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domingo, 5 de septiembre de 2010

* ÁRBOLES CON HISTORIA

Mucho antes de la Conquista, el aborigen cuidaba lo propio con amor y con inteligencia; los inmensos pinares estaban intactos. El soberbio pino canario y la nobleza del guanche entablaban un diálogo entre iguales.

Llegada la invasión y la conquista, comenzó el implacable acoso y derribo del pino canario. Si no se construye, si no se rotura la tierra, no hay verdadera colonización.

Pinos y pinares fueron derribados y descuartizados: con su muerte proporcionaban tierra de labor, material para edificar, para construir embarcaciones; proporcionaban lumbre en los hogares y alimento de fuego a los ingenios... carpinteros, ebanistas y artesanos realizaron primores con la tea: artesanados, celosías, los hermosos balcones canarios... hasta la medicina buscó remedios en preparados a base de las aromáticas resinas del pino; fármacos para aliviar y curar graves enfermedades pulmonares y también como analgésicos.

En los mismos pinares se construyeron hornos para obtener carbón y brea; muy útil esta última para el calafatero. La brea fue un producto que, junto a la madera, alcanzó nivel de exportación. Todo en el pino era codiciado y aprovechado: desde la pinocha como cama del ganado, hasta sus fuertes tablones para la construcción urbana y naval, sin olvidar los primores de los artesanos con la tea.

Se dictaron leyes para impedir la tala incontrolada; pero no tuvieron el efecto buscado. El pino canario comenzó a refugiarse, como un alzado más, en lo más abrupto del paisaje, en lo más difícil para el hombre.

Con todo, el hacha no pudo con el pino y han sobrevivido grandes y magníficos pinares donde quedan ejemplares que confirman la condición excepcional de este árbol propio.

Apenas hay lugar con leyenda o con historia en el archipiélago, donde no aparezca la presencia, cercanía o protagonismo de este pino autóctono.

Podría comenzarse recordando la decisiva victoria alcanzada por el cruel conquistador Fernández de Lugo, en Acentejo, la navidad de 1495, sobre los valientes guanches de Betancomo y Acaymo, y que supuso la conquista de Tenerife.

Tal vez fuese aquella decisiva ocasión, más abuso que victoria, pues decidió la superioridad técnica del armamento castellano... Alcanzada la victoria, Fernández de Lugo, quiso anunciar su triunfo a rebato de campana... pero la humilde iglesia levantada por el invasor no tenía espadaña... así que se colgó la campana de un hermoso pino cercano que sirvió de campanil para los vencedores. A la vera del pino, se ofició la misa de la victoria; más tarde se levantó allí una iglesia ya sólida y en toda regla. Y el municipio, llevó el nombre de La Victoria, y también desde entonces aquel pino se llamó, Pino de la Victoria.

Una placa a los pies del pino eterniza la hazaña castellana.



“EL ÁRBOL DE CASANDRA”

Un pino, casi tan viejo como las islas, se alza en uno de los márgenes de la presa de Las Niñas. Al tiempo, una historia se repite de voz en voz y corre como reguero de pólvora, por la isla cimentando una de las tantas leyendas existente en nuestro Archipiélago Canario…

Pero cuento, verdad, historia o leyenda, de una manera u otra, allí en las cumbres de Gran Canaria, en lo alto, erguido, gallardo, como un guerrero indio, aguantando los embates del viento, inmóvil, está el árbol de Casandra para hacernos dudar de la veracidad de una historia que sustenta la purificación, simbolizada en dos elementos: agua y fuego… Fundamentos que, también, vemos reflejada en la leyenda de Gara y Jonay. Gara representa el agua y Jonay el fuego… ya lo vaticinaba el sagrado sacerdote aborigen Gerián: agua y fuego, unión imposible…

En el árbol de Casandra, las versiones son varias, pero se sustentan en los mismos elementos. Una de las variantes, cuenta que, Casandra, muy joven, quedó embarazada en dos ocasiones y temiendo que el padre de las criaturas la abandonara, hizo un pacto con el diablo para conseguir la eterna juventud a cambio de sacrificar, ahogando a sus dos hijos. Descubierta, por su compañero, la ató a un árbol, al que luego, prendió fuego.

Todavía hoy, hay quien asegura, que en noches de luna, quiebra el silencio un leve quejido que da tintes de realidad a esta leyenda que da nombre a la presa de Las Niñas…

“EL ÁRBOL DEL RESPONSO”

Por fortuna, o por desgracia, los árboles no hablan: pero a veces, la tradición, toma la palabra por ellos... O, si no, pregunten a este espléndido ficus que, durante muchísimos años, en el extremo de la capital grancanaria, dio sombra y cobijo a la comitiva fúnebre, en ese delicado y triste momento que separa la vida y la muerte. El ficus glorioso, no se sabe por qué razón, cuando llegó a la isla lo instalaron nada menos que en la calle de los Reyes, en la señorial Vegueta… Y allí, pasaron los días y los años hasta pasar dos centurias… Y, viejito, arrugado, pero aún florido, siguió prestando sus servicios. Al tiempo, fue creciendo su popularidad y regadas sus raíces con lágrimas de cuantos hasta allí llegaban a acompañar en su ultimo viaje, al familiar o al amigo. Y fuiste tú, Árbol del Responso, el testigo mudo de sentidas despedidas…

Cierto día, una orden municipal, ponía fin a la historia del singular árbol del Responso. Sus días, estaban contados; sus servicios ya no eran necesarios y la plaza que se pensaba construir para albergarlo quedó sepultada bajo la piqueta del progreso.


