuvo en el origen de las castas que habían de enriquecerse en manos de los casteadores canarios.

Tampoco debe olvidarse las grandes relaciones que desde siglos han mantenido los ingleses con las islas. Y en este caso, el interés de los gallos habría de verse muy estimulado por la influencia británica.

Con la ilusión de lograr campeones, de ver triunfar a los ejemplares que representen a su partido, los aficionados acuden cada diciembre a depositar a sus animales en la casa de gallos. Allí, no contarán ilusiones, esperanzas, ni cuidados recibidos: allí manda y vale solamente el coraje y el valor de cada gallo.

Todos aportan sus experiencias y los resultados de unos cruces, acertados a veces y equivocados otras; pero eso, cuando se ha hecho a conciencia, no desanima ni envanece al buen casteador: el siempre buscará al gallo campeón indiscutible, al mejor que pueda soñarse, al único. Y es seguro que eso siempre lo va a seguir intentando.

El casteador hará los intentos de cruces que crea oportuno. Incluso, algunas veces, apostará a la suerte, como echando los dados al azar... podrá acertar o no, pero siempre será la herencia materna la que determine a la postre si un gallo será o no ese imparable campeón que todo aficionado espera.

Casteadores, galleros, soltadores y aficionados coinciden en calificar el combate entre dos gallos, como deporte natural, organizado y reglamentado por el hombre...

Muy fuerte debió ser esta pasión, cuando sabemos que en 1.785, el Corregidor de Tenerife, encuadró las peleas de gallos entre los juegos prohibidos, aplicando la voluntad del civilizado y reformador monarca Carlos III. Pero no lo entendió así La Audiencia, que se declaró a favor de las riñas de gallos, aduciendo su carácter tradicional, su aceptación por parte de todas las clases sociales, y su convivencia. Se las consideró un entretenimiento dominguero, y se aconsejó celebrarlas después de La Santa Misa, en días festivos y con presencia del propio corregidor. En esta, como en otras muchas ocasiones, el observador no avisado se impresionaba con lo externo de las riñas, sin ahondar en el fondo, es decir, en la naturaleza misma del protagonista, el gallo, cuyo instinto irrefrenable le arrastra siempre al combate con sus congéneres, y en condiciones naturales mucho más duras que cuando lo hace tras haber sido seleccionado y preparado por el hombre.

Convencidos por larga experiencia de que el instinto del animal es su destino, los hombres que seleccionan, preparan y, finalmente, sueltan al gallo en el reñidero, emplean para ellos unos conocimientos, unos esfuerzos y uno medios materiales difíciles de valorar con palabras que les vengan justas. Es una observación y unos cuidados tan amorosos que pueden calificarse como sabiduría. El gallero no se improvisa, ni tampoco se forja en los libros. Un buen gallero es el resultado de un ambiente, de un calor donde se esté en auténtica convivencia con el animal, desde su nacimiento hasta el instante mismo en que ya pueda enfrentarse en la gallera. Para ello serán precisas larguísimas horas de atenciones, de entrenamiento, de paciencia para que todas las cualidades del emplumado gladiador se sincronicen y desarrollen sin un fallo, en un perfecto orden de victoria, llegando al límite de su poderío.

La ética, el orgullo del criador, el servir y no defraudar la confianza del partido que le encomendó sus esperanzas en un prometedor ejemplar...el cariño y entendimiento que se establece hacia el animal que se prepara, las expectativas de triunfo...todo ello otorgan un sello de seriedad y de palabra empeñada, de noble compromiso que se trasmite al espíritu mismo de la pelea, y a cuantos aficionados acuden a la gallera con la confiada ilusión de que su gallo es el mejor y, por ello, se alzará esta vez con la victoria.

El gallero hará lo posible, maravillas, para que el gallo a él confiado, luzca sus cualidades. Pero siempre contando con que el animal muestre casta, y ello dependerá de la sangre que el ejemplar haya recibido de su madre: la gallina le habrá trasmitido el factor determinante del valor y del coraje.

En la gallera, la vida del criador tiene mucho de monje entregado a una incesante obra de superación y de entrega. Estará pendiente a toda hora y en todo momento del animal que se le haya encomendado. Llegará incluso a dormir al pie del jaulón, vigilante incansable del estado del gallo al entrena.

Dentro de unas funciones comunes, desparasitar, atusar el plumaje, cuidar al mínimo detalle limpieza y alimentación... en medio de un implacable programa, donde todo está medido exactamente, cada criador introduce sus propios métodos de adiestramiento, su particular y singular tratamiento, adecuado también a cada gallo en concreto. Pues cada gallo tiene un personal temperamento y condiciones físicas, y el buen criador las sabe descubrir y estimular su desarrollo.

