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jueves, 4 de marzo de 2010

* CASO DE LA HERMANA DE MARÍA DE LA CRUZ

Cada día que pasa, estoy, como dice la hija de la irrepetible Lola Flores, “mas a gustito”. Hurgo en mis recuerdos, busco mis vivencias para ponerlas en orden y entregártelas para tu blog o programa de radio. Anoche, rendido por el agotamiento y preso del sueño, me enralé con el “blog”: con tu blog y en el que tengo el placer de colaborar… Me despertó el artículo, excelente, del amigo Juan Dávila: “EL CRIMEN PERTURBADOR”…Estaba deliciosamente escrito y, como dice su autor, es una de las páginas de la historia de Santa María de Guía de Gran Canaria. Porque los pueblos, se construyen, se levantan, con múltiples relatos históricos, sucesos, leyendas, etc… Bueno no quiero enrollarme más… Solo agradecerte que cuentes entre tus colaboradores con la pluma del amigo Juan Dávila: es un lujo.

Y, aprovechando que estoy aquí me vino al tino una historia que me contó el fallecido periodista conejero Leandro Perdomo poco antes de morir… Estaba en Teseguite, Lanzarote, y tenía la intención antes de que se empezara a rodar Mararía, de hacer un relato corto sobre tan singular personaje… Pero quería escenificarlo y andaba buscando alguien parecido a Mararía… Y esta idea me ilusionó porque estando en Femes con una poetisa una de sus hijas me dijo: “yo recuerdo que en cierta ocasión fui al hospital a hacer una visita… en la sala había ocho camas, todas estaban ocupadas por gente de aquí… Mi vista fue recorriendo a cada una de las enfermas y unos ojos cautivadores, negros, intensos y vivos, me llamaron la atención… Terminada la visita, llegué a casa y le comenté lo que me había sucedido en el hospital y mi madre me dijo: “¡Es Mararía!”… y por eso empecé a imaginármela a buscarla… y quien mejor para darme este tipo de información que el amigo Leandro Perdomo… Pues durante toda la tarde hable con él y me contó la tremenda y triste historia del “CASO DE LA HERMANA DE MARÍA DE LA CRUZ y que, ahora les relato… Fue un caso que aconteció allá por los años 20 del siglo pasado y que relato por asociación con el del crimen perturbador del amigo Dávila.

María Cruz, apareció degollada en su casa y comenzaron las investigaciones para aclarar el asesinato… Vecinos, gente con o sin relación comercial con la víctima, que tenía junto a su hermana una modesta tiendita, fueron llamadas a declarar… Todas esas entrevistas no dieron resultado positivo y los investigadores empezaron a cerrar el cerco sobre la hermana de la víctima, porque, según se decía, las hermanas no se llevaban bien… Así que procesan a la hermana, la meten en la cárcel de Arrecife de Lanzarote y, según palabras del amigo Leandro, en la cárcel fue donde se comete el crimen más terrible que se registra en la historia de la criminología de la isla…

A la hermana de María Cruz, la volvieron loca. Un celador o unos celadores, de noche en la soledad de la celda la asustaban con ruidos macabros o voces de ultratumba de la hermana degollada acusándola para que pidiera perdón por su asesinato… Y no contentos con ello, la violaron preñándola y haciéndola parir…así hasta que murió fuera de sí, enajenada y loca.

Pasado el tiempo, se demostró la inocencia de la hermana de María Cruz cuando se recibió una carta procedente de Buenos Aires y en la que un individuo sintiéndose enfermo de muerte, declaró y firmó su culpabilidad junto a otros dos individuos…

“Yo, con distintos testigos de aquel terrible crimen”… me contó un tendero de la zona, que cuando trasladaron al cadáver que lo hicieron en camello, “mi padre me subió a la pela para que viera las piernas de la fallecida…”

ALFREDO AYALA OJEDA

2 comentarios:

