Voy a relatarles, una de las curiosidades de la Semana Santa… Hace unos
años, conocí a un amigo con el que tengo una estrechísima amistad. Con él
compartí distintos programas televisivos… Lo recuerdo, en orfebrerías, entre artistas,
en charlas con los párrocos de distintas iglesias, con la cartera dispuesta
para adquirir bordados, manteles, imágenes en tallas entre los 25 y 40
centímetros, diseñando peanas y metiéndonos en distintos círculos religiosos…
En cierta ocasión en una casa vieja que daba espaldas a la idílica Playa de
las Canteras, me invitó a comer… Me había hablado de su devoción por la opera y
nada más traspasar el umbral de la puerta, pinchó música sacra… “Estamos en
Semana Santa y eso mi domicilio lo llevo a rajatabla…” A medida que avanzaba
por el pasillo, descubría Santos, Patronos, Vírgenes que, colocadas en sus
respectivas y artísticas peanas
realzaban su porte. Él, las había limpiado meticulosamente y brillaban
que daba gusto… Cierto es que andar entre ellas me sorprendieron gratamente… Me
habló de cada una de ellas y como, poco a poco, las había adquirido…
Nada más terminar el almuerzo, se puso en marcha... “¡Alfredo!, tengo que
preparar estos pasos, para hacer mi particular semana santa…” Y del dicho pasó
al hecho… lujosas mantelerías, tupidos velos, paños, mantillas, peinetas y
varios carros de supermercado salieron desde distintos lugares…
Y esto, ¿de qué va? le pregunté sorprendido. Sin balbuceos me dijo: Es la
semana santa y en la fecha señalada, que es mañana, hago una procesión del
encuentro…
-¿Dónde?
-Aquí en mi casa. Esta vivienda, se convierte en la señorial Vegueta y no
falta un detalle… La verdad que me pareció una locura, pero viniendo de él, no
me quedó otro remedio que además de decir bendita locura, saber el final de la
historia…
Le pregunté que si podía asistir… Y como respuesta me dijo tienes que venir
vestido de negro y si alguna mujer viene contigo, pues debe asistir vestida de
negro, con peineta y mantilla negra…
Desde temprana hora comencé a prepararme. Una amiga, de las que se apuntan
a un bombardeo, me acompañó. Ella, que no conocía al anfitrión, alucinaba… Artísticos
y tiernos palmitos colgaban de las paredes… Lentamente, fueron llegando los
invitados… Curas, monaguillos…La verdad que fue un día mágico, recogido y
sentido… Vivido el momento con toda la grandiosidad que se pueda imaginar… Allí,
los pasos, perfectamente ataviados, con riquísimos detalles donde no faltaba el
cristal de bohemia, candelabros, las flores, los pétalos, espléndidas velas y
el sahumerio liberador de las malas vibraciones… Cada santo, en su disimulado
carrito del “super”, salía, con andares cansinos, de cada una de las
habitaciones… Cada asistente, con el vestuario adecuado estaba metido de lleno
en su papel… En cada aparición de los tronos, una sentida malagueña
interpretada por solistas, de los que me reservo sus nombres… Y el larguísimo
pasillo se fue transformando en una magna procesión…
En verdad, fue una de esas vivencias que no se pueden olvidar…
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