El preparador trabaja incansables de sol a sol. Nada pueden dejar al azar. Ahora las actitudes desafiantes del gallo, sus muestras de combatividad, su arrogancia creciente simbolizan ya las expectativas de triunfo, el orgullo del partido al que tan soberbio ejemplar va a representar. Pero el cuidador no cesará en su trabajo hasta el segundo mismo en que su ejemplar pise el reñidero, delante del digno rival y ante una afición que tiene depositada en él toda su confianza.

En los salones de la casa de gallos se disponen convenientemente los jaulones para evitar corrientes de aire. A los gallos se les trata como atletas de alta competición.


Durante tres domingos consecutivos, los gallos acudirán a la valla para que se observe su genio, su bravura... A la primera pechada acuden muchos criadores. Se sitúan en torno al linde de la valla para ver las condiciones de su gallo. Esta primera pechada puede resultar desalentadora. El gallero, para evitar lesiones, moja el pico de su ejemplar con saliva, impidiendo así que se agriete o descascarille.

Los gallos criados en el campo, sin apenas oír ruidos desconocidos, suelen extrañar el ambiente que se respira en la gallera. Pero ya a la segunda pechada esta más acostumbrado a cuanto le rodea. Y llega el gran momento de la selección, cuando las esperanzas pueden redoblarse o desmoronarse, cuando la desilusión escuece con el jarabe infalible de la verdad. Llegó el momento de la criba y devolver al gallinero los ejemplares no aptos para combatir.

En esta tercera y definitiva pechada, con protecciones en las espuelas, se les somete a una sesión de lucha en la que se decide que gallos se quedan y cuales se descartan. La búsqueda de los mejores se mantiene hasta las últimas consecuencias: desde que se elige al pollo hasta que, ya gladiador adiestrado y armado, se le suelta en la valla.

Más tarde, si el gallo está alterado, hay que relajarlo, para ello se disponen en unos revolcaderos en cuya tierra se pone abundante capa de estiércol, para que escarbe en busca de insectos… Nada pueden dejar al azar, los cuidadores.

Se les adiestra en la valla durante casi un mes. El gallero emplea toda su sabiduría en enseñarle al animal la esquiva, la manera de ofrecer menos blanco a su rival. El gallero quiere hacerle resistencia, fortalecer también su confianza. Le cuida y le mima, le curte y la hace flexible. Busca convertirlo en una maravilla de músculos, agilidad y coraje, armando con rigor su esgrima temible, de gladiador para la que ha nacido.

A la forma que tienen los gallos de luchar se la conoce en este ambiente por arte o juego. Y de la misma manera que sucede con boxeadores, luchadores o futbolistas, que no actúan todos por igual, sucede con los gallos. Así los hay "de salida" porque emplean una táctica huidiza, evitando con sus movimientos constantes de cabeza, los picotazos del contrario; "agachadizos", porque se aplastan debajo del rival para no ser heridos. "De pecho", peleadores y astutos que pican siempre en el buche del otro. "Derechos" que combaten con el cuello y la cabeza rectos; los "amarrados", que se meten de las alas del enemigo...

En Canarias, tradicionalmente, el gallo que gusta es el de los llamados de "arte". Pelean maravillosamente, moviendo la cabeza para no dejarse picar; baten fuerte, dando, de cuando en cuando, revuelos cortos para despistar al contrario. Su mirada es de fuego y su pico de águila. Es un gallo valiente y aguerrido hasta el final, esbelto y fino de pico, con mucha alzada y un peso entre tres con seis y cuatro libras.

Pero los alados gladiadores tienen una cita inaplazable y esa fecha está a punto de cumplirse. Atrás quedan adiestramiento, enseñanzas y pruebas. Llegó la hora de la verdad. Y como cada año, el primer domingo de febrero, cada uno de los siete gallos que saldrán a defender el orgullo del partido, es meticulosamente preparado.

Cada partido aporta siete gallos, “LOS SIETE MAGNÍFICOS”, llegan en el interior de oscuras bolsas hasta el Circo Gallera. Cada uno es soltado en su jaulón correspondiente. Ahora, de su comportamiento en el reñidero, dependerá el orgullo del partido, el reconocimiento al trabajo del preparador y el prestigio del criador, pero en todo ello el gallo apostará su propia vida a todo o nada. En los momentos previos al combate, el gallo luce su alta preparación. Camina acompasado, de puntillas, como si de un boxeador estilista se tratara. Mira desafiante a su alrededor, no le importa ser el centro de atención de los aficionados que acuden a la gallera. El presunto campeón está ya en el "templo de la verdad", donde se decide la noche o el día... Porque para un gallo inglés la valla es una línea que separa la vida de la muerte...él parece saberlo y aceptarlo con una altivez, un orgullo y una valentía sin límites.

