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lunes, 22 de marzo de 2010

* UNA DE MIS MEMORIAS DE LA INFANCIA

Al ser el benjamín de la familia, con la protesta habitual y razonable de mis cinco hermanos, mi padre, Panchito Ramírez, que no lo hacía con los demás hermanos, con cincuenta largos, me permitía compartir con él sus arreglos matinales.

Me espumaba, cada mañana antes de salir a la escuela de Don Federico, la cara, con su vieja brocha de soltero. Me afeitaba con la maquinilla (sin hojilla) de mango gris y me frotaba finalmente, tras limpiármela con una toalla, la cara con FLOïD. Después de colocarme encima de la tapa de la vasija del baño, que era mi atalaya, no quitaba ojo de sus muecas: labio arriba, estirar el mentón, alargar la piel con su mano… para acertar con el modo exacto de atrapar la barba, que compartía conmigo a través del espejo guiñándome el ojo con complicidad paternal. Me desesperaba su tardanza en refrescar la cara con FLOïD pero tenía siempre una explicación. Esperaba que la piel de la cara se estirase y secase bien, sabía que entre más tardara en aplicarse aquella loción con un poco de alcohol, más placentera sería el notar la frescura en la piel.

Ese momento, ese olor embriagador, está en mi pituitaria junto al de la colonia VARÓN DANDY. Comparten espacio en mi mente junto a la foto fija que llevo en mi retina; como mi tribuna estaba, justo detrás de las anchas espaldas de mí padre, sólo veía su cara en el espejo y su camisilla blanca que, siempre, de verano a invierno utilizaba.

Allí, en la repisa del lavabo, siempre estaba, junto a la botella roja de ODAMIDA, el frasco de FLOïD, de color naranja, con la etiqueta de un joven que reía y que desde cualquier posición que lo miraras, siempre te sonreía. Cuando se acababa el contenido, furtivamente, yo las atesoraba en lo alto del armario del baño para olerlas en secreto.

Él, al igual que mi madre, seguramente estarían disfrutando del poder jugar con un chiquillo a su edad. Lo que yo guardaba como tesoro, con mi ingenuidad, con el tiempo, supe que era un secreto a voces entre toda la familia.

EZEQUIEL RAMÍREZ

3 comentarios:

  1. Estimado Ezequiel, muchísimas gracias por participar en el blog, exquisito el relato que aqui nos deja, se puede apreciar entre líneas el cariño con el que ha sido tratado el texto, sabe que aquí tiene las puertas abiertas, por lo tanto le doy la bienvenida y le invito a que se exprese siempre que quiera.

    Saludos

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  2. El amigo Ezequiel, me refrescó la memoria y una brisa de aire fresco me trasladó a aquellos tiempos en que el cabeza de familia se le respetaba y se le admiraba. Tiempos en que, por eso de la edad, era nuestro ídolo. Cualquier cosa, daba igual lo que hiciera, nos gustaba imitarlo. A mí,con pantalón corto, llegaba a casa y se me inclinaba hasta ponerme en posición inicial de la agarrada de Lucha Canaria … Me hacia la lucha de los chiquillos y me dejaba tiraito en su suelo y rápidamente acudía mi perro Tarfaya para lamerme como queriendo dar ánimo… O cuando lo veía afeitándose, me hacia ese bautismo con la brocha llenita de jabón y me pintorreaba con la espuma cada vez que yo, lo miraba embelesaito…
    Eran tiempos de penuria y de estrecheses. Tiempos en que la familia era como una piña... Tiempos en que a pesar de la situación económica y de las escaceses, reinaba la armonía en los hogares isleños...
    Gracias Ezequiel, por permitirme ese regreso a pretéritos tiempos...

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  3. Espero poder compartir algunas de estas pequeñas historias que, como un cliché fijo, llevamos tod@s grabados en nuestra memoria. Saludos desde La Aldea. Ezequiel Ramírez.

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