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jueves, 28 de enero de 2010

* BAILE DE TAIFAS

De cuando....
... Marcial López fue a un baile de taifas
Quizás los momentos más divertidos de mi vida los he pasado con Marcial López, majorero él, de ojos grandes y azules, con aspecto casi árabe, nariz aguileña, paletas “aseparadas” y piel cuarteada por el sol. Posee ese difícil arte de la improvisación y un déjame entrar, que ya lo quisiera para sí Aznar. Es un muchacho de buena familia y hasta en sus años mozos tenía unos zapatos de dos colores: blanco y canelo. Todo un lujo para la época en que los pollillos íbamos descalzos o con aquellas alpargatas que por el uso le salía en la puntera un agujero, por donde el dedo gordo asomaba para anunciar que había que pensar en renovarla.

Marcial, vive en Puerto Cabras, en Fuerteventura. Mantener relaciones en la época con el sexo contrario era tarea difícil.

Había que esperar, el nacimiento de alguna criatura para celebrar las velas de parida que duraban ocho días y donde el acontecimiento era celebrado por todo el pueblo. Acudían allí, gente de todas las edades, se jugaba y si había algún timplillo, hasta se bailaba. Entre los juegos de relaciones figuraba el de las prendas y si se usaba el ingenio para llamar la atención de las chicas casaderas, había que consultar con los padres.

Otra de las maneras era estar al día y espera un baile de taifas. Taifas, son tandas. Y se desarrollaba en una habitación que se habilitaba cuando alguien se casaba, en las fiestas del Santo Patrón, al finalizar la cosecha, etc. Etc. Había un mandador que se ocupaba de que en la corta habitación, donde se celebraban las taifas, sólo entraran los varones que cupieran en ese breve espacio. Así, si había dentro de la habitación cuatro mujeres, acompañadas siempre por la madre, sólo podían entrar cuatro hombres. Se tocaban tres piezas y una vez finalizadas, otros nuevos varones sustituían a los anteriores, que pasaban a ocupar de nuevo la cola hasta que les tocara el turno.

Marcial se enteró en Puerto Cabras, que en La Matilla había un baile de taifas. Se puso guapo como el sólo y para no estropear los zapatos se ató los cordones y se los puso entre hombro y pecho. Salió temprano para cubrir caminando los casi diez kilómetros que distan un punto del otro. Fantaseaba por el camino con la mujer de sus sueños y poco a poco cogía cuerpo su juvenil imagen imaginándose al lado de una cría de senos turgentes y redondos, de labios carnosos y estrella cintura. Entre sueños y el sudor del ajetreo llegó al lugar previsto en las primeras horas de la noche. Las notas de la guitarra y el timple se escuchaban desde lejos. Se puso en cola a esperar su turno… cuando llegó, bailó los sones de la tierra. La muchacha con la que hizo pareja parece que no le disgustaba nuestro hombre. Y como el tiempo era corto, había que hacerlo largo cediendo y quitando la arretranca que jincaban las mujeres con la mano puesta en el hombro del varón para hacer de freno y dejar claro que de ahí pa´lante ni un paso.

Marcial, viendo que la cosa era fácil, intentaba subir la rodilla para acercarse a las partes húmedas, pero la criaturita había venido con una faja de tubo, al uso, que impedía el acercamiento pretendido. Marcial sudando a mares. El reloj caminaba deprisa y hasta podía coger un enfriamiento cuando terminaran las piezas del baile y tuviera que abandonar el salón. Pero no había manera. La faja, se resistía una y otra vez y aunque él, con redoblado esfuerzo intentaba vencerla resultaba inútil. Y se acabó el tiempo. Marcial con magua abandonó el salón. La cría le dijo a la madre: “mamá, voy al baño”. Y al baño fue y se quitó la faja de tubo, recuperando la libertad de sus extremidades desde los muslos a la cintura. Marcial fuera esperaba a que el tiempo corriese lo más posible para verse con su amada, ajeno a lo que había hecho su pareja. Le llegó el turno a nuestro hombre que en ese larguísimo descanso le había servido para recuperar fuerzas. Nueva tanda y nuestro hombre encontró la novata mirada de su chica. Los dos se acercaron al centro del salón. Nada más sonar los primeros acordes Marcial buscó la estudiada posición. Y volvió a subir la rodilla esperando vencer a la faja, pero al estar ésta ausente, la rodilla se estrelló con violencia contra el bajo vientre de su pareja. Las fatigas, el desvanecimiento, el rubor, dejó encendida la cara de la angelical muchacha. La madre, rápidamente, acudió a ver que le pasaba a la niña, preguntándole a Marcial, que era el que la sujetaba. Marcial balbuceando, le dijo: ha debido impresionarse al verme; esto ocurre con frecuencia. Y salió eslapado del lugar, antes de que la familia pudiera enterarse de lo ocurrido…

ALFREDO AYALA OJEDA

1 comentario:

  1. Juan Jose Betancor29 de enero de 2010, 12:28

    Los bailes de Taifa, continuan celebrandose. Hoy, son, a lo mejor multitudinarios.Yo vivo en Fuerteventura, y aqui por la festividad del dia de canarias, sulen hacer uno mostruoso con distintas parrandas que ambientan y amenizan el festejo... Sin embargo, en la Oliva, de la mano de un desaparecido folclorista Esteban Ramirez de León, vivi algunos entrañables... claro eran otros tiempos y aunque no me gusta decir que aquellos tiempos fueron mejores, si los recuerdo con mucha añoranza...

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