Se les ha tenido sin probar bocado durante veinticuatro horas. Están irritados y se muestran muy poco sociables, se fajarían con su propia sombra.

Uno a uno se les va colocando las espuelas a los ejemplares que son de "pata rasa", o a aquellos que las tienen en malas condiciones. Las espuelas impide que la riña se prolongue innecesariamente, perdiendo así espectacularidad aunque, ganando en encarnizamiento. Las espuelas deciden de forma rápida y sin dudas quién es el ganador de la pelea.

El público muestra una gran animación. La gallera vibra con ese calor que solamente se produce al soco de lo auténtico, de lo verdaderamente tradicional y popular. Ningún aficionado ha querido perderse el inicio de la temporada. Es el momento de ver confirmadas sus esperanzas o reservas sobre este o aquel ejemplar...o descubrir el gallo revelación, al campeón indiscutible todo aficionado espera siempre y guarda en su deseo... Todos han venido a aplaudir al mejor y saborear la victoria del ejemplar que represente a su partido.

Va a dar comienzo la primera pelea. Los rostros del público que rodea la valla son ya como el espejo donde se reflejarán todos los pormenores, esperanzas y decepciones de las riñas. Se diría que también luchan los gallos dentro del corazón de cada aficionado.

Esta tensa concentración sólo se verá suavizada por alguna voz proponiendo una apuesta: "¡mil al colorao!", que se repite hasta que se acepta con un simple "¡va conmigo!". No es un juego de cantidades importantes, sino un rito fundamentado en el respeto y en la seriedad: una vez terminada la pelea, el perdedor se levanta de su asiento para abonar lo pactado. Aquí no hace falta notario que levante acta. La seriedad de la apuesta posee todo el valor de la palabra dada entre hombres cabales, de punto, de una sola palabra.

Ya el gallo late en las manos del saltador. Todas las miradas esperan del gallo que cumpla lo que parece; una forja vida, un perfecto acuerdo entre musculatura y nervios, entre elegancia y combatividad, entre coraje y pundonor.

El público espera que su ejemplar se alce con la victoria... Pero acaso el valiente gladiador emplumado vaya mucho más lejos, pues para él este combate lo significa todo. Allá va la suelta, y con ella el destino de animales nacidos, criados y preparados para ser, o César o nada.

ALFREDO AYALA OJEDA

sábado, 9 de enero de 2010

* RECORDANDO A NUESTROS POETAS... (4)

Juan Millares Carló (1895-1965), uno de los intelectuales que cumplió un papel esencial en las letras canarias en las primeras décadas del siglo pasado.


Más de medio millar de textos nutren el manantial de versos que fluye de su pluma a lo largo de sesenta años, entre 1905 y 1965, integrando lo canario y lo universal, y abarcando innumerables registros, en especial el intimista, el costumbrista y el filosófico o existencialista, que articula la mayoría de sus sonetos.


A juicio de la autora, la obra de Juan Millares Carló nunca pierde de vista su "sólido compromiso con la paz y las libertades, en un contexto histórico jalonado de graves aconteceres: desde la dictadura de Primo de Rivera a la Guerra Civil, a la que siguieron persecuciones, encarcelamientos, muertes y exilios".




JUAN MILLARES CARLÓ
EL PUERTO


Puerto de Refugio, puerto de la Isleta,
donde hallan cobijo todas las naciones
y tiñen el cielo, como una paleta,
todos los colores de sus pabellones.


Suenan en las calles múltiples acentos
que truenan los aires con su algarabía,
y se mezclan risas a los juramentos
que, borracha, lanza la marinería.


Junto a los navíos de gran tonelaje
que en el dique grande vuelcan su pasaje,
avanza un velero con andar cansino...

El muelle parece sobre el Océano
el índice recto de enérgica mano
que, implacablemente, señala al destino.
EL CRÍTICO

viernes, 8 de enero de 2010

* DEL ENGRUDO DE MAESTRO AGUSTÍN ALEMÁN

Hoy quiero recordar a un vecino de Guía, carpintero de profesión, que tenía su taller en la parte baja de la calle Médico Estévez. Era persona iracunda y muy amiga de que las cosas -al menos en su taller se hicieran bien- y, a fe mía, que siempre lo consiguió. Me refiero a maestro Agustín Alemán Álamo, un profesional como la copa de un pino y hecho de una pasta muy especial.



