“Uno propone y Dios dispone”, es un dicho popular bien
conocido por todos. .. Hoy, repasando el
dicho, me viene a la ya lejana memoria que me despertó el cura de la
iglesia de La Salle, en las Alcaravaneras, cuando con el agua bautismal empecé
a trincar un pizco de tino… ¡Alfredo, te llamarás!, dijo la severa voz del
párroco… Era, Alfredo el nombre por el que mis padres se habían inclinado…
Después, los hermanos, en el ambiente familiar, suelen cambiarlo por otro más
breve que te acompañará hasta el fin de
tus días. A mí, segundo varón de la familia Ayala Ojeda, me lo cambiaron mis
hermanas pequeñas por el de “Yeye”, quizás porque Alfredo, le resultaba más
difícil pronunciar. Así, que ya lo
saben: uno propone y el ingenio popular bautiza o dispone.
Pero no solo ocurre en el ambiente familiar. También sucede
en otros órdenes de la vida…
Solemos leer con relativa frecuencia, esquelas que falleció tal señor que, aunque tenga carné de identidad, nombre
de pila y apellidos, era más conocido por el apodo que unas veces se hereda y
otras, se gana a pulso… El apodo, en muchas ocasiones, suele
tener más fuerza que una escritura…
Recuerdo
que en una de mis recaladas por la isla de Tenerife, andaba buscando a un afamado artesano que
atesoraba saberes del mar y de la tierra. Preguntando y preguntando, llegué
hasta la puertita de su casa… Toqué con los nudillos de mi mano y me atendió su
propia hija… ¿Isidoro L.?, pregunté… “¡no lo conozco!”, en voz baja, casi en
secreto, le añadí con el ánimo de
ampliarle la información: creo que le
conocen por ”el burro”… y exclamó: ¡¡es
mi padre!!
También recuerdo aquella otra que me contaron… Un señor de la isla Bonita que se asomaba a la ventana
desde temprana hora, más trajeado que un jefe de planta del Corte Inglés, dando
los buenos días a cuantos pasaban por la
céntrica calle. Coincidía, que este
personaje, ricachón de cuna, nunca había dado un palo al agua, ni falta que le
hacía… La vecindad, ante tanta educación y riqueza, le puso el atinado apodo de
“Educación y Descanso”….
En boxeo o en fútbol, sucede otro tanto… Recuerdo por ejemplo
a Juan Albornoz, elegante y campeón indiscutible. Su rostro, cubierto por una
mancha de nacimiento, era popularmente conocido como “Sombrita”… o Barrera
Corpas, bautizado durante su carrera pugilística como “el ciclón del Atlántico”
por aquellos cinco primeros asaltos a los que imprimía un ritmo vertiginoso…
También, recientemente el elegante y finísimo jugador del Real Madrid Di María,
popularmente conocido por su ateada figura, cómo “El Fideo”.
El ingenio popular, no tiene ni límites, ni fronteras… Por
ello, para continuar escribiendo este folio y pico sobre nuestra socarrona
inventiva y ciñéndome al título de este
artículo, me voy a referir a algunas obras de arte situadas en distintos puntos
de la isla de Gran Canaria…Supongo, que en el momento de su creación, estatuas,
bustos o esculturas, tenían un justo nombre, pero el agudo y certero ingenio popular, suele romper con
lo establecido...
Estas disparatadas líneas me voy a referir a la obra de
distintos artistas que bautizaron su trabajo antes de colocarlo. Varios, son los ejemplos…
Haciendo acopio de la memoria puedo señalar que en la Avenida
Marítima de Las Palmas de Gran Canaria,
frente al Hospital Insular, figura una obra de Chirino que el autor, bautizó
con el nombre de “Lady Harimaguada”. Sin
embargo el isleño lo de Lady quizás le resultó lejano o fuera de lugar y la
rebautizó con el otro más cercano, más nuestro: “Seña” Harimaguada.
En el otro extremo de la ciudad, en la zona del Rincón, en la
autovía del norte el desaparecido escultor y amigo Tony Gallardo, creó con atinada inspiración la obra “El Monumento al Atlántico”. Su obra,
representa un amplio abrazo de bienvenida al bravo mar que golpea, repetidamente,
esa zona norteña… Hasta no hace mucho,
el lugar donde se levanta el monumento, existía una roca arenisca que se
conocíamos como la “Peña de La Gaviota”, pero que el progreso en ese afán de
acortar las distancias, la eliminó del paisaje privándonos, a los nostálgicos,
de tan bella estampa. El Rincón, era
zona oscura en la que en pelados terrenos, ocultos de miradas de curiosos, a la
que acudían las parejas, enamoradas o no, a darse su sofocón... El lugar era
indicado para comprobar que el autor de aquella vieja canción: “que difícil es
hacer el amor en un Sinca 1000”, no estaba desencaminado… Sin embargo, como era zona de fugaces
encuentros de parejas que hacían sus arrumacos amparados por la oscuridad de la
noche, el saber popular rebautizó la obra “El monumento al Atlántico” con el
nombre más acorde con la situación: “el monumento al polvo”…
Así que lo dicho, el hombre propone y el ingenio popular
dispone…
ALFREDO AYALA OJEDA
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