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miércoles, 19 de enero de 2011

* BARBEROS, PRACTICANTES, SANITARIOS, ETCÉTERA

Hace bastantes años, más en las zonas rurales que en la ciudad, los barberos realizaban una labor que sin ser afín a su profesión, la llevaban a cabo con una enorme efectividad. Hacían de dentistas, practicantes, sanitarios, etcétera.

Fueron muchos los profesionales de esta rama que conocí en diferentes pueblos de nuestra isla, que se ejercitaban en estas labores sanitarias con una verdadera eficiencia. En Arucas estaba Antoñito Rodríguez, en Teror su hermano Pepito y así un sinfín de estos profesionales repartidos por toda la geografía insular.

Mi padre barbero que siempre ejerció en Guía como tal, siendo muy joven y de la mano de Don Salustiano Estévez, realizó las practicas en el Hospital de San Roque para llevar a cabo los estudios de practicante, algo que nunca hizo ya que les cedió los derechos a su primo Bernardo Dávila, que durante muchísimos años fue el practicante por antonomasia en nuestro pueblo, no obstante jamás olvido cuanto le enseñaron al respecto los Doctores Estévez ya citado y Don José Blanco.

Siendo yo un niño, a Benigno Rodríguez, (padre de Joaquín Rodríguez) le salió un forúnculo en el cuello, y un día cuando mi padre lo estaba pelando, observó el avanzado estado en que se encontraba el mismo, y le dijo a Benigno, ¿quiere que se lo abra?, y este le contestó, -se atrevería usted maestro Juan, pues me duele mucho-, y mi padre le manifestó, - si quiere ahora mismo lo opero-, y así fue.

Mi padre se fue hacia la esclavina que funcionaba con alcohol, donde ponía la herramienta a desinfectar, y sacando una navaja que solo utilizaba para estos casos, anestesiando con éter la zona infectada, le dio un corte en cruz procedió a limpiar toda la basura que el forúnculo tenía en su interior. La intervención fue todo un éxito y el postoperatorio también, le hacía las curas cada dos días cicatrizando la herida en una semana.

Unos años después me operó a mí de lo mismo, extirpándome un forúnculo que me salió en el lado izquierdo de la espalda.

Mi padre tenía un pequeño ropero en la barbería, donde guardaba jeringuillas, botellitas con éter, alcohol y agua oxigenada, paquetes de gasa y algodón y otros materiales sanitarios, su afición a todo lo relacionado con la medicina jamás la perdió y le ayudaba a mucha gente, sobre todo y especialmente en lo relacionado a poner inyecciones.

Otro barbero de Guía, que hasta no hace mucho tiempo se dedicó a realizar estas labores fue, Pedro Mendoza conocido por Perico el barbero, y terminó por dejar la barbería yéndose a trabajar al Hospital Insular como sanitario, después de haber pasado por el de San Roque. Hace muchos años eran los barberos los que desarrollaban estas labores de enfermería, y así consta en la historia, los reyes usaban sus servicios para que les curasen las heridas que se producían en cacerías y batallas. Estos profesionales eran muy estimados en la corte, donde algunos alcanzaron fama siendo distinguidos por los monarcas por la gran labor que llevaban a cabo.

JUAN DÁVILA GARCÍA

2 comentarios:

  1. Amigo Juan: Era otra época. Recuerdo que yo iba a la barbería para que me pusieran las inyecciones que me mandaba un médico que te atendía a domicilio. Pero las curas, los diviesos, y otros menesteres, los hacía el barbero maestro Ignacio, en Las Alcaravaneras. También siempre había a mano un estelero, que te dejaba afinadito como un requinto cuando tenías alguna cuerda encaramada.
    Eran como médicos, sin titulación, pero con mucha práctica.
    De todas formas acaban de trincar a un montón de médicos, cirujanos y especialistas que, sin titulación, ejercían en la Seguridad Social.
    Un abrazo, amigo.

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  2. En la calle Sagasta frente al Bar Las Norias, estaba la barbería de Manolo, con dos sillones del cual se usaba uno solo. Manolo fue el hombre que mas culo vio en el barrio porque hacía de practicante y eso que teníamos dos practicantes con titulo, D. Ignacio y su yerno D. Cristóbal en la calle padre Cueto (Abuelo y padre del famoso Kubala).
    En la barbería de Manolo se quitaba las muelas o los dientes en mal estado, y el desinfectante era en la esquina con Alfredo L. Jones en la pulpería de Juan el Practicante, se entraba por una puerta, se pedía un ron y un trozo de pulpo asado acompañado de un buen mojo colorado y se acabaron las infecciones.
    Aparte arreglaba bicicletas y coches, de tal manera que el ventilador de uno de ellos le llevo un dedo.
    Aprendimos a jugar, al envite, el subastado, el julepe etc. y era el centro de reunión del barrio

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