Carpintería de Maestro Agustín Alemán (Dibujo realizado por Maruca Marrero)
Archivo particular de Alejandro C. Moreno y Marrero

En su taller tenía -en un sus buenos tiempos- a siete u ocho trabajadores, dándose la circunstancia que entre ellos habían muchos familiares suyos (sobrinos y primos). Su taller era un dechado de pulcritud, pudiéndose observar como todas las herramientas estaban perfectamente ordenadas y las máquinas siempre limpias y relucientes. Pero era un ser muy temperamental y siempre le gustaba llamar las cosas por su nombre; pues jamás se escondía cuando por alguna circunstancia tenía que reprender o corregir algo que desde su punto de vista no estuviera bien hecho. Le gustaba echarse al coleto sus buenos piscos de ron y cuando esto sucedía, de todos era conocido porque se situaba el cachorro en la nuca y no como siempre solía llevarlo, semienterrado sobre la frente.


Cuando por alguna circunstancia se alteraba, solía emplear con relativa frecuencia palabras cuyo contexto no tenían la conformación de mal sonantes pero si ostentaban alegatos que mortificaban a sus empleados, ya que las decía con un gran desden y elevado tono de sonoridad, tales como: “no sirven para nada”, “son unos carpinteros de pacotillas”, “no saben diferenciar entre una garlopa y un serrucho”, “son todos unos incompetentes”. Eso si, tenía la deferencia de no llamarles la atención habiendo clientes en el taller.

Recuerdo que cuando yo pasaba por delante de la carpintería, me decía: "Juanillo, hazme un mandado". Se trataba de que fuera a cualquier bar de “El Siete” a comprarle un cuartillo de ron, pues siempre le gustaba tener la provisión correspondiente para echarse un traguito de vez en cuando.

Maestro Agustín era un hombre simpático y le gustaba hacer perrerías a los aprendices que arribaban a su taller, a los que decía: “Para llegar a ser un buen carpintero hay que probar el engrudo”. Y fueron muchos los que estando en esta situación tuvieron que pasar por el aro. Era una forma sana de tomarles el pelo. Los veteranos del lugar se partían de risa de manera solapada pensando que ellos también habían pasado por tal situación. Ya mayor se quedo sólo en el taller y hacía trabajos de poca monta, pero lo que más echaba de menos era la falta de trabajadores a los que llamarles la atención y hacerles perrerías de esta naturaleza.

Maestro Agustín Alemán fue un hombre de su pueblo, por el cual sintió un gran cariño, incluso formó parte en alguna directiva de las primeras sociedades de recreo que existieron en Guía a finales del siglo XIX y principios del XX. Siempre vivió en la calle que hoy lleva el nombre de José Samsó Henríquez, ya que tenía una bonita casa con un trozo de plataneras en la parte trasera que él mismo cultivaba.

JUAN DÁVILA GARCÍA

miércoles, 6 de enero de 2010

* DE CUANDO EL RACIMO DE PLÁTANOS DE D. AUGUSTO ÁLAMO MADURÓ ANTES DE TIEMPO.

D. Augusto Álamo Hernández, propietario por entonces de un comercio de venta de productos típicos del país situado a la entrada de Guía, tenía dicho a uno de los hombres que trabajaban en su finca (ubicada junto a la Ermita de San Sebastián) que cuando algún racimo de plátanos se madurara, lo cortase y se lo hiciera llegar a él para adornar la tienda, pues se trataba de un establecimiento muy frecuentado por los turistas.



Trabajador de las plataneras con racimo de plátanos al hombro
Dibujo realizado por Maruca Marrero (Archivo particular de Alejandro C. Moreno y Marrero)

Sabedor de todo ello, Ruperto Gil (cuyo taller de electricidad estaba justo frente de la tienda de Augusto), un buen día -aprovechando la pintura sobrante de las carrozas que por aquella época se realizaban en el antiguo Sindicato Agrícola del Norte (muy cerca de la zona historiada)- decidió coger un "spray" y pintar de amarillo uno de los racimos más suculentos de la finca. Lo cierto es que cuando el trabajador observó el racimo coloreado por Ruperto, obviamente creyendo que ya había madurado, lo cortó, se lo echó al hombro y, tal y como le había encargado el Sr. Augusto, se lo llevó a la tienda.

Aún se desconoce si -realmente- alguien se percató de lo ocurrido. Nadie ha comentado nada al respecto. Sin embargo, parece ser que "el racimo que maduró antes de tiempo" permaneció durante varias semanas colgado en el comercio regentado por la Familia Álamo.

