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viernes, 29 de enero de 2010

* DE CUANDO DOS GANGOSOS SE ENCONTRARON EN LA TIENDA DE DÑA. PRUDENCITA

Dice el refrán “que no hay cojo para bailar ni gago para cantar”, aseveración que se ajusta a la más estricta realidad, pues la tienda de Prudencita (madre de Pedro Alemán) fue fiel testigo de una anécdota muy graciosa ocurrida hacia el año 1930 y que acredita la más exacta realidad del refrán citado. Así un buen día regresaban a Guía después de dar una serenata en el Trapiche de Arucas, Federico Pérez León, Manuel León (conocido por Manolo “El Gago”), Manuel Rodríguez González, llamado Manuel “Marina”, los cuales tenían sus novias o pretendientas en el citado barrio aruquense, y Juan Dávila González (mi padre).

Haciendo un alto en el camino, entraron en la mencionada tienda con el fin de tomarse un café o unas copas. Allí se encontraron con una serie de señores de Las Palmas, entre los que había un “gago” -y ya eran dos- y cuando Manolo León comenzó hablar con su forma habitual de tartamudear, el de la capital se “mosqueó”, pues creyó que nuestro paisano se estaba mofando de él. En vista de lo ocurrido todos los guienses le manifestaron al gago de Las Palmas y a sus compañeros el defecto de Manolo, lo que evitó una pelea entre ambos grupos, ya que los señores de Las Palmas insistían empecinados en que se trataba de una burla. Dándose la circunstancia que una vez aclarado el imaginado entuerto se hicieron amigos y se pusieron a cantar. Además, me comentaba mi padre que ambos gagos demostraron una gran capacidad para desarrollar el contenido de los aires canarios que allí se interpretaron, haciendo de cantantes solistas y de animadores de tan sonada velada que culminó cuando comenzó a clarear el día.

No se donde radica esta facilidad para que los gagos canten sin tartamudear y los cojos bailen con brillantez, pero acreditado está que así es. Jamás sintieron la más mínima vergüenza de sus impedimentos físicos y lo demostraron con creces en cuantos actos festeros los vi participar.

JUAN DÁVILA GARCÍA

1 comentario:

  1. Para todos los lectores, me gustaría aclarar algo que en su momento omiti involuntariamente, como es la ubicación de la tienda de Doña Prudencita en el Hormiguero, donde paraban a tomar cafe muchos choferes de camiones, y en donde en algunos casos, los parranderos trasnochados que se dirijian a Guía, Gáldar, Agaete o la Aldea hacían un alto para reponer fuerzas, ya que Prudencita abria su tienda-bar a las cinco de la mañana. Saludos para todos, Juan Dávila.

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