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domingo, 27 de julio de 2014

* PERSONAJES CON HUELLA: AQUILINO TORRES

Si hace unos días, escribí que escuchar a doña Carmen Rodríguez, fue una lección que solo se aprende con el vivir sucesivo, hoy quiero presentar a otro personaje singular: Aquilino Torres, todo un experto en gramática parda… 

Había apalabrado una cita con Aquilino, en Fuencaliente, en su casita rodeada de viñedos. Allí, acompañado de su inseparable acordeón, sentado sobre un desgastado tronco de eucaliptus, me esperaba… Las notas de la “marcha real”, que salían de su instrumento de viento, me llevaron hasta él. Ajeno a mi llegada, con mirada viajera, sonrisa socarrona y tocado con un fresco sombrero de palma, me regaló un largo repertorio: “En Manzanillo, se baila el son/ dando cintura sin compasión…”, décimas aprendidas y otros ritmos cubanos… Al tiempo, paró la música y me extendió su huesuda mano. En nuestra charla me contó con pelos y señales algunos aspectos de su larga e intensa vida. Una historia que a nadie puede dejar indiferente… Un relato de independencia, sin ataduras…

Aquilino, contaba aquel recordado día que nos conocimos, 82 años. Tenía el aire despreocupado, de un ave marina… Él, se mece en el viento y recala allí donde le parece. Para Aquilino, ni un solo día había pasado en vano. Cada día, le ha dejado su huella y su impronta… Aquilino, con hablar pausado, sin prisas, con mirada aventurera, soñadora, con aires de náufrago novelesco se me mostró feliz y despreocupado. No podía apartar sus manos de su inseparable acordeón… Se me antojó el viejo instrumento maqueta de legendario galeón, siempre en singladura entre canarias y el Caribe… siempre entre La Palma, Venezuela y Cuba… siempre navegando por el calmo mar de las viejas canciones…

Aquilino, ligado de por vida a su acordeón, me relató aquella ocasión en la que un grupo de familiares y amigos se vieron empujados por la necesidad, de emigrar en esas tierras de promisión en busca de el dorado. Embargado por la tristeza, me dolía en el alma ver esa separación obligada de parientes y amistades dejando atrás familias, tierras y pertenencias… Y sin pensarlo, el día señalado para el adiós forzoso, trinqué mi acordeón y me fui al muelle de La Palma, para despedirlos y alegrarles en la despedida… Tras la partida, cuando el barco se perdía en el horizonte, alquilé una falúa rumbo a Tenerife para llegar a la primera escala del barco… Así que cuando el navío atracó en Santa Cruz, allí estaba Aquilino tocando el acordeón para recibirlos. Los recibí, interpretando distintos temas musicales. Pero como no me parecía suficiente, decidí sacar mi billete y emprender juntos la travesía… 

Durante algún tiempo, deambulé por la Venezuela generosa, pero no terminé de encontrarme cómodo…

Un día, como las grandes aves marinas, Aquilino levantó el vuelo de tierra americana y, con su inseparable acordeón, casi como único equipaje, se embarcó hacia La Palma. El barco hizo escala en la perla del Caribe... Cuba y su mágico puerto de La Habana, le parecieron tan maravillosos que Aquilino necesitó algo más de tiempo, para gozar tanta maravilla, que el corto día que el vapor necesitaba para carbonear. Y se quedó por Cuba hasta que otro impulso, o tal vez el consejo de alguna brisa especialmente fresca, le llevó a tomar otro buque que le trajera hasta Canarias. Porque, así es Aquilino, un hombre libre que toca y canta lo que sabe y lo que el recuerdo le permite, un hombre siempre sorprendente, siempre sacando de su acordeón viejos y auténticos ritmos que va regalando por donde recala…

Hoy, he querido recordar al amigo Aquilino, un parrandero universal del que el grupo palmero Echentive, se nutrió para recoger algunos de los temas que interpretaba. Gracias a su aportación, a su generosidad, algunos temas no han quedado olvidados en algún polvoriento recodo del camino…

ALFREDO AYALA OJEDA

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