ALEJANDRO C. MORENO Y MARRERO

martes, 5 de enero de 2010

* ESPECIAL REYES: MARÍA MÉRIDA Y LA ESCUELA INFANTIL DE SITO MESA


Hace algunos años, conocí a Sito Mesa. Estaba en ese entonces deambulando por la zona de Los Campitos en Tenerife….Desde ese momento entablamos una amistad que perdura en el tiempo. Sito, se dedica a trabajar para el ayuntamiento y en sus ratos libres ha enseñado a cantar, tocar o bailar a numerosos niños de la isla picuda…

Ahora, tiene un nuevo semillero y por eso, por la cercanía de las fiestas navideñas lo invite al programa. Quería montar algo así como el ayer y el hoy. Quería combinar a los más chicos de la clase con el magisterio de la más grande, la única, la irrepetible María Mérida.

Y así lo hice. Esperé pacientemente para hacerlos coincidir hasta que lo logré.

Los niños de Sito Mesa hicieron un amplio repertorio que comenzaron con folias, y siguieron seguidillas y saltonas, “vamos pastores” “que te puedo dar”, canción de cuna navideña y “más allá” de Gloria Stefan.

  María Mérida y Alfredo Ayala

María Mérida, se agigantó en La Bodega. Además se encuentra comodísima. Se sabe entre amigos que la quieren y la respetan y ella, a cambio lo da todo bajo las luces del plató…A mi me gustó lo calido que resultó un tierno arrorró en el que María Mérida hizo dúo con su hija Maite Cruz…las dos voces se confundieron y armonizaron para brindarnos un trocito del himno de Canarias.

María Mérida, viéndola así, en el plató crecida, generosa llena el escenario como nadie. Sabe rodear cada tema de una grandiosidad que cautiva y enamora…Ella nos repasó y presentó su última aportación discográfica “Luna”. De la que extrajo los siguientes temas: “Aquí me encontrarás”, “Seguidillas y Saltonas”, “Luna Canaria”, “En el puerto de la Palma”, “Arrorró y Palmeras”, “Alma mía”, “La Perla”, una espectacular isa de salón para rematar con un “Somos Costeros” que sirvió para meterse el público en el bolsillo.

“La Bodega de Julián”, como siempre se emite los jueves a las 21.15, aproximadamente.

ALFREDO AYALA OJEDA

lunes, 4 de enero de 2010

* RECORDANDO A NUESTROS POETAS... (3)


ANTONIO RODRÍGUEZ LÓPEZ


Santa Cruz de La Palma (1836-1901). Fue profesor de retórica y poética. Como periodista dirigió los diarios El Time y La Causa Pública. No obstante, su fama se debe a su obra poética y especialmente dramática. Contribuyó al florecimiento teatral de la isla. Su primera publicación contenía dos creaciones: Los bereberes del Rif (1874) y Tetuán por España (1881). Su obra tuvo un merecido reconocimiento exterior, apreciándose su gusto por el teatro francés de la época. En 1866 escribió Democracia sin partido, libro que no pudo publicar hasta que no se promulgó la libertad de prensa. En 1869 publicó Ideas democráticas. Reflexiones sobre la unidad religiosa, que venía a ser una ampliación del trabajo anterior. Entre otras obras suyas destacan: El anillo nupcial (1874), La mamá de roble (1874) y La pena de muerte (1876).



Antonio Rodríguez López (S. C. La Palma 1836-id.1901)

EL TIEMPO


¡Oh tiempo, tiempo! tu invisible planta
todo en su grave paso lo atropella...
tras ti sólo el recuerdo se levanta;
que son del tiempo los recuerdos huella.


¿Qué queda ya de mi niñez serena
del agitado mar en las orillas?
la playa sola en cuya azul arena
conchas buscaba y blancas piedrecillas.


¿Qué ha dejado mi dicha en la ribera?
una peña, dulcísima memoria
de cariño y placer, que guarda entera
de mi secreto corazón la historia.
EL CRÍTICO

domingo, 3 de enero de 2010

* ÚNICA DANZA FÁLICA DE CANARIAS, “EL PÁMPANO ROTO”