  1. Menuda historia! Se me ponen los pelos de punta!

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  2. EL CASO DE LA HERMANA DE MARÍA CRUZ
    El caso de la hermana de María Cruz, sucedido en Lanzarote hace ya algún tiempo, allá por los años veinte, si no caigo en error. Les voy a contar a ustedes el caso de la hermana de María 47 Cruz para que sientan en lo más hondo de ustedes mismos surgir la indignación, o la exasperación y la ira, como me sucede a mí en estos mismos instantes que escribo, recordando el ignominioso caso. ¿No es tan digno, acaso, como el hecho de transmitir a otros el sentimiento de piedad y amor, el de transmitirles el del odio y la indignación, cuando éstos están justificados? Yo así lo creo, y por eso escribo. María Cruz apareció degollada en su casa y las autoridades judiciales isleñas, sin pérdida de tiempo, empezaron las investigaciones para el esclarecimiento del asesinato. Vecinos, gentes más o menos allegadas a la víctima, personas relacionadas con la actividad a que se dedicaba (tenía ima tiendita), fueron interrogadas, llamadas a declarar. Nada. No se daba con el asesino, no había indicios, no había pista alguna, hasta que recayeron las sospechas sobre la hermana de la muerta porque personalmente entre las hermanas había habido alguna rencilla y no se llevaban bien; nada más que por eso. Y procesan a la hermana de María Cruz y la condenan y la meten en la cárcel, y aquí, en la cárcel de Arrecife, fue donde después se cometió el más horrendo crimen que registran los anales de la criminología lanzaroteña, según mi modo de ver. En el transcurso de los años se demostró que la hermana de María Cruz era inocente, al recibirse una carta fechada en Buenos Aires y en la que un individuo, sintiéndose enfermo de muerte, arrepentido, se declaraba culpable, junto con dos más, de la muerte de María Cruz. Y lo terrible, lo trágico, lo ignominioso, lo bochornoso, lo espeluznante del caso y lo que no tiene nombre, es que en el tiempo transcurrido, la hermana de María Cruz, encarcelada durante años, no solamente había ya muerto sino que a través de estos años sufrió lo que pocas mujeres en el mundo han sufrido, o han sido capaces de sufrir. Véanlo ustedes. A la hermana de María Cruz, siendo inocente, la volvieron loca en la cárcel. Un celador o unos celadores (esto no lo sé bien, no sé si fue uno o fueron varíos) de noche en la soledad de la celda la asustaban con ruidos macabros y voces que simulaban la voz de ultratumba de María Cruz acusándola de ser ella la asesina, hasta que terminó perdiendo la razón. Luego, no contentos con 48 esto, la violaron, seguramente múltiples veces, preñándola y haciéndola parir. Así hasta que sucumbió, hasta que murió, como he dicho antes, enajenada, loca. Este caso de la hermana de María Cruz se me ha venido a la memoria leyendo ese otro caso de la mujer negra que mató al carcelero que quiso abusar de ella. Este sucedió en América del Norte, en Estados Unidos; aquél en Lanzarote, en Arrecife. Hay mucha distancia entre Lanzarote y Estados Unidos, como la hay en el tiempo transcurrido del uno al otro caso. En lo que no hay distancia es en la indignación, en el coraje que se siente cuando uno ve el atropello del fuerte frente al débil, cuando uno rememora esos hechos atroces cometidos por la bestia humana en la época que fuera, haya pasado el tiempo que haya pasado. No hay distancias, en el tiempo y en el espacio, para indignarse y gritar su indignación frente a la acción vil cometida por la bestia humana, esa bestia genéricamente denominada hombre. Si cuando a la infeliz que culparon de la muerte de su hermana y la condenaron y la encarcelaron y la enloquecieron y la violaron y la hicieron parir nadie gritó, nadie se atrevió a gritar su indignación, hoy lo hago yo sin tener en cuenta el tiempo, sin importarme para nada el tiempo transcurrido ni la distancia del hecho en el tiempo.

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