Voces de distintos personajes se levantaron para evitar lo inevitable. También la mía, pero no había solución para impedir semejante despropósito.

Hoy, el ficus del responso, está desplazado en un cruce situado unos metros más allá. No tiene función. Vive en un retiro obligado, próximo al Campo Santo de Vegueta, en cuyo pórtico escribió el poeta silvestre Roque Morera: “Templo de la verdad y la mentira, no desoigas la voz que te advierte que todo es ilusión en la vida, menos la muerte”. La gente, la buena y agradecida gente, todavía acude allí para ponerle algunas flores y encender velas que recuerden a sus seres queridos.


¡Qué poco dados somos a reconocer los méritos de todo cuanto nos rodea…!

A mí me gustaría, que alguien me dijera si existe un catálogo que sirva para proteger a estos árboles singulares de Canarias. De haber existido, seguramente el “Árbol del Responso”, estaría empadronado en su mismo domicilio.

Duele pensar, que hasta para proteger un árbol, estemos en manos de la sensibilidad del político de turno.

¡Qué pais!

EL OMBÚ DEL “OLVIDO”

En nombre del progreso, se justifica todo…A veces, causa risa, que lo dictado por los responsables del municipio, por un simple descuido o más bien un olvido, quede ese eslabón suelto como dedo acusador que señala a cuantos causaron semejante despropósito. Y el pueblo que es sabio, esboza una sonrisa en la que se puede escuchar tremendos tacos autóctonos.


Cuando uno va por ahí, que conoce algo de árboles y de su historia; que tiene el raciocinio suficiente para proyectar lo que puede pasar en un futuro, a veces me tiemblo. Las modas dictan plantar un drago y se plantan en los lugares más inverosímiles: en la entrada de las casas, en los parques… Alguien, pregunto, se ha parado a pensar que pasará cuando esos, árboles den el estirón, con la fachada de la casa, con lo estrecho del parque para albergar a tantos ejemplares…

La historia viene a cuento porque en uno de mis paseos, caminé por el barranco de Santa María de Guía, en Gran Canaria. Un viejo árbol se levantaba y su copa proyectaba una sombra superior a los 60 metros cuadrados. El árbol está abandonado y los niños, incluso, le han puesto un remo para su divertimento; también los gatos, trepan y buscan cobijo. Al lado, se escucha el murmullo del agua que corre, sometida por la acequia. Pregunté con insistencia, a la gente del lugar por ese árbol, que me había llamado la atención. Al final, el amigo Clemente Reyes, confirmó lo que yo había pensado: era un ombú.



Pero el amigo Clemente me facilitó un libro, dónde se habla del famoso árbol. Bajo el título "El Nacimiento de un gigante", la historia es sorprendente. Por lo visto, trajeron para adornar La Plaza Chica, cinco ombú allá por los años 30 de la pasada centuria. ¿alguien viendo este ombú puede tener una idea aproximada de donde estaría la iglesia, el ayuntamiento y la carretera, de haber permitido que ellos colonizaran el lugar?

Afortunadamente una orden municipal decide eliminarlos para ubicar lo lógico, la estatua del imaginero Luján Pérez…


Los árboles se tiraron al vertedero, pero este, desde hoy “Ombú del Olvido”, se salvó porque el camión que lo transportaba se averió precisamente en ese lugar y allí lo descargaron- De esa manera el Ombú, quedó ahí, donde todavía permanece dándole sombra y abrigando a uno de los recintos más destacados de nuestra música folclórica y popular: Estrella y Guía.

ALFREDO AYALA OJEDA

2 comentarios:

  1. ¡¡Qué artículo tan interesante!!Se me ocurren miles de cosas para poder utilizarlas en la escuela. Muchas gracias por estos momentos de investigación y sabiduría popular que tanta falta hacen. Un fuerte abrazo.

    Ana Cristina Hernández Caballero

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  2. Impresionante el artículo, al leerlo me paré a meditar un momento y llegué a la conclusión de que no nos paramos a observar nada, soy de Guía y paso a menudo por dicho lugar, y nunca me había fijado lo fantástico que es dicho árbol, y de hecho jamás pensé que pudiera tener una historia. Enhorabuena por sus artículos que tanto nos enseña e incluso, nos hace pararnos a pensar.
    Saludos.

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