Corría el año de 1.989 y hacia algún tiempo que venía recuperando material de alta importancia para los archivos de Televisión Española, en Canarias. Algunas grabaciones de gran valor documental pasaron por mis manos. Era, un material valioso que andando el tiempo serviría para que en un futuro, generaciones venideras, pudieran no solo comprendernos mejor sino conocer con más detalles algunos aspectos de la historia de nuestras islas… Uno de esos miles de documentos pertenecía al extraordinario programa etnográfico “Raíces” y estaba fechado en 1.975…
Este año se caracterizó por el fallecimiento del Generalísimo, la entrega vergonzante del Sahara y la desbandada de numerosas personas que se lanzaron al campo para intentar recuperar, -muchas con más voluntad que acierto-, algunas de las tradiciones que se sabían nuestras y que se consideraban desaparecidas…

“TENDERETE”, había dejado de emitirse y comenzábamos con otra programa también dedicado al folclore: “El Pueblo Canta”… y le siguió otro que recorrió los 87 municipios del Archipiélago: “Canarias Viva”, dirigido por el amigo Guillermo Aguado, presentado por Díaz Cutillas y producido por mi…

Pero volvamos al tema que ocupa el centro de este artículo “EL PÁMPANO ROTO”, única danza fálica conocida en Canarias…

Hice acopio de material y mantuve entrevistas con Vicente Sánchez Araña, en su museo, de Santa Lucia; con Adolfo Santana que había realizado para el periódico Canarias7, un trabajo sobre el tema y con Lothar Siemens, que había realizado un interesantísimo y profundo trabajo de campo…

Y con todo ello, nos lanzamos al barranco de Guayadeque…

Al alba, llegamos al escenario del Pámpano roto. Quizás, levantar este programa de poco mas de 30 minutos de duración fue uno de los grandes inconvenientes que debimos sortear porque los moradores del barranco eran muy parcos en el decir, la orografía es muy abrupta y, sobre todo por lo disperso de los núcleos habitados… pero si estábamos convencidos que nos encontrábamos en el mismísimo escenario donde se dice se desarrollaba este juego o baile que de ambas maneras se recuerda hoy en día…

El barranco de Guayadeque, situado al este de Gran Canaria, se abre en la cumbre, desde la caldera de los Marteles, y desciende por los pagos de El Surco, Miraflor, Montaña las Tierras, Cuevas Muchas y Cueva Bermeja o Guayadeque. En su mayor amplitud cruza entre los pueblos de Ingenio y Agüimes, bordea El Carrizal y acaba en el mar, muy cerca del aeropuerto de Gran Canaria.

                           
            Barranco de Guayadeque

En la zona de Guayadeque, constata la arqueología un largo asentamiento aborigen que, tal vez, se remonta hasta la prehistoria. Pero tras la conquista, la ubicación de este barranco, de muy difícil acceso hasta hace muy pocos años, lo limitado de sus recursos naturales para asegurar la subsistencia a un amplio número de moradores ha propiciado un casi permanente aislamiento, próximo a la marginación.

Hoy en día, los poblamientos están alejados y dispersos; muchas de sus antiguas cuevas siguen siendo utilizadas como vivienda y la soledad continúa determinando una de las características más peculiares del barranco y sus gentes.

A finales de los años sesenta, el número de sus habitantes era prácticamente el mismo que el reflejado por un documento censal del siglo XVIII.

En teoría, estas condiciones configuran a Guayadeque como un espacio muy favorable al mantenimiento de tradiciones y costumbres que en otros lugares, más abiertos y concurridos, resultaría difícil preservar. Sin embargo el barranco no revela sus secretos. Como ensimismado se enseñorea con su propio silencio y sus altivas soledades.

Sobrecoge la soledad de estos parajes; pero no turban menos los testimonios que nos ofrece la arqueología y los fragmentos, recuerdo de ciertas celebraciones y creencias, que han pervivido por tradición oral hasta el presente.

Apareciéndose del misterioso pasado, surge de Guayadeque la memoria de una desconcertante celebración: la única danza fálica, conocida hasta la fecha en el Archipiélago Canario. Nos estamos refiriendo al “baile del pámpano roto”.

                                          
                          Ñamera

El pámpano roto... una celebración al parecer exclusiva del barranco de Guayadeque; algo todavía cercano que los mayores dicen haber oído relatar en su niñez o juventud a los mas viejos, quienes, a su vez, testimonian haber escuchado de sus padres o abuelos... Proponiéndonos así una larga cadena que libera de precisiones y compromisos; porque nadie, que se sepa, confesó nunca categóricamente haber tomado parte en el Pámpano roto. Nadie lo había vivido ya en primera persona.

Pero ¿ Qué es el Pámpano roto ?, ¿ Qué se sabe acerca de tan extraña y singular práctica ?

