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martes, 17 de noviembre de 2009

* "TARFAYA" MI PERRO

Mi casa, cuando pequeño, era un Arca de Noé. Tenía una cabra, más bien una "jaira", porque hay que saber distinguir entre cabra y jaira. Jaira, es la cabra que se tiene en la azotea o en el traspatio de tu casa. La "Jaira", así con mayúsculas es como una parte de la familia. Ella tiene trato familiar. Se alimenta de las sobras de la casa y necesita los mimos de los componentes de la familia. la jaira, se selecciona de entre las mejores cabras del ganado porque ella tiene la finalidad de suministrar la leche a la familia. Incluso, recuerdo que mi madre me decia cuando la cabra estaba descompuesta: "Alfredo, lleva la cabra al médico" y allí iba yo con mi cabra dos calles más lejos a dejársela a Fabianito, que tenía un macho con unos cuernos enormes y un pestazo horrible que era quien la curaba, sin medicinas ni nada...

También tenia tres palomas, una de ellas estaba viajada de Tan-Tan y de Villa Cisneros... quiero decir que teniamos pocos animales, pero mi favorito era mi perro: Tarfaya, nombre que le puso mi padre, que hizo el servicio militar cuando la guerra en el Sahara...

Mi perro era de esos que hoy se conocen cómo “mil leches”. Mi padre, le hizo una caricia en la calle y el perro lo siguió hasta casa donde comió, bebió y descansó. Desde entonces se quedó en casa. Era de color blanco y algunas manchas canelas. Todos los días, jugaba con él en mi barrio de Las Alcaravaneras, dónde nací. Subíamos, cuando salía del colegio por aquellos arenales, atravesábamos las jaimas (casetas) de los moros que allí tenían temporalmente, y alegres íbamos de un lado para otro.

Tarfaya, mi perro, era obediente y listo como el hambre.

Eran esos tiempos donde se tenía permanentemente la puerta de la calle abierta, con un gancho y llegaban por allí los vecinos a pedir o darte algo… Cierto día, una de esas vecinas, en tono alarmado, gritó: “¡Alfredito!, ¡Alfredito! ¡Qué se llevan a Tarfaya…!

Salí, todo lo rápido que pude y ví trasponer al camión con mi perro dentro: eran los perreros… Los perreros, hacían pasadas por todos los barrios para coger a los perros abandonados… Hacían una labor de limpieza a la sociedad, pero mi perro estaba limpito, lo cuidábamos como uno más de la familia. Al poco, apareció mi padre… le conté el caso y no dudó en salir a buscar el perro… bajamos toda la calle y cogimos la guagua hasta el mercado de Vegueta… Allí mi padre tenía una amigo y nos llevó directamente hasta el túnel de la Laja ( hoy devorado por el progreso)… El amigo Nicolás, por lo que yo entendía o tenia experiencia en este tema… y calmaba nuestra impaciencia…

Llegó el oscuro de la noche y nos tuvimos que marchar de allí, con la intención de volver al otro día… mi padre, desde temprana hora, me levantó de la cama: “vamos hijo”, y de un salto estaba lavado, vestido y dispuesto… en la puerta, nos esperaba el coche del amigo Nicolás.

Pues vamos pa´llá…. Llegamos al Goro (muros redondos levantados con piedra seca) y allí no había ningún perro, ni nadie… nos sentamos encima de una piedra y a descansar…Al poco, apareció un muchacho que nos dijo: algún perro de los de ayer era suyo”, preguntó.

Yo, le respondí: “si, era mío”.

Y nos respondió: pues anoche los tiraron a todos a la Mar Fea… la Mar Fea es un lugar peligroso con mucha corriente, que tiene una cueva en la cual, las olas golpean con violencia en ese encrespado mar…

No me lo creía. Lloré, lo que no estaba escrito. ¡Mi perro! ya no lo vería más.

Entonces, desandamos el camino. Y regresamos a casa.

Qué tristeza me invadía. Y desde aquélla infancia creía que aquello, si no era el fin del mundo, se parecía mucho… no almorcé y era tremenda la angustia que tenia… Tarfaya lo era casi todo para mí; era mi amigo inseparable…

Pasaron dos días y una mañana, tempranito, casi sin fuerzas, arrastrándose, llegó a la puerta de mi casa… Venía, el pobrecito maltrecho: cojeaba y tenia un ojo que parecía se le iba a salir del casco… Mi padre estaba en casa y salimos corriendo al viejo Campo España, donde se ejercitaban numerosos galgos… allí le hicieron las curas y aunque perdió el ojito yo veía a Tarfaya como el perro más bonito del mundo…

ALFREDO AYALA OJEDA

3 comentarios:

  1. QUE MARAVILLA DE ESPACIO ESTE, TIENE DE TODO CON LA HISTORIA ANTERIOR ME REI, Y CON ESTA ALGUNA LAGRIMA SOLTE, YO HACE MUCHO QUE DEJER DE SER NIÑO Y ME PONGO EN LA PIEL DE ESE NIÑO Y LOS SENTIMIENTOS AFLORAN.

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  2. MAESTRO ,EL PERRO ES EL MEJOR AMIGO QUE SE PUEDA TENER,UNO LE HABLA Y NO CONTESTA,PERO ENTIENDEY SU MIRADA LO DICE TODO,ME HA ECHO LLORAR CON SU HISTORÍA.MUY LINDA.
    SALUDOS

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  3. A partir de ese entonces ya no quise más perros en mi casa hasta que mi madre, cuando enviudó, aceptó un regalo de una perra pequeñita, mezclada, que le puso de nombre "rabuja"... yo me divertía mucho con ella pero ya no era lo mismo. Tarfaya, fue único.
    Gracias a Juanjo y a Mercedes por la comprensión.

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