El folclorista e investigador Lothar Siemens, allá por los años sesenta, investigó esta tradición sobre el propio terreno del barranco, cuando todavía no existía la actual carretera que lo hace accesible y rompe, al menos formalmente, su primitivo aislamiento. Lothar Siemens iniciaba así una serie de aproximaciones rigurosas al “baile del pámpano roto” y al no menos singular contexto que lo albergaba.

Hoy, cuarenta años después de que Lothar Siemens hiciera su investigación, con unas comunicaciones que permiten el acceso a voluntad, pudimos verificar que los informantes continuaban manteniendo las mismas versiones, aunque su origen sigue tan oscuro como entonces.

Después de varias charlas con Bartolito, hombre dicharachero y partiendo de su relato, mantuvimos contacto con el grupo teatral “Los Agüimenses” sin cuya colaboración nos hubiera sido imposible efectuar las distintas escenas ilustrativas que, sobre las distintas versiones del pámpano roto existen en el barranco. Siguiendo puntualmente las indicaciones de nuestro informante, tratamos de reproducir estas escenas lo más exactamente posible...

El interés por “el pámpano roto“ reapareció en la década de los setenta, con los nuevos vientos democráticos que propiciaban la recuperación del acervo cultural del pueblo, largos años olvidado, mitificado o prohibido.

Fue en mil novecientos setenta y cinco, cuando el periodista Adolfo Santana, volvió a investigar el fascinante tema del pámpano roto. Adolfo Santana recorrió el barranco de Guayadeque, por sus más apartados pagos y habló con sus más aislados moradores. Sus indagaciones estuvieron plagadas de dificultades y silencios; pero Adolfo Santana logró entrevistar al último informante que vivió en los tiempos en que el pámpano roto todavía se celebraba. El informante, ya fallecido, Bartolito Coruña, contaba en el momento de la entrevista noventa y tres años de edad.

               Bartolito Coruña y Adolfo Santana

Según este relato, en su época ya no se bailaba el pámpano desnudo; pero si antes, cuando se celebraba en las eras y en cuevas....

Estas declaraciones de Bartolito Coruña aportaban aspectos más primitivos, oscuros y dramáticos a la celebración del pámpano por él evocada. El anciano habló de danza a la exigua luz de un candil, bailando los participantes al son de un tambor, y atravesando, posiblemente frenéticos, la noche hasta el último jadeo y hasta el amanecer.

La danza se efectuaba en filas enfrentadas… la mujer, se cubría sus partes con siete hojas de ñamera y el hombre, con su falo erecto y las manos unidas y en la espalda, intentaba perforar las hojas hasta llegar a la mujer… si lo lograba, el emparejamiento quedaba en firme…

Por la trasera de Montaña la Tierra, mantuve otra conversación sobre tan espinoso asunto… Allí, en la entrada de su casa, hablé con don Manuel Martel, quien me volvió a contar en que consistía la danza y me repitió lo mismo que le había dicho Bartolito Coruña al amigo Adolfo Santana… Incluso, cuando atosigué a don Manuel Martel con distintas preguntas, casi ofendido me dijo: “yo se lo escuché a mi padre y mi padre, no miente”.

                        Montaña La Tierra

La existencia del pámpano roto se extendió más allá de los límites de Canarias. En mil novecientos ochenta y uno, el programa etnográfico “raíces” de Televisión Española se trasladó a Guayadeque para tratar de recoger toda la información posible acerca de esta insólita celebración.

Después del programa “Raíces” una larga década volvió a silenciar el espinoso asunto del pámpano roto.

Hoy, la nueva carretera y el progresivo afeamiento y deterioro del paisaje, al modernizar muchas de sus viviendas, tornaron aún más extravagante esta tradición, y dieron al barranco un aspecto todavía más ajeno e irreductible ante los tiempos nuevos.

Ante este panorama de deterioro amenazante y de renovados mecanismos del olvido que suponen los cambios bruscos sobre el medio rural, las interrogantes que plantea el pámpano roto, precisamente por su extraordinaria singularidad, van tomando un creciente interés etnográfico, folclórico y antropológico.

¿Pudo evolucionar el pámpano roto desde los ritos iniciáticos y las danzas fálicas hasta convertirse en un juego de entretenimiento en las velas de parida, sirviendo también como mecanismo para que la mujer eligiese pareja? Pero ¿cual fue su raíz y su genuina representación?, ¿es un elemento cultural aborigen autóctono? y si no lo es ¿de dónde, cómo y cuando llegó a Canarias?, ¿por qué el pámpano roto no se conoce en otra isla del Archipiélago que no sea Gran Canaria? Y ¿por qué aquí su tradición se circunscribe únicamente al barranco de Guayadeque?...

De una pregunta a otra el misterio del pámpano roto permanece impenetrable.

Un gran “si...pero no...” ordena y desordena las conjeturas.

Flota en el barranco de Guayadeque un silencio grave y reverencial, como de templo abandonado o destruido. Es un silencio extraño, participativo; tal vez con cierto grado de ocultamiento, de defensa incluso. Podría pensarse que sobre el barranco gravita un silencio, que es mucho más que ignorancia y desmemoria. Y bajo este silencio, también parece cubrirse el baile del pámpano roto: un misterio, que tal vez decidiesen sellar para siempre quienes mejor y más directamente lo conocían.

Hemos andado y reflejado lo mejor posible los ásperos paisajes del barranco con el amor y la reverencia de quien pisa una tierra, que en gran medida lo es de sus propios ancestros. Sin triunfalismos pero con convicción, creemos poder decir que sobre el pámpano roto, hoy por hoy, esto es lo que hay.

Todavía, sobre el pámpano roto, no aparece ningún asidero firme al que acogerse sin reservas. Por el momento, el baile del Pámpano roto queda como uno de los aspectos más misteriosos, turbadores y extraños de la cultura popular de las Islas Canarias.

ALFREDO AYALA OJEDA

sábado, 2 de enero de 2010

* SE PUEDE MORIR DE AMOR

Este relato, es real, es una historia de amor, de ese amor que nunca falla, del amor verdadero, de ese amor entre una madre y su hijo. Una madre, a la cual, un trágico accidente le arrancó la vida a su hijo. A mi me llegó de manos de Guiller, ella es madre de tres hijos por los cuales siente adoración,  lo ha guardado muchísimos años, y hace unos días me lo entregó, tengo el texto original, me pareció triste, pero a la vez tan bonito y quiero compartirlo, está firmado por Teodoro Sánchez Salto, compañero de trabajo de Petry.

"Se puede morir de Amor"
Se puede morir de amor
abrazado al ser querido.
Se pude morir de amor
como murió aquella flor
cuando un tirano cuchillo
cortó de un cruel tirón
el capullo a ella unido
y por la abierta herida
gota a gota se le fue la savia
poco a poco se le fue la vida.
Sus pétalos se deshojaron
en un suave murmullo...
"No puede vivir ya la flor
si no vive su capullo".


Se puede morir de amor
y hasta la fiera embravecida
se muere de pena y de dolor
en un rincón de su guarida
el día que aquel cazador
le arrebató el retoño de su vida.


Se puede morir de amor.
La historia pasada lo cuenta
cuando nos habla de Romeo
cuando nos habla de Julieta
o los amantes de Teruel...
y es que el amor es cruel
cuando lo es verdadero,
por eso es un error creer
que dos seres que se aman
son dos vidas separadas
y no las dos velas blancas
del mismo y único velero.


Se puede morir de amor
y es lo que tu, Petry, has hecho:
correr, saltar, volar primero...
cortándole así el trecho
para que al llegar él al cielo
fueran tus brazos su lecho
y fuera su cielo tu pecho.


Sí, Jorge, siente eterno orgullo
de la madre que Dios te diera
que supo morir de amor
como las grandes heroinas hicieran
y por amor te dio todo lo suyo.
Murió como aquella hermosa flor
a la que arrancaron su capullo.
Murió como moriste Tú, Señor,
por amor y con los brazos abiertos.
En la tumba reposáis los dos:
flor y capullo en el mismo jarrón puestos
dando al mundo entero esta lección:


"Cuando dos mueren de amor...
siguen viviendo, no están muertos".
Teodoro Sánchez Salto

* EVENTOS, NOTICIAS... 2010.

Este blog, que nació con vocación de servicios, pretende estar más cerca de cuantos nos visitan. Y así, lentamente, hemos ido creando secciones como la clasificación y recopilación de polcas, las historias de los barrios, los grupos folclóricos en la tele...
Hoy, los que damos forma, espíritu y contenido a este blog, hemos contraído una deuda moral para con nuestra gente, ofreciendo artículos variados, históricos, humorísticos o anecdóticos con firmas como la de Alfredo Ayala, Juan Dávila, Alejandro C. Moreno, Sergio Correa, "El Crítico", Juan Carlos Sierra y  Pedro Izquierdo, al que desde aquí queremos darle las felicidades porque acaba de ser papá.

Queremos que sea una labor de todos. Y por ello, estamos empeñados en abrir esta sección para dar a conocer todas las noticias, eventos, presentaciones de discos, actos, festivales folclóricos, presentación de grupos, etc., siempre que estén relacionados con la Etnografía y el Folclore.

LYDIA DÍAZ